Por Hernán Andrés Kruse.-

La transición de la forma general del valor a la forma dinero

Antes de analizar de qué forma se produce la transición de la forma general del valor a la forma dinero, Marx desmenuza la relación entre el desarrollo de la forma relativa del valor y el desarrollo de la forma equivalencial. El desarrollo de la forma relativa del valor va acompañado por el desarrollo de la forma equivalencial. Conviene, no obstante, tener perfectamente en claro que el desarrollo de la forma equivalencial es el fruto y la manera en que se expresa el desarrollo de la forma relativa del valor. En la forma simple, concreta o fortuita del valor -20 varas de lienzo = 1 levita-, el valor de las 20 varas de lienzo convierten a la levita en equivalente individual suyo. En la forma total o desarrollada del valor-20 varas de lienzo = 1 levita o 10 libras de té o 40 libras de café o 1 quarter de trigo o 2 onzas de oro o media tonelada de hierro, etc.-, el valor del lienzo imprime a la levita, al té, al café, al trigo, al oro, al hierro, etc., la forma de diferentes equivalentes específicos, concretos. En la forma general del valor-1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 1 quarter de trigo, 2 onzas de oro, media tonelada de hierro, etc.=20 varas de lienzo-, una sola mercancía, el lienzo, reviste forma de equivalente general, lo que significa que todas las mercancías convierten a unas mercancía “en material de su forma única y general de valor”.

Mientras se desarrolla la forma general del valor se desarrolla al mismo tiempo la antítesis entre la forma relativa del valor y la forma equivalencial. Esta antítesis ya está contenida en la forma simple del valor-20 varas de lienzo=1 levita-, pero sin que aún se haya materializado. Esta ecuación puede leerse de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. Si se lee de izquierda a derecha, el lienzo ocupa el lugar de la forma relativa de valor y la levita, el de la forma equivalencial. Si se lee de derecha a izquierda, la levita ocupa el lugar de la forma relativa del valor y el lienzo, el de la forma equivalencial. Por el momento, remarca Marx, resulta complicado fijar los dos polos antitéticos. En la forma total o desarrollada del valor-20 varas de lienzo =1 levita o 10 libras de té o 40 libras de café o 1 quarter de trigo o 2 onzas de oro o media tonelada de hierro, etc.-únicamente el lienzo está en condiciones de desarrollar íntegramente su valor relativo, lo que significa que sólo el lienzo posee en sí mismo “la forma relativa de valor desarrollada”, ya que las restantes mercancías son equivalentes de aquél. Si se llegaran a invertir los términos de la expresión de valor, es decir, si en lugar de leer la ecuación de izquierda a derecha se la leyera de derecha a izquierda (o, como dice Marx, hacia atrás), la expresión de valor dejaría de ser la forma total o desarrollada del valor para pasar a ser la forma general del valor.

La forma general del valor-1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 1 quarter de trigo, 2 onzas de oro, media tonelada de hierro, etc. = 20 varas de lienzo-“imprime al mundo de las mercancías la forma relativa general=social del valor, ya que todas las mercancías que lo componen, excepción hecha de una sola (el lienzo), quedan al margen de la forma de equivalente general”. En la forma general del valor únicamente el lienzo puede ser permutado por todas las otras mercancías. Como ello no acontece con las restantes mercancías, sólo el lienzo “presenta forma directamente social”. Además, el lienzo (el equivalente general) se halla excluido “de la forma relativa única y por tanto general del valor del mundo de las mercancías”. El lienzo, por ende, no puede compartir la forma relativa general del valor. Si ello aconteciera, el lienzo se vería obligado a hacer de equivalente para sí mismo -20 varas de lienzo = 20 varas de lienzo-, ecuación (Marx la denomina perogrullada) que no expresa ni valor ni magnitud de valor. La forma general del valor nunca indica de qué manera se expresa el valor relativo del equivalente general. Dice Marx: “el equivalente general (el lienzo), no participa de la forma relativa del valor de las demás mercancías (la levita, el té, el café, etc.) sino que su valor se expresa de un modo relativo en la serie infinita de todas las demás mercancías materiales”. En consecuencia, la forma relativa desarrollada del valor-20 varas de lienzo = 1 levita o 10 libras de té o 40 libras de café o 1 quarter de trigo o 2 onzas de oro o media tonelada de hierro, etc.-“se presenta aquí como forma relativa específica del valor de la mercancía que hace funciones de equivalente (el lienzo)”.

