Por Hernán Andrés Kruse.-
“Ser liberal es (…) primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo”. Esta frase describe a la perfección la esencia del liberalismo. Pone en evidencia que se trata fundamentalmente de una filosofía de vida que se apoya en la disposición del ser humano a entenderse con quien está situado, ideológicamente, en la otra vereda. Esa frase fue pronunciada por uno de los más preclaros exponentes de la tradición liberal española, Gregorio Marañón, médico internista, científico, historiador, político y escritor.
El presidente de la nación, lamentablemente, se encuentra en las antípodas del ilustre galeno. Las palabras “tolerancia” y “respeto” no existen en su diccionario. La intemperancia de Milei quedó nuevamente de manifiesto en los últimos días cuando decidió protagonizar con Cristina Kirchner un durísimo cruce público. El viernes 6 la ex presidenta publicó una extensa carta en la que acusó a Milei de “exlibertario” y de ser el responsable de la tragedia social y la crisis de deuda que está azotando al pueblo. La respuesta del presidente no se hizo esperar. Su primera respuesta fue a través de X: “Yo sé que vos de economía no entendés mucho, demostrado por el hecho de que te rodeaste de analfabetos numéricos que destruyeron el país con su chamanismo económico”. “Si querés aprender un poco prende la tele hoy a las 19 hs. que voy a estar dándote una clase particular ad-honorem”.
Milei hacía alusión a su participación en el cierre de la cuadragésima quinta Convención del IAEF celebrada en la ciudad de Mendoza. Delante del establishment empresarial del país, Milei expresó lo siguiente: “Cris, anotá que te paso otra lección. Tasa de interés negativa. Es como el helado. Ustedes tienen un helado, conforme va pasando el tiempo, vale menos. Esa es una tasa de interés negativa. No le puede decir el precio del dinero, señora. Porque la tasa de interés existe independientemente de que exista el dinero”. “Cassius Clay llamaba a los fotógrafos y les decía que se preparan porque venía el knock out. Tomen la foto porque se viene otro knock out para la señora Cristina Fernández de Kirchner”. “Anote, señora, la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario generado por un exceso de oferta de dinero”. “Señora, es una burrada decir que el tipo de cambio es el que determina el resto de los precios” (Fuente: Infobae, 6/9/024). ¿Qué tienen que ver estas expresiones con la característica medular del liberalismo inmortalizada por don Gregorio? Nada. Absolutamente nada.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Gregorio Marañón y Bertrán de Lis y Antonio López Vega titulado “El último Marañón” (Fundación Ortega-Marañón). Se trata de un magnífico análisis de lo que significó para España la figura de don Gregorio, un emblema del liberalismo como filosofía de vida. Mientras me enfrascaba en su lectura no pude dejar de comparar al ilustre médico internista con Javier Milei. Confieso que se me escaparon varios lagrimones.
“La mayor aportación política de Marañón fue sin duda haber levantado la bandera del liberalismo, de la libertad, en una época en que pocos o ninguno podían hacerlo”. MIGUEL ARTOLA
“Gregorio Marañón entendió el liberalismo como algo más allá de lo estrictamente ideológico, como una pauta de conducta. Imbuido de un profundo humanismo, para él ser liberal constituía algo consustancial a la persona. En este sentido, escribió en “Españoles fuera de España” (1947) que el “sueño de la libertad (…) es imprescindible para el bienestar de los reinos; porque está unido al instinto de vivir. Se ama la libertad como se ama y necesita el aire, el pan y el amor”. En el prólogo a sus “Ensayos liberales” (1947) afirmó: “se es liberal como se es limpio, como, por instinto, nos resistimos a mentir”. Entonces explicó que el liberalismo implicaba, “primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, por el contrario, son los medios los que justifican el fin”.
Es de destacar la publicación, en plena dictadura, de ambos libros, y lo significativo de sus títulos. En efecto, Marañón, que había regresado del exilio a finales de 1942, iba a representar hasta su muerte la tradición liberal española, en coherencia con lo que había sido su trayectoria anterior. Marañón ya se había opuesto a la dictadura de Primo de Rivera, siendo encarcelado, multado y cesado en su puesto de director del Hospital del Rey. Jugó un papel importante en la llegada de la Segunda República: con Ortega y Pérez de Ayala encabezó la Agrupación al Servicio de la República, y fue diputado en las Constituyentes. Luego, renunció a los más altos nombramientos que se le propusieron, desde la presidencia de la propia República a la formación de un gobierno, para dedicarse a su vocación clínica investigadora y docente.
