Por Hernán Andrés Kruse.-

La forma equivalencial

En la relación de valor entre dos mercancías, el valor de la mercancía A (el lienzo) queda expresado en el valor de uso de la mercancía B (la levita). La mercancía A no hace más que imprimir a la mercancía B la forma de equivalente. Al vincularse con la levita, el lienzo no hace más que revelar su propia esencia de valor. Al poder intercambiarse con la levita, el lienzo expresa verdaderamente su esencia propia de valor. ¿Qué significa, entonces, para Marx, la forma equivalente de una mercancía? “La forma equivalente de una mercancía es, por consiguiente, la posibilidad de cambiarse directamente por otra mercancía”. La levita es el equivalente del lienzo, porque aquélla puede intercambiarse con éste. La mercancía como forma equivalencial sólo es posible cuando forma parte de una relación de valor entre dos mercancías.

En la relación de valor 20 varas de lienzo = 1 levita, la levita es la mercancía que se intercambia con el lienzo, que sirve al lienzo de equivalente. Ahora bien, que la levita sea el equivalente del lienzo lejos está de indicar la proporción en que ambas mercancías pueden intercambiarse. Esta proporción-20 varas de lienzo = 1 levita-depende de la magnitud de valor del lienzo y la levita. Tanto en el lienzo (valor relativo) como en la levita (equivalente), la magnitud de valor alude siempre al tiempo de trabajo necesario para su producción. En el momento en que la levita ocupa en la relación de valor con el lienzo el lugar de equivalente, figura en dicha relación exclusivamente como una específica cantidad de una cosa (20 varas de lienzo=1 levita). En este ejemplo, como el tipo de mercancía representada por la levita desempeña el rol de equivalente, es suficiente una determinada cantidad de levitas (una, en este caso) para expresar una específica cantidad de valor del lienzo (20 varas de lienzo valen una levita). Una levita expresa la magnitud de valor de veinte varas de lienzo, pero jamás podrá expresar su propia magnitud de valor. Al observar cualquier simple relación de valor entre dos mercancías, emerge en toda su diafanidad el hecho de que “el equivalente (la levita) reviste siempre la forma de una cantidad simple de un objeto, de un valor de uso (una levita)”. Algunos, como Bailey, c9metieron el error, a juicio de Marx, de creer que la expresión de valor no era más quier una simple relación cuantitativa. “y no así”, enfatiza Marx, “sino que, lejos de ello, la forma equivalencial de una mercancía (la levita) no encierra ninguna determinación cuantitativa de valor”. En consecuencia, “la primera característica con que tropezamos al estudiar la forma equivalencial es ésta: en ella, el valor de uso se convierte en forma o expresión de su antítesis, o sea, del valor”.

En la relación de valor entre dos mercancías, la forma natural de la mercancía se convierte en forma de valor. ahora bien, esta transformación, remarca Marx, alude a una mercancía (la levita) situada dentro de la relación de valor como equivalente de otra mercancía (el lienzo), lo que significa que la mercancía “levita” únicamente se convierte en forma de valor dentro de esa relación. Ninguna mercancía está en condiciones de referirse a sí misma como equivalente; en consecuencia, sólo puede referirse como tal en relación con otra mercancía.

Marx se vale del siguiente ejemplo para clarificar este problema. Un pilón de azúcar es un cuerpo físico que tiene un peso determinado. Dicha propiedad no puede ser captada ni por la vista ni por el tacto. Cerca del pilón de azúcar hay varios trozos de hierro que fueron pesados previamente. Cuando se intenta expresar el pilón de azúcar como peso, necesariamente se lo asocia con el peso del hierro. En la relación que emerge entre el pilón de azúcar y el hierro, éste sólo asume como función la de la gravedad. Las cantidades de hierro sirven para medir el peso del azúcar, “y no tienen, respecto a la materialidad física del azúcar, más función que la del peso, la de servir de forma y manifestación de la gravedad (el pilón de azúcar pesa X cantidades de hierro)”. El hierro desempeña esa función gracias a que forma parte de la relación con el azúcar, que es el cuerpo que se trata de pesar. Si el hierro y el azúcar no tuvieran un peso determinado, dicha relación no podrá establecerse, con lo cual el hierro no podría tomarse como medida para expresar el peso del pilón de azúcar. Teniendo en consideración a la gravedad, tanto el pilón de azúcar como el hierro comparten la misma propiedad del peso, aunque en diferente proporción. Así como el hierro, como medida de peso, representa para el pilón de azúcar sólo gravedad, en la expresión de valor “X cantidades de lienzo valen X cantidades de levita”, ésta, como materialidad física, representa en relación con el lienzo únicamente valor. Sin embargo, Marx destaca esta diferencia fundamental: “En la expresión del peso del pilón de azúcar, el hierro representa una propiedad natural común a ambos cuerpos: su gravedad; en cambio, en la expresión del valor del lienzo, la levita asume una propiedad sobrenatural de ambos objetos, algo puramente social: su valor”.