Veamos ahora cómo se produce, según Marx, la transición de la forma general del valor a la forma dinero. La forma de equivalente general tiene una característica: su abstracción. Ello significa que cualquier mercancía puede ser un día el equivalente de las restantes mercancías. Una mercancía ejerce el rol de equivalente general siempre y cuando las demás mercancías la elijan como equivalente. Mientra son surja una mercancía específica y determinada como equivalente definitivo de las demás mercancías, “no adquiere firmeza objetiva ni vigencia general dentro de la sociedad la forma única y relativa de valor del mundo de las mercancías”. Hay una clase específica de mercancía que finalmente se convierte en mercancía-dinero, comienza a funcionar como tal. La forma de equivalente se incorpora socialmente a la forma natural de esta clase específica de mercancía. A partir de entonces, la mercancía-dinero ejerce un monopolio social dentro del ámbito donde se mueven las mercancías: el de desempeñar el rol de equivalente general. Antes, cualquier mercancía podía ejercer ese rol de manera circunstancial. Ahora, hay una mercancía que lo ejerce definitivamente: la mercancía-dinero. Este lugar de privilegio fue conquistado históricamente por el oro. Al ocupar el oro el lugar del lienzo como equivalente general, queda configurada la forma dinero: 20 varas de lienzo, 1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 1 quarter de trigo, media tonelada de hierro etc.=2 onzas de oro. La transición de ésta a la forma general del valor, implican cambios sustanciales. No sucede lo mismo con la transición de la forma general del valor a la forma dinero. La única diferencia existente es que en la forma dinero el rol de equivalente general es ejercido por el oro. Ha sido finalmente la costumbre la fuerza social que impuso a la forma natural específica de la mercancía oro como el equivalente general. Que el oro se enfrente ahora con las mercancías en función de dinero es posible porque antes se les enfrentó en función de mercancía. Al igual que el resto de las mercancías, el oro funcionó al principio como equivalente aislado, concreto. Más adelante, comenzó a adquirir la función de equivalente general. Al monopolizar esta función “en la expresión de valor del mundo de las mercancías”, el oro pasa a ser mercancía dinero y es ene se momento cuando la forma dinero se diferencia de la forma general del valor, “o lo que es lo mismo, cuando la forma general del valor se convierte en la forma dinero”.

El carácter misterioso de la mercancía

Marx culmina su análisis de la mercancía centrando su atención en el secreto que esconde el fetichismo de la mercancía. Cuando se observa una mercancía cualquiera, nadie duda que constituye un objeto evidente y trivial. Pero si se la analiza con mayor detenimiento, emerge claramente su verdadera naturaleza: se trata de un objeto complicado, repleto “de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos”. Como valor de uso, la mercancía no tiene nada de misterioso, metafísico, religioso. La mercancía, producto del trabajo humano, sirve para satisfacer alguna necesidad humana. Tan simple como eso. La naturaleza se modifica cuando el hombre interviene para servirse de ella. La madera del árbol se modifica cuando el hombre interviene para servirse de ella. La madera del árbol se modifica cuando el hombre la transforma en una silla. Pero la silla sigue siendo madera, un objeto como cualquier otro que el hombre usa para satisfacer una necesidad (sentarse para descansar o para leer un libro). La cosa cambia cuando ese objeto físico y vulgar comienza a actuar como mercancía. Cuando ello acontece, la silla “se convierte en un objeto metafísico”.

¿Cuál es el origen del carácter místico de la mercancía? He aquí la pregunta fundamental que se formula Marx. ¿Brota de su valor de uso o del contenido de sus determinaciones de valor? La respuesta es negativa. Marx lo explica de esta manera. Los trabajos útiles que realiza el hombre difieren entre sí. El trabajo del carpintero no es el mismo al del electricista. Sin embargo, todas las actividades productivas del hombre no son más que funciones del organismo humano, representan un gasto de inteligencia y fuerza física. A su vez, en relación con la magnitud de valor y el factor que la determina-la cantidad de trabajo invertida-“es evidente que la cantidad se distingue incluso mediante los sentidos de la calidad del trabajo”. Por último, cuando los hombres comienzan a trabajar mancomunadamente, su trabajo se socializa. ¿De dónde emerge, entonces, el carácter misterioso, metafísico, religioso, del producto del trabajo en el momento en que comienza a actuar como mercancía? Es precisamente en ese momento cuando surge el carácter misterioso de la mercancía. Dice Marx: “En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo, y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo”.

El carácter misterioso de la mercancía estriba, entonces, en su habilidad para presentar el carácter social del trabajo de los hombres como si fuese una característica material propia de dichos trabajos y como si, por ende, el vínculo social que existe entre los productores y el trabajo social (“el trabajo colectivo de la sociedad”) constituyese una relación social enhebrada por los propios objetos producidos por el trabajo humano y no por los propios productores. He aquí, según Marx, la razón por la cual los productos del trabajo se transforman “en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales”. Los productos del trabajo adquieren vida propia. Es lo que acontece con la sensación luminosa que un objeto provoca en el nervio visual (un encandilamiento, por ejemplo) que daría la sensación de que no fuese una reacción del nervio de la vista “sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo” (una lámpara, por ejemplo). En este caso hay realmente un objeto exterior al ojo humano-la lámpara-que proyecta luz (encandilamiento) sobre el ojo (el otro objeto). En el encandilamiento, se da una relación física entre dos objetos físicos (la lámpara y el nervio de la vista).