En los meses anteriores a julio de 1936, al advertir el extraordinario ascenso de la violencia social, Marañón realizó constantes llamamientos a la responsabilidad, la comprensión, el respeto de la normalidad democrática y la concordia civil, creyendo con optimismo que la conflictividad política y social eran consecuencia pasajera de la “juventud” de la República, y que la reconducción de la situación permitiría continuar desarrollando el proyecto reformista que, junto a muchos otros políticos e intelectuales, había impulsado ilusionadamente cinco años atrás. Tres días después del asesinato del líder de la oposición, el 16 de julio de 1936, Marañón escribía a Marcelino Domingo, Ministro de Instrucción Pública: “(…) el vil, el infame asesinato de Calvo Sotelo por los guardias de la República, a los que todavía no se ha condenado, por los que el Gobierno da la sensación de una lenidad increíble, nos sonroja y nos indigna a los que luchamos contra la Monarquía (…), España está avergonzada e indignada, como no lo ha estado jamás (…). Esto no puede ser. Todos los que estuvimos frente a aquello (la Dictadura de Primo de Rivera), tenemos que estar frente a lo de hoy (…). No se alegue ningún otro ejemplo. A Castillo le han matado, cobardemente, unos señoritos armados (…), a Calvo le han asesinado en nombre de la autoridad, que sigue ahí, sin un acto de condenación, haciendo creer a toda España que es cómplice de lo ocurrido (…). No somos los enemigos del Régimen, sino los que luchamos por traerlo; ni los fascistas, sino los liberales de siempre y por eso hablamos así ahora”.
Cuando el 18 de julio de 1936 se produjo la sublevación militar, Marañón, que se encontraba en Portugal visitando a una enferma, regresó apresuradamente a Madrid para apoyar a la República y le escribió de nuevo a Marcelino Domingo: “ahora sólo es tiempo de decir viva la República y España” (las cartas citadas en todo este artículo son propiedad de Gregorio Marañón y Bertrán de Lis y se conserva una copia de las mismas en el Archivo de la Fundación Gregorio Marañón). Pocos días después, el 30 de julio, junto a otros intelectuales como Ortega y Gasset, Antonio Machado, Teófilo Hernando, Pittaluga, Juan Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala y Ramón Menéndez Pidal, fue obligado entre fusiles a firmar el manifiesto de adhesión a la causa republicana redactado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas-formada el 19 de julio por José Bergamín, Rafael Alberti, María Zambrano, Arturo Serrano Plaja, Luis Cernuda y otros-, en un episodio bien conocido (ABC, 31 de julio de 1936).
Con tal motivo, envió una tercera carta a Marcelino Domingo en la que puso de manifiesto la gravedad de la situación y la verdadera dimensión del conflicto: “no firmamos los llamados intelectuales con gran satisfacción interior “el documento”. Porque la adhesión a la República y a su Gobierno era excusable por sabida, sobre todo por quienes nos la pedían, gente de aluvión, de última hora, en buena parte. Quizá, conveniente en estos momentos. Pero, sobre todo, lo que hubiéramos querido decir, lo que debiéramos haber dicho era sólo esto: ¡Paz! La paz podría salir de nosotros, los que estamos al margen de la lucha política; y de los que, como Vd., aunque político militante, es y será, sobre todo, hombre de pensamiento y de responsabilidad más honda que la meramente actual que dan los partidos. ¿Le parece a Vd. que podríamos hacer algo? Me aterra el aspecto de pugna crónica que empieza a tomar el combate. (…) Me avergüenza estar como espectador en esta lucha que desangra a nuestro pueblo. Porque en el otro lado, hay pueblo también”.
Los acontecimientos revolucionarios vividos en Madrid en los meses de agosto y septiembre, los asesinatos, entre otros muchos, del político republicano Melquíades Álvarez, de Manuel Rico Avello –que había sido secretario de la Agrupación al Servicio de la República– o de Fernando Primo de Rivera –colaborador suyo en el Instituto de Patología Médica–, y los de algunas personas cercanas a las que había aconsejado que permanecieran en Madrid por creer que la República garantizaría el orden público, le horrorizaron. Junto a ello, su propio paso por las checas, las alusiones que se hicieron a su persona en el diario largocaballerista Claridad, donde, como contó más tarde a Natalio Rivas –en carta de 3 de enero de 1937–, se publicó un suelto que decía «”si queréis saber algo sobre Gregorio Marañón consultad las listas fascistas”, y las amenazas de muerte que recibió, le fueron distanciando del régimen republicano. A mediados de diciembre de 1936, Marañón partió hacia París en compañía de Ramón Menéndez Pidal, con sus familias. Como muchos de aquellos intelectuales liberales de antes de la guerra, Marañón se percató del peligro que llamaron de bolchevización o sovietización del gobierno de Madrid, pero minimizó comparativamente el peligro fascista durante la guerra, del que se derivaría una larga dictadura militar que duraría casi cuatro décadas.