La forma relativa de valor de una mercancía (el lienzo) encierra una relación de índole social. El lienzo expresa valor y ello únicamente es posible porque forma parte de una relación de valor en la que el lienzo alude a otra mercancía, la levita, como equivalente suyo. Ahora bien, como las características de una mercancía no surgen de su vínculo con otra mercancía, “parece como si la levita debiera su forma de equivalente (…) a la naturaleza, ni más ni menos que su propiedad de ser pesada o de guardar calor”. Marx habla del carácter misterioso de la forma equivalencial y afirma con sarcasmo que la burguesía recién se percata de su existencia cuando esta forma se presenta delante de sus narices materializada en la forma dinero.

La mercancía que hace de equivalente en la relación de valor siempre es el fruto de un trabajo humano concreto, útil, que se transforma en expresión de trajo humano abstracto. La levita se presenta como una simple materialización, como un objeto material que es el fruto del trabajo concreto del sastre. Este trabajo se considera, a su vez, como una simple realización del trabajo humano abstracto. En la expresión de valor del lienzo-20 varas de lienzo valen 1 levita-el trabajo del sastre es útil porque crea un cuerpo-la levita-que implica valor, o lo que es lo mismo, “cristalización de trabajo materializado en el valor del lienzo”. Tanto bajo la forma de trabajo del sastre como bajo la forma de trabajo del tejedor, hay un despliegue de fuerza humana de trabajo. Ambas actividades constituyen trabajo humano y en la producción de valor únicamente se las puede enfocar, precisamente, como expresiones concretas de fuerza humana de trabajo. Sin embargo, cuando se arriba a la expresión de valor de la mercancía-20 varas de lienzo valen 1 levita-“la cosa”, aclara Marx, “se invierte”. Y agrega: “Para expresar, por ejemplo, que el tejer no crea el valor del lienzo en su forma concreta de actividad textil, sino en su modalidad general de trabajo humano, se le compara con el trabajo humano del sastre, con el trabajo concreto que produce el equivalente del lienzo, como forma tangible de realización del trabajo humano abstracto”. En definitiva, en la forma equivalencial el trabajo concreto se transforma en manifestación de trabajo humano abstracto (su antítesis).

Ahora bien, el trabajo del sastre que produce la levita reviste formas de igualdad con el trabajo del tejedor que produce el lienzo; en consecuencia, se trata de un trabajo que “es directamente social”, pese a ser de índole privada. Ello explica por qué el trabajo del sastre produce una mercancía que puede ser directamente cambiada por otra mercancía. En la forma equivalencial, entonces, el trabajo privado reviste la forma “del trabajo en forma directamente social” (su antítesis).

Luego de analizar la forma equivalencial, Marx centra su atención en la forma simple de valor, vista en conjunto. Comienza su análisis por repasar los conceptos vertidos al comienzo de su análisis. El valor del lienzo (mercancía A) se expresa cualitativamente en la posibilidad de intercambiar la levita (mercancía B) por el lienzo (mercancía A). Y cuantitativamente se expresa mediante la posibilidad de cambiar 1 levita (una determinada cantidad de la mercancía B) por las 20 varas de lienzo (una determinada cantidad de la mercancía A). Dentro de la relación “20 varas de lienzo valen 1 levita”, el lienzo como forma natural sólo interesa como materialización de valor de uso, mientras que la levita únicamente interesa como cristalización de valor. En la mercancía cobra vida una antítesis entre el valor de uso y el valor, antítesis que se proyecta al exterior, es decir, a la relación entre dos mercancías -el lienzo y la levita- de las cuales aquél interesa exclusivamente como valor de uso y ésta, como valor de cambio. “La forma simple del valor de una mercancía es, por tanto, la forma simple en que se manifiesta la antítesis de valor de uso y de valor encerrada en ella”.