No sucede lo mismo con las mercancías. Según Marx, la relación de valor de los productos del trabajo en que la forma mercancía se materializa y la propia forma mercancía, nada tienen que ver con el carácter físico de la mercancía ni con los vínculos materiales que se derivan de ese carácter. La relación de índole fantasmal que se da entre objetos, materiales implica, para los ojos, humanos, sólo un vínculo social concreto y específico enhebrado entre los propios hombres. El carácter misterioso que presenta el producto del trabajo tiene origen humano, remarca Marx. El carácter misterioso de la silla nada tiene que ver con su carácter físico ni con las relaciones sociales que emergen de dicho carácter. En este sentido, el mundo de las mercancías se asemeja al antiguo mundo de las religiones, donde los productos de la mente humana tenían vida propia, siendo capaces de entablar relaciones con los demás productos y con los hombres. Lo mismo sucede con los productos elaborados por el hombre en el mundo de la mercancía. A este fenómeno Marx lo denomina “fetichismo”. El fetichismo no puede ser desvinculado del proceso de creación de los productos elaborados-en forma de mercancía-por el trabajo. En definitiva, “este carácter fetichistas del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías”.

La adopción por parte de los objetos útiles -el lienzo y la levita, por ejemplo- de la forma de mercancías se debe a que tanto el lienzo como la levita son “productos de trabajo privados independientes los unos de los otros”. El trabajo del tejedor (lienzo) es privado, al igual que el del sastre (levita). Cuando deciden intercambiar sus productos, el lienzo y la levita, el tejedor y el sastre entran en contacto social. De manera pues que sus trabajos privados sólo adquieren carácter social cuando el tejedor y el sastre efectúan el intercambio. Los trabajos privados del tejedor y el sastre forman parte del trabajo colectivo social debido a los vínculos que el cambio establece entre el lienzo y la levita y, por su intermedio, entre el tejedor y el sastre. En consecuencia, ante los ojos del tejedor y el sastre las relaciones que se establecen entre sus trabajos privados aparecen “como relaciones materiales entre personas (el tejedor y el sastre) y relaciones sociales entre cosas (el lienzo y la levita)”. Cuando el tejedor y el sastre cambian entre sí sus productos del trabajo, tanto el lienzo como la levita adquieren “una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles”.

Para Marx, el producto del trabajo útil -el lienzo y la levita- se desdobla en objeto útil (valor de uso del lienzo y la levita) y materialización de valor. Este desdoblamiento se produce sólo donde el cambio de productos útiles “adquiere la extensión e importancia suficientes para que se produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos”. Este desdoblamiento es impensable en una isla habitada por un solo individuo. Para que este desdoblamiento tenga vigencia es fundamental la presencia de un buen número de productores dispuestos a intercambiar sus objetos útiles. Cuando comienza el intercambio, los trabajos privados del tejedor y el sastre “asumen, de hecho, un doble carácter social”. Los trabajos del tejedor y el sastre tienen que satisfacer una específica necesidad concreta y, además, tienen que adecuarse al sistema de la división social del trabajo. Pero, por otro lado, únicamente estarán en condiciones de satisfacer las necesidades de sus propios productores en la medida en que tanto el trabajo del tejedor como el del sastre estén en condiciones de ser cambiados por cualquier otro tipo de trabajo privado útil (su equivalente).

¿Cómo se encuentra la igualdad de los trabajos? Sólo hay una manera: hacer abstracción de la desigualdad real de los trabajos privados y útiles, y reducirlos a lo que tiene en común. ¿Y qué es lo que tienen en común? La de implicar “desgaste de fuerza de trabajo humano”. Todos los trabajos privados y útiles son muy diferentes, pero todos son, abstractamente considerados, trabajo humano. Tanto el tejedor como el sastre no hacen otra cosa que reflejar, a través de sus cerebros, el doble carácter social de sus trabajos privados “en aquellas formas que revela en la práctica el mercado, el cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil, y útil para otros; el carácter social de la igualdad de los distintos trabajos, bajo la forma del carácter del valor común a todos esos objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo”.

En definitiva, el tejedor y el sastre no vinculan entre sí el lienzo y la levita como valores porque consideren que se trata de “envolturas simplemente materiales de un trabajo humano igual”. Para Marx, es exactamente a la inversa. En el momento en que el tejedor y el sastre cambian sus productos (el lienzo y la levita), no hacen más que equipararlos como valores, o lo que es lo mismo, no hacen otra cosa que equiparar entre sí sus trabajos de tejedor y sastre como modalidades de trabajo humano. Sin embargo, el tejedor y el sastre no saben que lo están haciendo, pero lo hacen. El valor transforma al lienzo y la levita (a todos los productos del trabajo, en realidad) “en jeroglíficos sociales”. Los hombres intentan descifrarlos, descubrir el secreto de lo que producen, porque concebir objetos útiles (el lienzo y la levita, en este caso) es obra social humana (del tejedor y el sastre, en este caso). Lo mismo acontece con el lenguaje. El lienzo y la levita, como todos los productos del trabajo, son valores y no hacen más que expresar materialmente “el trabajo humano invertido en producción”. Para Marx, se trata de un descubrimiento científico tardío “que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo”.

(*) Carlos Marx: El Capital, Libro Primero, Sección Primera, Capítulo I, FCE, 1973.

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