El ilustre republicano Fernando Valera, que fue el último presidente del gobierno español de la República en el exilio, describió así este trance de Marañón: “Durante los meses que coincidimos en París, en los primeros tiempos de la ocupación alemana, ambos desterrados, yo además perseguido, pude comprobar su alto sentido humano y liberal. Él no había hecho la guerra con los republicanos; no se solidarizaba con sus heroísmos ni con sus crueldades, pero sí con sus desventuras, y siempre hizo cuanto estuvo a su alcance para remediarlas”.
Por su talante personal, Marañón ha sido integrado en la conocida como tercera España, entendida ésta por aquella que se sintió divorciada del giro que tomaron los acontecimientos en el verano de 1936. Así se convirtió ya desde entonces en puente entre las dos orillas proclamando, desde los meses finales de la Guerra Civil y hasta el final de sus días, la necesidad de la reconciliación nacional para la construcción de la futura España. En el otoño de 1942, Marañón decidió volver a España. Entonces todavía no se había producido el giro que supuso para la II Guerra Mundial la batalla de Stalingrado, y, a los ojos de entonces, la alternativa no era la España franquista o la Europa aliada, sino la Europa fascista o el exilio en América. En esa tesitura, Marañón, que vivía en el París ocupado por los nazis desde junio de 1940, optó por permanecer cerca de su familia y regresó del exilio. Su vuelta no fue sencilla. Un tribunal militar tuvo embargado su cigarral toledano hasta 1947 para que respondiese de sus responsabilidades políticas. La depuración impulsada por la Dictadura tampoco le permitió reiniciar su labor académica hasta ese curso de 1946-1947. Y, sobre todo, tuvo que asumir las inevitables renuncias y claudicaciones que para un liberal comportaba vivir entonces en España.
El mismo Fernando Valera nos dio el siguiente testimonio de aquel trance: “Reintegrado a España, se reincorporó a la vida social, universitaria y académica; pero se mantuvo discretamente al margen del régimen, aprovechando los resquicios de libertad que a él le toleraban en razón de su renombre internacional, para proclamar sus ideas liberales, protestar de persecuciones arbitrarias y trabajar por la reconciliación y concordia de los españoles. Y nunca negó a los exiliados, ni individual ni colectivamente, la amistad y el respeto”.
09/09/2024 a las 11:58 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La casta que rodea al Presidente
Joaquín Morales Sola
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
8/9/024
Ante la requisitoria periodística o política, es Caputo quien responde por las acciones de los servicios de inteligencia o por las novedades empresarias de YPF (para citar solo dos ejemplos donde él tiene vicarios que gobiernan en su nombre). Es el jefe, sin disimulos ni maquillaje. Caputo es la consecuencia del rechazo de Milei a todo lo que se parezca a la política. Dicen que el Presidente puede quedarse dos o tres horas intercambiando ideas con el ministro de Economía, Caputo el tío, o con el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, pero no soporta más de diez o quince minutos una conversación sobre asuntos políticos. Los que conversan con Milei saben (o dicen saber) que para él todo lo que viene de la política es interesado, estatista o directamente corrupto. Todos los políticos que van a verlo o a los que él mismo invita, asegura, solo buscan una ventaja del Estado. “Hasta los que se dicen liberales son estatistas disfrazados”, suele deslizar. ¿También Mauricio Macri? Nadie responde.
Con esa idea fija del jefe político (que aborrece la política) se conformaron los bloques parlamentarios libertarios, cuyos miembros parecen participar de un campeonato permanente de lucha libre. Son novatos que ni siquiera saben por qué luchan. Los únicos dos legisladores que demostraron cierta vocación política, el senador Francisco Paoltroni y el diputado Oscar Zago, terminaron expulsados del bloque y del cargo que tenían. Paoltroni, primer candidato a presidente provisional del Senado, segundo en la línea de sucesión presidencial, fue desplazado a último momento para poner en su lugar a un mileísta más disciplinado, Bartolomé Abdala. Resulta que Abdala acaba de aceptar que tiene presuntos asesores que solo le sirven para su campaña a gobernador de San Luis y que esos asesores le cuestan al Estado cerca de 25 millones de pesos mensuales. El Estado como filántropo de los ambiciosos.
Según una información publicada en LA NACION por el periodista Nicolás Balinotti, hay mucho más que Abdala en el bloque de senadores de La Libertad Avanza. Hay 6 senadores, 88 asesores y un presupuesto de 120 millones de pesos mensuales. Abdala fue funcionario de Adolfo Rodríguez Saá y tuvo estrechos vínculos con Julio Grondona, el incombustible mandamás de la AFA que murió en el cargo. Con tales maestros, la conclusión más obvia es que Abdala nació y creció a la sombra de la casta.