La forma simple del valor debe pasar por una serie de transformaciones hasta materializarse en la forma precio. La expresión “20 varas de lienzo valen 1 levita” no hace más que situar al lienzo en una relación de cambio con otra mercancía diferente (la levita). La forma simple del valor se compone de una mercancía y su forma simple y relativa del valor (el lienzo), y de otra mercancía y su forma concreta equivalencial (la levita). La forma simple de valor puede desarrollarse hasta alcanzar la forma total del valor (desarrollo del valor). El valor de una mercancía (el lienzo) únicamente puede expresarse en una mercancía de diferente género (la levita). El género de la mercancía como equivalente (levita, té, café, etc.) es irrelevante. X cantidades de lienzo pueden valer x cantidades de levita, x cantidades de té o x cantidades de café. En consecuencia, el lienzo puede formar parte de una relación de valor con la levita, el té, el café o cualquier otro tipo de mercancía, quedando configuradas diferentes expresiones simples de valor de aquella mercancía.

La forma general del valor

Hasta ahora, Marx ha distinguido dos formas del valor: a) la forma simple, concreta o fortuita del valor y b) la forma total o desarrollo del valor. 20 varas de lienzo = 1 levita, es la forma simple del valor, mientras que 20 varas de lienzo = 1 levita, o 10 libras de té, o 40 libras de café, o 2 onzas de oro, etc., es la forma total del valor. En esta forma, el valor del lienzo se expresa a través de innumerables elementos que forman parte del mundo de las mercancías. Es, precisamente, en la forma total del valor donde queda plenamente de manifiesto la genuina naturaleza del valor: “cristalización de trabajo humano indistinto”. La forma total del valor, el trabajo que crea valor se equipara con todo trabajo humano, independientemente de la forma natural en que se exprese (levitas, té, café, oro, o lo que fuere). En la forma total del valor, el lienzo se relaciona no con una específica mercancía sino con todas las mercancías. “El lienzo adquiere carta de ciudadanía dentro de este mundo”, dice Marx. En la forma simple del valor, que el lienzo y la levita puedan intercambiarse en una específica proporción cuantitativa (20 varas de lienzo por 1 levita), puede implicar algo meramente casual. En la forma total del valor, existe “un fundamento sustancialmente distinto de la manifestación casual y que la preside y determina”. El lienzo siempre vale lo mismo, así se exprese en levitas, té, café u oro. En la forma simple del valor la relación entre dos mercancías es casual. Pues bien, en la forma desarrollada del valor, esa casualidad ha desaparecido. En la forma total del valor, la levita, el té, el café y el oro, son equivalentes del valor del lienzo, materializan el valor del lienzo. La levita, el té, el café y el oro, constituyen cada uno de ellos formas equivalentes dadas. Lo mismo acontece, remarca Marx, con las clases de trabajo útil, específico, contenidos en las mercancías materiales: si interés se centra exclusivamente por ser específicas manifestaciones del trabajo humano en general.

Marx detecta ciertos defectos en la forma desarrollada del valor. En primer lugar, la consideras siempre incompleta. Las veinte varas de lienzo se expresan en formas equivalenciales cuyo número es infinito. En segundo término, se despliega de manera tal que configura “un mosaico abigarrado de expresiones de valor dispares y distintas” (1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 2 onzas de oro, etc.). Finalmente, si el valor relativo de toda mercancía se expresa de esta forma, “la forma relativa del valor de cada mercancía representa por una serie infinita de expresiones de valor distintas de la forma relativa de valor de cualquier otra mercancía”. El valor relativo del lienzo se expresa a través de la levita, de las diez libras de té, de las cuarenta libras de café, de las dos onzas de oro, etc.; según Marx, el valor relativo de la levita, por ejemplo, se expresa a través de una serie infinita de expresiones de valor diferentes. Los defectos detectados por Marx en la forma relativa del valor se trasladan a la forma equivalencial. La forma equivalencial correspondiente a una mercancía forma parte de una serie infinita de formas equivalenciales. En consecuencia, cada forma equivalencial excluye a las restantes, lo que significa que “sólo existen formas equivalenciales restringidas”. Lo mismo sucede con las clase de trabajo útil contenido en cada forma equivalencial (levita, té, café, etc.). Se trata pura y exclusivamente de una forma especial e incompleta del trabajo humano. La forma desarrollada del valor consiste en una suma de expresiones simples del valor de una mercancía: 20 varas de lienzo=1 levita, o 10 libras de té, o 40 libras de café, o 2 onzas de oro, etc. Cada una de estas ecuaciones encierra otra ecuación idéntica: 1 levita=20 varas de lienzo, 10 libras de té=20 varas de lienzo, 40 libras de café=20 varas de lienzo, 2 onzas de oro=20 varas de lienzo, etc. Si el dueño del lienzo decide cambiarlo por muchas otras mercancías (la levita, el té, el café, el oro, etc.), es lógico que los dueños de estas mercancías decidan cambiarlas por el lienzo. En consecuencia, si se procede a invertir la forma desarrollada del valor, emerge la forma general del valor: 1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 2 onzas de oro, etc.=20 varas de lienzo.

