Por Hernán Andrés Kruse.-

La economía se está derrumbando sin que se observe de parte del gobierno nacional ningún atisbo de reacción. Todas las medidas que presentó el oficialismo como garantes del combate exitoso contra la inflación han demostrado sus falencias: la tasa de interés, el ajuste del gasto público y el shock de confianza. Según el Indec de la CABA, hasta noviembre del año pasado la inflación fue del 23,9%. Durante el primer semestre de 2016 la inflación ronda el 30% (29,2% para ser preciso) y durante los últimos doce meses la suba de precios trepó al 47,1%. Pensar que en las vísperas de las elecciones presidenciales los economistas de Cambiemos afirmaban desafiantes que la eliminación del cepo cambiario no traería aparejada consecuencia alguna sobre los precios, al igual que la eliminación de las retenciones a los alimentos, el tarifazo de gas, luz y compañía y la eliminación de los controles que sobre esas variables económicas ejercía la Secretaría de Comercio. La realidad se encargó de refutar tales pronósticos optimistas. El gobierno impuso esas medidas creyendo que causarían un impacto profundo sobre la inflación, desde siempre una obsesión para Mauricio Macri. Pese a estrellarse contra una estructura de hormigón armado el presidente de la nación y sus funcionarios de economía han decidido archivar las promesas electorales y emplear el discurso de la maldita herencia kirchnerista y la muletilla de que si hubiera ganado Scioli, su equipo económico hubiera tomado las mismas decisiones. Como alguien sentenció alguna vez “la única verdad es la realidad”. Y la verdad es que Macri y sus economistas tomaron decisiones erróneas que no han hecho más que agravar los problemas económicos que aquejan a la población. Lo peor de todo es que el gobierno sigue empecinado en seguir transitando por el mismo camino, es decir, no piensa modificar el rumbo de su política económica. En consecuencia, lo que cabe esperar de aquí en adelante es más inflación y más recesión.

En sintonía con los gobiernos que enarbolan las banderas neoliberales, el gobierno de Mauricio Macri no se cansa de decirle a la población que los resultados van a llegar. Hay que tener paciencia, pontifica. A comienzos de año aseguró que los resultados comenzarían a verse en el segundo semestre. Pero la realidad se encargó de demostrarle que recién en 2017 la economía tendería a mejorar. Lo peor de todo es que el presidente se vale de la extorsión para obligar a la oposición a apoyar todas les medidas recesivas que viene adoptando para eliminar el flagelo de la inflación. El caballito de batalla del presidente son las inversiones. “Si no me poyan, no vendrán las inversiones”, dice en tono de amenaza. Macri siempre agrega nuevas condiciones. Al principio fueron la eliminación del cepo y las retenciones, los tarifazos, el pago a los buitres y las reformas previsional, impositiva, de riesgo del trabajo y de flexibilización laboral. Ahora, exige a la oposición que apoye su decisión de que la justicia laboral deje de fallar a favor de los trabajadores y que se comprometa a apoyar el ajuste perpetuo.

El gobierno repite de manera obsesiva, en especial el ministro Prat Gay, que lo que vendrá en materia inflacionaria será mejor. Una vez más, la realidad se encarga de desmentirlo. En el mejor de los casos, a fines de este año la inflación volverá a los niveles mensuales que tenía hasta octubre de 2015. Ahora bien, esa merma inflacionaria, de darse, tendrá lugar porque las empresas se verán imposibilitadas de seguir castigando con aumentos los bolsillos de los consumidores, cuyos salarios vienen sufriendo una durísima depreciación debido a la política económica macrista. La industria y el comercio ya han advertido que el aumento de precios ocasionado por el tarifazo y la devaluación no fue trasladado totalmente al valor de sus productos, lo que ocasionó una drástica disminución de sus márgenes de rentabilidad. Si a ello se le agrega la caída del salario real, nadie duda que el año que viene la puja distributiva será intensa. La inflación será la cuestión central en 2017, año vital para Macri porque en las elecciones de medio término se juega su futuro político. También repercutirán políticamente temas trascendentes como el achicamiento de los subsidios a los servicios públicos. Otra preocupación del gobierno es un eventual salto del tipo de cambio, es decir, una posible nueva devaluación de la moneda. El gobierno trató de ganar competitividad incrementando el valor del dólar. No contó con la presencia de una inflación que lentamente la va diluyendo. En lo que va del año el dólar subió el 56% mientras que la inflación alcanza el 47%, lo que genera fuertes presiones de la corporación de exportadores para forzar una nueva devaluación. El gobierno aplica el esquema de metas inflacionarias para contener el alza de los precios. Lo que hace es sencillamente mover la tasa de interés de referencia del Central según la manera de acomodarse de los precios. El gobierno eleva la tasa de interés si sube la inflación. A ello se le agrega la política fiscal (su austeridad debe ser directamente proporcional a las tensiones inflacionarias) y la política monetaria (su contracción debe ser directamente proporcional al alza de los precios). Con semejante lógica el ministro de Hacienda arriesgó a comienzos de año una inflación anual de entre el 20 y el 25%. Lo que sucedió fue que el gobierno tomó medidas que condujeron al país a un escenario de estanflación. Sin embargo, sigue manifestando que la salida del cepo cambiario fue exitosa (fuente: David Cufré: “Inflación”, Página 12, 30/7/016).