En la semana que pasó, Milei se regodeó con otra pelea y se fue a visitarlo a Marcos Galperin, el creador de Mercado Libre, que está ahora duramente enfrentado con los bancos privados argentinos. Le gusta más la guerra que la tregua. Pero lo más interesante no estuvo en esa pelea, sino en las palabras de Milei en un discurso otra vez violento. “El empresario es el único que puede generar riqueza”, dijo, y agregó: “Los políticos no saben hacerlo, y cuando intentan hacerlo solo producen corrupción”. Error. Ese mensaje cala hondo en una sociedad argentina harta de una política local impotente y fracasada (y en muchos casos corrupta), pero es injusto. Felipe González, Fernando Henrique Cardoso, José María Aznar, Angela Merkel, Julio Sanguinetti o los Lacalle (padre e hijo), y la lista es infinitamente más larga, son ejemplos de políticos que hicieron más ricos a sus países.
Aquella afirmación muestra rasgos de incultura política del Presidente o sabe que no es verdad lo que dice y cultiva una forma de capitalismo populista. El populismo es un recurso malsano de cualquier ideología. Esas ideas de Milei, auténticas o no, explican de algún modo que el jefe del Estado siga conservando buenos índices de simpatía popular en medio de uno de los ajustes más severos que se recuerden. La mayoría de los argentinos solo sabe que no quiere volver a lo anterior, sobre todo al peronismo kirchnerista que gobernó durante 16 años y concluyó su devastación del país y de la moral pública con el escándalo que encerró definitivamente en su casa al expresidente Alberto Fernández. Hay encuestas que señalan que esa mayoría social prefiere el riesgo del caos antes que regresar a lo que se fue con la llegada de Milei. La marea mileísta arrastra a muchos dirigentes a cimas que antes eran improbables: encuestas recientes señalan como el mejor candidato a suceder en 2027 a Axel Kicillof en la gobernación bonaerense (él no tiene posibilidad de reelección) al intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, un dirigente de Pro que se lleva muy bien con Milei. Gracias, Cristina.
La hegemonía mileísta en la opinión pública quedó demostrada con la escasa concurrencia a la manifestación de jubilados, movimientos sociales y partidos de izquierda el miércoles pasado. Fueron al Congreso para oponerse a la decisión presidencial que vetó el proyecto aprobado por senadores y diputados sobre la movilidad jubilatoria. Entre la impugnación moral a los movimientos sociales (por actos de supuesta corrupción con los subsidios a los argentinos que viven en la pobreza) y la escasa convocatoria de los partidos de izquierda, la rebeldía contra Milei se encogió dramáticamente. La protesta de los jubilados fue tan inofensiva que le permitió a Guillermo Francos ironizar sobre el tema: “Vi muchos jubilados jóvenes”, dijo en alusión a una rebeldía mayoritariamente juvenil.
Según todas las constataciones, el único “cisne negro” posible de Milei sería un eventual retroceso de la economía. La gente común solo espera de él soluciones a la crisis económica, no una revolución política. La “casta” que lo rodea (Ariel Lijo, Ricardo Lorenzetti, Daniel Scioli, entre muchos más) parece no perjudicarlo. Hasta ahora. Milei lo sabe. ¿Por qué, si no, insistiría con la inexplicable candidatura de Lijo como juez de la Corte Suprema? ¿Por qué, si lo expone a una copiosa crítica que él no puede responder? ¿Por qué el empecinamiento en enfrentarse con el periodismo independiente y serio cuando nunca lo hace con los voceros mediáticos del kirchnerismo? Vale la pena leer y releer la columna que escribió A. G. Sulzberger, editor de The New York Times (la publicó en el diario The Washington Post, su principal competidor), sobre los riesgos para la sobrevivencia del periodismo independiente y riguroso que conllevaría una eventual reelección de Donald Trump. No obstante, Sulzberger anticipa que no será él quien, en nombre de la libertad de prensa, resigne la independencia periodística, deje de lado la neutralidad y directamente se oponga a la reelección de Trump. “Renunciar a la independencia periodística por miedo a que más tarde nos la puedan quitar representa una total falta de visión”, señala el editor del diario más influyente del mundo. Contestar los agravios de Milei es peor aún: es una lamentable pérdida de tiempo, aunque las afrentas injustas al periodismo independiente son también una agresión a las reglas básicas de la democracia y la república. ¿Lo sabe Milei? ¿Le importa? Es probable que lo ignore, obsesionado como está en destruir todo lo que no le conviene.