Ahora, la levita, el té, el café, el oro, etc., expresan sus valores en una sola mercancía, el lienzo, y de una manera única ya que todas acusan su valor en la misma mercancía. “Su forma de valor es simple y común a todas; es, por tanto, general”. La forma concreta del valor y la forma desarrollada del valor tenían algo en común: expresaban el valor de una mercancía (el lienzo) como algo diferente de su propio valor de uso (su materialidad corpórea de mercancía). En las ecuaciones 1 levita = 20 varas de lienzo, 10 libras de té = media tonelada de hierro, etc., el valor de la levita se expresa como un objeto igual al lienzo. De igual forma, el valor del té se expresa como un objeto igual al hierro. “Lo igual al lienzo y lo igual al hierro, expresiones de valor de la levita y el té, respectivamente, son cosas tan distintas entre sí como el lienzo y el hierro mismos”. La forma simple del valor fue útil en la antigüedad, cuando lo producido por el trabajo se transformaba en mercancías a través de intercambios esporádicos y coyunturales. En la forma desarrollada de valor, el valor de una mercancía (la levita) se distingue más radicalmente que su valor de uso ya que la levita aparece como algo igual a sus equivalentes (el lienzo, el hierro, etc.). La levita aparece, remarca Marx, “como algo igual a todas las mercancías, con la sola excepción de la propia levita”. Y agrega: “La forma desarrollada del valor empieza a presentarse en la realidad a partir del momento en que un producto del trabajo (…) se cambia, pero no como algo extraordinario, sino habitualmente, por otras diversas mercancías”. La forma desarrollada del valor empieza a presentarse en la realidad cuando comienza la transición de esa forma a la forma general del valor.

En esta forma nueva, los valores de las mercancías quedan expresados en una sola mercancía (el lienzo). Además de diferenciarse de su propio valor de uso, el valor de cada mercancía se distingue de todo valor de uso en general, lo que le permite expresarse en función de lo que posee en común con todas las mercancías. La forma general del valor relaciona a todas las mercancías consideradas como valores, permite que las mercancías se vinculen como valores de cambio. La forma simple del valor y la forma desarrollada del valor expresan el valor de una específica mercancía (el lienzo). Mientras que en aquélla el valor de una mercancía se expresa en otra mercancía, distinta y concreta (la levita), en ésta el valor de una mercancía se expresa en una serie de mercancías distintas (la levita, el té, el café, el oro, etc.). En ambas formas del valor correspondía a la mercancía como valor relativo (el lienzo) el darse una forma de valor, quedando las otras mercancías reducidas al rol pasivo de equivalentes. En la forma general del valor, éste emerge por decisión colectiva del mundo mercantil. “Una mercancía sólo puede cobrar expresión general de valor si al propio tiempo las demás expresan todas su valor en el mismo equivalente, y cada nueva clase de mercancías que aparece tiene necesariamente que seguir el mismo camino”. En la forma general del valor, la mercancía destacada por las otras mercancías como equivalentes reviste el carácter de equivalente general: 1 levita, o 10 libras de té, o 40 libras de café, o 2 onzas de oro. etc. = 20 varas de lienzo, siendo el lienzo el equivalente general de las otras mercancías. La forma natural propia del lienzo “es la configuración de valor común a todo este mundo de mercancías (la levita, el té, el café, el oro, etc.), y ello es lo que permite que el lienzo pueda ser directamente cambiado por cualquier otra mercancía”.

A manera de colofón, Marx expresa lo siguiente: “La forma general del valor, forma que presenta los productos del trabajo como simples cristalizaciones de trabajo humano indistinto, demuestra por su propias estructura que es la expresión social del mundo de las mercancías. Y revela al mismo tiempo que, dentro de ese mundo, es el carácter general y humano del trabajo el que forma su carácter específicamente social”.

(*) Carlos Marx: El Capital, Libro Primero, Sección Primera, Capítulo I, FCE, 1973.

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