Por Domingo N. G. Di Tullio.-

La Argentina no se ha desarrollado conforme a las expectativas que sus habitantes y el mundo imaginaban para ella a principios del Siglo XX. Las antinomias, las ideologías anacrónicas y la crisis de dirigentes, entre otras causas, han conspirado para ello y para que los argentinos pudiésemos ponernos de acuerdo acerca del país que queremos. Hoy existe el Plan Belgrano para el Norte, mañana quizás exista el Plan Frondizi para el Sur.

Hoy en día, pese a la ausencia de un plan nacional de desarrollo estratégico, geopolítico y geoeconómico superador de esas circunstancias, para recuperar parte del tiempo perdido, es clave el hecho de poder disponer de herramientas tales que, como el Plan Belgrano concebido para asistir excepcionalmente a diez provincias del Norte argentino, también permitan encarar el desarrollo articulado e inmediato de otras regiones del país con un potencial francamente desaprovechado.

El Plan Frondizi para la Patagonia

Un Plan similar al Plan Belgrano, pues, pero concebido para ser aplicado a las cinco provincias del Sur de nuestro país, sería de gran impacto para éste y para América latina. También lo sería si a este plan lo intitulásemos como “El Plan Frondizi para la Patagonia”, en homenaje al gran estadista que fuera el doctor Arturo Frondizi quien, no obstante el contexto ambiental adverso en que le tocó gobernar, en escasos cuatro años (lapso 1958/1962) supo motorizar un espectacular proceso de desarrollo nacional, con la Patagonia como gran protagonista a la que calificó de “tierra de promisión”.

En este sentido, es oportuno también subrayar que, precisamente a raíz de la ausencia del mencionado plan nacional, la implementación de otros planes regionales, creativos e innovadores como el Belgrano, se constituirían, en sí mismos, en formidables aceleradores del crecimiento de las regiones involucradas, con sinergias y efectos multiplicadores tanto en materia social, como cultural, económica y medioambiental.

El Plan Frondizi posicionaría y potenciaría, además, a todo el país porque la marca o, si se quiere, la expresión Patagonia, es una de las voces más arraigadas en la cultura universal. Tanto es así que en el mundo hay mucha gente a la que puede no constarle la existencia de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, pero ese universo se reduce considerablemente cuando se dice Patagonia.

Proyectos tentativos, entre otros

Entre los proyectos patagónicos o funcionales a la Patagonia -y de indudable repercusión nacional y mundial-, consideramos especialmente importantes: a) La infraestructura; b) la energía; c) la redistribución poblacional; d) La relocalización de la Capital Federal; e) La ciudad del juego (tipo Las Vegas); y f) El turismo. Cabe observar que, por su relevancia global, la implementación de estos proyectos convocaría a profesionales y emprendedores del país y del mundo.

Cuando aludimos a la infraestructura (redes viales, ferroviarias, aeropuertos y puertos), lo hacemos con el convencimiento de que ella no puede ser concebida independientemente de la problemática poblacional (su redistribución o relocalización) y, en dentro de ésta, de aspectos tan complejos y de urgente atención como la macrocefalia que representa la concentración poblacional de la Capital Federal y de los primeros cordones del Conurbano bonaerense, o del mejoramiento de las ciudades preexistentes, o de la creación de nuevas ciudades inteligentes. A la hora de su planificación, tampoco puede prescindirse de cuestiones igualmente estratégicas y geopolíticas como las de tener que resolverse, concebirse y construirse una nueva y moderna Capital Federal, o de las ventajas de crear una ciudad del juego, como Las Vegas en EE.UU, no sólo para poder erradicar de manera gradual el flagelo que representa el juego de los centros urbanos de todo el país, sino también para que dicha ciudad integre la futura oferta turística argentina.

En cuanto a la energía, es sabido que la Patagonia es la región más rica del país no sólo en petróleo y gas, sino también en aptitudes y potencialidades para la producción de energías alternativas. Claro está, sin dejar de destacar su carácter de ecorregión de agua dulce y del valor que este recurso representa para el país y el mundo.

Finalmente, el turismo. Por los contrastes que ofrecen nuestro país en general y la región patagónica en particular, la explotación del sector turístico amerita la mayor atención, pues, la actividad y oferta que incluye, también adjetivadas como “industria sin chimeneas”, no sólo no contaminan sino que, en materia económica actúa como un factor de redistribución de riqueza interna y, por el ingreso de divisas, de generadora de riqueza nacional.

Como puede advertirse, concebido como política de Estado, la importancia que representaría la implementación de “El Plan Frondizi para la Patagonia”, sería colosal, oportuna y enriquecedora, y relativamente sencillo. Asimismo, se complementaría con el Plan Belgrano dándole a la integridad del concepto un carácter épico-político y de desarrollo que el país no conoce desde hace mucho tiempo. Por el contrario, nos resulta más difícil imaginar lo contrario, es decir su no puesta en marcha. Tan obvio es.

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