Un experimentado diplomático argentino se preguntaba el viernes cuán difícil es ser canciller de Milei y ponía el ejemplo de su reciente solidaridad con Elon Musk, el dueño de X, en el combate de este con la Justicia de Brasil. La red social X fue prohibida en Brasil por el juez del Tribunal Supremo Alexandre de Moraes; este magistrado le ordenó a Musk en abril pasado que cerrara varias cuentas de extrema derecha por difundir información falsa sobre la derrota de Jair Bolsonaro en 2022. Musk se negó a hacerlo y destituyó al representante legal de X en Brasil; el juez Moraes le exigió que nombrara un representante legal porque así lo exige la ley brasileña. Musk se volvió a negar y el magistrado prohibió la circulación de X en Brasil, el quinto país en el mundo con más usuarios de esa red. Milei se solidarizó en el acto con Musk. Siempre es reprochable –y lamentable– una decisión que mutila la libertad de expresión en cualquier medio de comunicación (incluidas, desde ya, las redes sociales), pero el silencio es también una alternativa que la diplomacia suele ponderar. El Presidente es el Presidente. Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Por ahora, al menos.
En ese contexto de agresiones y violencias, el presidente y el vicepresidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino y Marcos Pereda, fueron víctimas de un deplorable atentado sin consecuencias mortales, pero atentado al fin. Coincidentemente, el sanguinario exjefe de Montoneros, Mario Firmenich, reapareció para reivindicar la lucha armada y el baño de sangre de los años 70. No hay nada más viejo en la política argentina que Firmenich y sus ideas que costaron la vida de miles de personas. Destellos antiguos y sombríos. Escudarse en el discurso de la vicepresidenta Victoria Villarruel para volver a hablar en público es de un cinismo sin límites ni medidas. Villarruel está pidiendo una mirada completa y objetiva de lo que sucedió cuando transcurrían los años 70. También dijo que la Justicia debería juzgar los crímenes de los Montoneros. Más allá de si ahora es oportuna o no (esa es otra discusión), la vicepresidenta expuso la misma política que aplicó Raúl Alfonsín en los años 80 y que terminó con Firmenich extraditado y preso, hasta que Carlos Menem lo indultó. Milei debería observar todo ese paisaje antes de insistir con la violencia de sus palabras. La cultura que circula desde el poder es más influyente en vastos sectores sociales que las pobres ráfagas de un pasado triste.
09/09/2024 a las 12:01 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Señales de alarma para preocuparse
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
8/9/024
Desde que sufrió una sucesión de traspiés parlamentarios (fondos reservados para la SIDE, compensación jubilatoria y Comisión Bicameral de Inteligencia), Javier Milei ha debido incorporarse a una escena pública que le sienta incómoda. Esa que, en los últimos días, por ejemplo, lo encontró departiendo con diputados propios y colaboracionistas del PRO. Un encuentro y una fotografía denostados por su principal asesor, Santiago Caputo. “Un tiro en los pies”, lo calificó el joven prestidigitador de las redes.
Es muy posible que el intento presidencial por enmendar aquel paso no haya sido una casualidad. Tampoco, impulsado por una sola razón. Sin decir nada a nadie firmó el decreto que limita el acceso a la información pública. Un derecho de la sociedad y de los medios de comunicación. El Gobierno no estaría obligado desde ahora a brindar información del ámbito de la vida privada de los funcionarios públicos ni de todo aquello que sea preparatorio de una decisión estatal.
Al margen del carácter restrictivo de la determinación oficial, no puede pasarse por alto otro detalle. La norma modificada fue uno de los aciertos institucionales que dejó como herencia la administración de Mauricio Macri. El PRO emitió un duro comunicado de repudio. El jefe del bloque de Diputados, Cristian Ritondo, aseguró que se lo dijo al Presidente. El macrismo, vale recordarlo, es el aliado principal que tiene el Gobierno para gestionar políticas en el Congreso que La Libertad Avanza, por su volumen escaso y conocimiento precario, no está en condiciones de encarar.
Claro que el macrismo no estuvo solo. Todas las fuerzas políticas condenaron aquel decreto de Milei. Incluido el kirchnerismo, amante siempre del oscurantismo informativo. Se montaron en el repudio centenares de organizaciones civiles y se aprestan presentaciones en la Justicia por el carácter presuntamente inconstitucional del decreto.
Guillermo Francos soportó, a propósito, una firme interpelación cuando asistió en Diputados a cumplir con su primer informe como jefe de Gabinete. El veterano dirigente improvisó una respuesta que no poseía. Aclaró que aquel decreto presidencial podría ser revisado. Difícilmente ocurra, por un motivo: la decisión le permitió a Milei retomar su guerra contra “la casta”. Alineada casi sin fisuras, a juicio suyo, en oposición al límite establecido para el acceso a la información pública.
Nunca la relevancia del líder libertario ha estado ligada a la política o a los asuntos institucionales. Esos menesteres le desagradan, según confió a los diputados que lo visitaron en la Casa Rosada. Su fuerte radica en la economía-financiera, el equilibrio fiscal, la lucha contra la inflación. ¿A la sociedad le importan más esas cosas o los cambios en el acceso a la información pública?, fue el interrogante que hicieron circular los libertarios en las últimas horas. Antes que una pregunta pareció una explicación sobre lo ocurrido.