Tuvieron que pasar quince años para que un presidente inaugurara la clásica exposición rural que se realiza anualmente en Palermo. Lejos estuvo Mauricio Macri de pronunciar un discurso temporizador. Jugando de local, atacó con dureza al kirchnerismo, al que definió como el símbolo del “desorden económico”, la “mentira” y la “corrupción”. Aplaudido durante los 19 minutos de duración de su discurso, el presidente confesó su pertenencia al sector al citar a Alfredo de Angeli -calificó al campo como “un pedazo de mi vida”- presentándolo como su amigo. Además, hizo la etimología de la palabra “gauchada”, hizo alusión al gaucho como “esa persona que nunca te deja de a pie” y ensalzó la producción agrícola al destacar “la enorme importancia que tiene el campo para el país”. Más adelante habló de las necesidades que tiene el país en infraestructura, en inversión en tecnología y destacó por enésima vez la importancia del trabajo en equipo. “Durante una década”, rememoró el presidente, “escucharon al gobierno hablando de ellos o nosotros, y hoy somos todos juntos, en un mismo equipo, hace siete meses que trabajamos para que el campo sienta que se le sacó la pata de encima”. En relación con el tema lechería Macri expresó: “Es verdad que hay economías regionales con problemas, la lechería está enfrentando severas dificultades, pero ya encontraremos juntos la forma de retribuir a nuestros tamberos, que nos brindan su trabajo desde tan temprano”.

El meollo del mensaje presidencial fue la actividad agroexportadora. Macri consideró al agro como la llave maestra para sacar al país del atolladero en que se encuentra. “Este maravilloso país, hace mucho años que crece por debajo de su potencialidad, y en los últimos cinco años, nulo crecimiento”, sentenció. Esta afirmación se contradice con las estadísticas revisadas del producto bruto ofrecidas por el Indec de Jorge Todesca. En efecto, dichas cifras revelan un crecimiento del 2,3% para 2015. Entre el segundo y tercer trimestres de ese año el crecimiento se situó entre el 3,7% y el 3,5%. El cuarto trimestre presentó una desaceleración al 2,2%. Durante el primer trimestre de 2016 el crecimiento se planchó al 0,5%. El presidente insistió con su idea de “generar empleo de calidad, verdadera solución de la pobreza”. Una vez más, la realidad lo desmiente. A raíz de la megadevaluación y quita de retenciones durante el primer cuatrimestre la actividad agropecuaria experimentó una merma del 4,7% en cantidad de puestos de trabajo en relación con 2015. Junto con la construcción, el campo es el sector que más puestos de trabajo pulverizó en lo que va de 2016. El presidente destacó el esfuerzo del gobierno en la tarea de bajar la inflación. Finalizado el primer semestre de 2016 la inflación, gracias a la megadevaluación y el tarifazo, sigue vivita y coleando, duplicando el porcentaje inflacionario del año pasado según la medición de estadísticas de la CABA. También aludió al tarifazo-“decisiones difíciles y dolorosas que hubo que tomar”-y agradeció el apoyo mayoritario de la sociedad pese a su dureza (fuente: Raúl Dellatorre: “Volver a “la normalidad del campo” como motor”, Página 12, 31/7/016).

La Sociedad Rural es uno de los más tradicionales grupos de presión de la Argentina. Emblema del orden establecido y enemiga de todo lo que huela a “populismo”, su jornada inaugural anual ha sido una cita impostergable para el presidente de turno, tanto civil como militar. En efecto, a lo largo de la historia el acto de inauguración de la Exposición Rural pasó a ser la jornada emblemática del poder real de la Argentina en la que el circunstancial ocupante de la Casa Rosada asistía para presentar su programa de gobierno, para así congraciarse con los que mandan. Sin embargo, hubo algunas excepciones que no hicieron más que confirmar la regla. El 13 de agosto de 1988 el presidente Raúl Ricardo Alfonsín asistió a la 101 Exposición de Ganadería y Agricultura organizada por la Sociedad Rural Argentina. Eran las postrimerías de su ajetreada presidencia y el establishment le había bajado el pulgar. Sentado al lado del por entonces presidente de la Sociedad Rural, Guillermo Alchourón, Alfonsín comenzó su discurso. A los pocos minutos recibió una lluvia de insultos y abucheos que fueron una afrenta para el presidente como persona y para la investidura presidencial. Dijo Alfonsín: “Yo quiero comenzar por poner de relieve esto que está sucediendo esta tarde en la Sociedad Rural Argentina. Estas manifestaciones no se producen en tiempos de dictadura, aunque parece que algunos comportamientos no se consustancian con la democracia, porque es una actitud fascista no escuchar al orador. No creo realmente que sean productores agropecuarios los que tienen este comportamiento, son los que muertos de miedo se han quedado en silencio cuando han venido acá a hablar en representación de la dictadura. Y son también los que se han equivocado y han aplaudido a quienes han venido a destruir la producción agraria argentina, no son los productores agropecuarios” (fuente: Google-Wikipedia). Veinte años más tarde, la Sociedad Rural embistió contra Cristina Kirchner. Pero en esta oportunidad el conflicto fue mucho más grave ya que se exteriorizó a través de cacerolazos y cortes de rutas que fueron ampliamente respaldados por el poder mediático concentrado. Durante cuatro meses el país estuvo a merced del poder agropecuario representado no solamente por la Sociedad Rural, sino también por Confederaciones Rurales Argentinas, Coninagro e increíblemente por la Federación Agraria. El motivo de la rebelión fue la recordada resolución 125, creación intelectual del por entonces ministro de Economía y hoy embajador en Estados Unidos, Martín Lousteau. La guerra terminó con la capitulación del por entonces vicepresidente de la nación, el radical Cleto Cobos. En los días posteriores arreciaron los rumores sobre la renuncia de Cristina en un claro intento destituyente. Pasada la tempestad la presidenta continuó ejerciendo el poder hasta el 9 de diciembre de 2015, no sin antes sufrir otros mandobles golpistas.

Share