Aquel episodio representó apenas el prólogo del renovado embate de Milei contra “la casta”. El primer mandatario no se guardó nada al hablar en el Foro de Madrid que se realizó en Buenos Aires. Un mitin con escasa asistencia, organizado por el partido Vox de la ultraderecha española, encabezado por su numen, Santiago Abascal. Sopapeó a “la casta” y al socialismo. Como no lo había hecho nunca, llamó a Alberto Fernández “autócrata golpeador”. Alentó a quienes vociferaban insultos desde las plateas.
Milei se guardó un tramo de la alocución para hablarle a los propios. Advirtió sobre la dispersión y las peleas internas. Exhortó a la unión para poder llevar adelante la difícil tarea que les espera. Una señal alentadora: sabe con evidencia lo que ocurre en el pandemonio libertario. Una comprobación: parece no haber hallado todavía la manera de conducir dos cuerpos (Diputados y el Senado) que batallan muchas veces por cuestiones incomprensibles.
El jefe del bloque de la Cámara baja, el cordobés Gabriel Borboroni, fue vapuleado por los pares que no resultaron invitados a aquella primera cumbre con Milei en la Rosada. La diputada Lilia Lemoine es acusada desde adentro de manipular supuestos videos extorsivos. ¿Contra quién? En el Senado saltó una liebre: los seis senadores de LLA reúnen 88 asesores. El presidente provisional, Bartolomé Abdala, confesó que varios de los suyos trabajan en su provincia, San Luis. Aspira a ser el próximo gobernador. Ni macristas, ni kirchneristas, ni radicales, ni los “lilitos” podrían haber perfeccionado ese cuadro.
El Presidente se entusiasma en agitar la bandera de la lucha contra “la casta”. Puede que le siga dando réditos. Debe darse cuenta, sin embargo, que la campaña electoral quedó muy atrás. Camina ahora sobre terreno embarrado. La semana pasada fue la vicepresidenta, Victoria Villarruel, y algunos aliados no libertarios quienes impidieron o postergaron otra amargura a Milei en el Senado. El naufragio final del DNU de la SIDE, la ampliación del presupuesto universitario y, probablemente, la imposibilidad de habilitar la Boleta Única para las legislativas de 2025.
Más allá de la insistencia de Milei con el veto a la compensación a los jubilados, exhibido como muestra de autoridad y firmeza, el Gobierno parece estar balanceándose entre esa postura de aparente avance y una estrategia de defensa a la cual lo obliga, de manera paulatina, la oposición. No de modo excluyente el kirchnerismo.
El Gobierno se enfrenta a dos amenazas que exceden a “la casta”. La postura intransigente contra los jubilados, en defensa del equilibrio fiscal, acarreará, antes o después, un costo político y social. El líder libertario lo advirtió en abril cuando fue sorprendido por una marcha multitudinaria, repleta de votantes suyos, en defensa de la educación pública y los fondos universitarios. Permitió sin interferencias la catarsis y recompuso el rumbo.
El desafío podría replicarse si, como afirma, aplica otro veto al presupuesto adicional para las universidades que aspira a sancionar el Senado. Sería el momento de repensar ciertas cuestiones. Nadie puede discutir que el Estado ha recuperado el control de la calle después de estar por décadas bajo la tutela de piqueteros y movimientos sociales. No todas las situaciones deben auscultarse bajo un mismo cristal.
Existió una reprimenda desproporcionada en una protesta de empleados judiciales –no más de 50—que reclamaron por una paritaria mejor. Es cierto que viejos y mañeros dirigentes se filtraron en la protesta de los jubilados frente al Congreso. Pese a eso, cabría una pregunta: ¿Hacía falta semejante despliegue policial para controlar a un millar de personas? Quizá le alcance a Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad, con bajar simplemente un cambio.
Un gesto así, a lo mejor, ayudaría a aplacar un clima político y social que se advierte muy tenso. Encima de una grieta. Originado en las penurias objetivas producto del ajuste y de la crisis. La dirigencia arroja combustible en esa tea con demasiada indolencia. Sería prudente que Milei rehaga su lenguaje cotidiano insultante y provocador hacia cualquiera. También ayudaría que dirigentes como el senador K José Mayans desista de las alusiones psiquiátricas contra el mandatario. O Pablo Moyano, uno de los secretarios de la CGT, deje de augurar desestabilizaciones del Gobierno.
Esos contextos son los que suelen propiciar situaciones sorprendentes, graves e inexplicables. Ocurrió el jueves con un paquete explosivo que estalló en la oficina del titular de la Sociedad Rural, Nicolás Pino. No tuvo consecuencias insolubles. Representa una alerta inquietante. Nadie en el Gobierno, ni fuera de él, entiende las razones y el origen. Se apunta a grupos periféricos. La patrulla digital libertaria, burda, cargó culpas contra el macrismo y otros por no aprobar los fondos reservados para la SIDE.
Aunque se trate de episodios muy distintos, resulta difícil no parangonarlo con aquel umbral de tragedia a la que se asomó la Argentina en septiembre de 2022. Fue el intento de magnicidio contra Cristina Fernández. Pese a la investigación judicial y el juicio en curso a los responsables, la ex presidenta nunca pudo aceptar que haya sido obra de un grupo de marginales. Fernando Sabag Montiel, Brenda Uliarte y Gabriel Carrizo. Llamados “los copitos”. Personas resentidas que incubaron odio y violencia al amparo del concepto bélico que impuso por décadas el kirchnerismo en el poder.
La escalada de ese clima enrarecido puede haber contribuido a diluir algunos trámites políticos que se hacían con discreción. Uno de ellos refiere a la nominación de los jueces Ariel Lijo y Manuel García- Mansilla para la Corte Suprema. La parálisis sucedería por una hábil maniobra de Cristina: dejó correr todas las discusiones, nunca negó consultas oficiales con su entorno, pero cerca de la hora de los bifes blanqueó condiciones. No habría lugar para aquellos jueces si no se discute una ampliación del máximo Tribunal donde el kirchnerismo pueda terciar.
Tantas idas y vueltas no resultan ajenas a los cuatro magistrados de la Corte. En diciembre debe dejar su cargo el cordobés Juan Carlos Maqueda. La indefinición general estaría induciendo al cuerpo a anticipar una decisión: renovar en cualquier momento la presidencia de Horacio Rosatti, respaldado por el propio Maqueda y por Carlos Rosenkrantz. Ricardo Lorenzetti toca otra melodía.
Ese status quo no convence a Cristina. En el Tribunal terminarán cayendo, al final, sus causas por corrupción. De allí la idea de ampliarlo. La ex presidenta, antes de eso, considera que habría que atender la evolución de la realidad económico-social. Sostuvo un chicaneo con Milei y formuló consideraciones no todas desechables. El problema de su palabra es siempre el mismo: la historia y el prontuario.
09/09/2024 a las 12:06 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El pacto no escrito entre Javier Milei y Cristina Kirchner
Martín Rodríguez Yebra
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
8/9/024
Javier Milei y Cristina Kirchner son dos eximios monologuistas, convencidos de que podrían ganarle un debate a quien fuera si existiera alguien merecedor de enfrentarlos. El show de cartas, tuits y discursos que se dedicaron el viernes exhibió el abismo que los separa en términos ideológicos, pero dejó entrever también la fascinación mutua de reconocerse en las palabras del otro como el rival preponderante.
Como en un pacto no escrito, dieron un paso en la configuración de una nueva grieta que los ubica en polos extremos de un sistema político atomizado, donde se difuminan las lealtades partidistas y reina la desorientación. La puesta en escena de una enemistad en apariencia irreductible echa humo, además, sobre las negociaciones culposas entre los libertarios y el kirchnerismo para reconstruir el sistema judicial argentino.
A Milei la reaparición de Cristina le cayó como una señal de las Fuerzas del Cielo. Ocurre en pleno rediseño de su perfil de conductor político y cuando necesita otro orden de cosas para resistir las amenazas a su gestión que plantea un Congreso donde La Libertad Avanza está en minoría.
Después de la aprobación de la Ley Bases y el paquete fiscal, soñaba con gobernar por decreto y adormecer a un Parlamento poblado de “los perdedores de las elecciones”. La ley opositora que impuso un aumento a las jubilaciones sacudió el desdén del Presidente por “el barro de la política”. Se resignó entonces a seducir al Pro y a acomodar el caos de los bloques libertarios, adictos al escándalo.
Su objetivo módico en ese terreno consiste en construir una minoría de bloqueo que impida a sus rivales rechazar el veto presidencial a los cambios previsionales y a cualquier otra decisión que aumente el gasto público. Con un tercio de los diputados le alcanza.
Aunque activó una mesa chica de discusión política y aceptó recibir a legisladores aliados, Milei se concentra en el papel en el que se siente más cómodo: la batalla cultural.
Es un terreno en el que la victoria está más a mano que en la economía, que lo expone todo el tiempo a la contradicción entre su ideario y las carencias que le toca administrar.
Necesita un equilibrio entre lo que le hizo ganar las elecciones –la promesa de una liberalización radical de la economía, la denuncia de “la casta”– y aquello que le permite sobrevivir –el cepo cambiario, los aumentos escalonados de tarifas, los acuerdos de continuidad con el antiguo régimen–.
Milei puede celebrar la baja pronunciada de la tasa de inflación, el ajuste del gasto, el dólar quieto y la escasa conflictividad callejera. Pero esos logros conviven con la peor recesión en 20 años y la duda persistente del sector financiero sobre la capacidad argentina de acumular reservas de cara a un 2025 desafiante en términos de deuda.
El gran triunfo retórico del Presidente ha sido su habilidad para apalancarse en un pasado ignominioso –la herencia de Alberto Fernández y el cuatro gobierno kirchnerista– y ofrecer un futuro de grandeza. Ha logrado imponer en un sector muy amplio de la opinión pública la lógica del “vamos ganando”, aunque el partido apenas haya empezado.
Puede decir que “las jubilaciones están volando”, ajeno a la empatía y a las matemáticas. O aplaudir sin miedo a su ministro de Economía, Luis Caputo, cuando pronostica que en la Argentina “van a sobrar los dólares”.
UN DISCURSO MÁS VIOLENTO
El relato se alimenta con la esperanza y la ira. Por eso Milei ha radicalizado aún más su discurso. De un lado están los propios y aquellos aliados que depongan las armas; del otro solo “ratas inmundas”. El consenso es una trampa: llegó a decir esta semana que “cuanto más voto tiene un proyecto en el Congreso peor es para la sociedad”. La crítica o la pregunta escéptica del periodismo se asemeja a un crimen.
Difícil encontrar un resumen más contundente en la historia argentina del desdén de un dirigente hacia la prensa libre que el discurso de barricada que Milei ofreció el jueves en el Foro de Madrid, convocado en el CCK por los españoles de VOX y otras fuerzas de la ultraderecha internacional.
En 46 minutos de alocución acusó a los periodistas “propagandistas en venta al mejor postor”, “ensobrados”, “esbirros”, “pauteros”, “corruptos”, “cómplices” de Alberto Fernández y su cuarentena eterna, conspiradores que “ponen palos en la rueda deseando que todo estalle” y que reclaman “censura para el que piensa distinto”. Los llamó “vomitivos y repugnantes”, “caraduras”, integrantes “de la casta” que mantienen “relaciones carnales” con la vieja política porque “tienen el culo sucio”. Denunció que lo atacan porque “están llenos de insolencia y de impiedad”. Y llamó a sus seguidores a resistir: “El cielo los aplastará delante nuestro”.
Quiso la casualidad que esas palabras coincidieran con la publicación de la columna que firmó el editor de The New York Times, Arthur Sulzberger, sobre la “silenciosa guerra contra la libertad de expresión” declarada por gobiernos autoritarios de distintos puntos del planeta. Detalla allí una suerte de manual de instrucciones de cinco puntos que esos líderes aplican para condicionar a las voces críticas.
El mandamiento 1 recomienda: “Crear un clima propicio para la represión de los medios, sembrando desconfianza en la opinión pública sobre el periodismo independiente y normalizando el acoso a los periodistas que lo integran”. El 3 sostiene que se deben “escalar los ataques contra los periodistas y sus empleadores, alentando a los partidarios del poder de otras partes del sector público y privado para que adopten esas mismas tácticas”. No se olvida, en el 5, de que no se trata solo de castigar a los medios independientes sino de “recompensar a quienes demuestran lealtad y sumisión al gobierno”.
¿Cuánto de eso resuena en la Argentina, donde el gobierno libertario celebra un tipo de comunicación sectaria, partidista, que desprecia el disenso, banaliza los datos y editorializa desde el insulto?
A MIlei no lo asiste aquí la ventaja de lo disruptivo. Cristina Kirchner podría suscribir el manual revelado por Sulzberger, incluso en los puntos que este gobierno no ha incursionado, como aquellos que refieren a “manipular el sistema legal y regulatorio para castigar a periodistas y organizaciones de noticias” o a “hacer una explotación de la Justicia, en general a través de causas civiles, para imponer sanciones logísticas y financieras adicionales” a la prensa.
CERCO INFORMATIVO
El decreto que limitó el derecho de acceso a la información hace juego con la estrategia de construir un cerco entre el Estado y el periodismo inquieto. Y encendió otra vez la desconfianza del Pro, atrapado en el pantanoso juego de pactar con un gobierno que conquistó a su electorado y no está dispuesto a compartir el ejercicio del poder real.
La ley de acceso a la información era una bandera de transparencia de la que se vanagloriaba la gestión de Mauricio Macri. Las quejas de diputados del partido amarillo y de los ex Juntos por el Cambio encontraron el aparente interés del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, pero se toparon con una pared cuando llegaron al asesor sin cargo Santiago Caputo. Francos prometió en la Cámara de Diputados una revisión; Caputo la negó de plano. Aprovechó el revuelo para afianzar su predominio interno en la Casa Rosada. “Ganen las elecciones y después reglamenten las leyes como quieran”, les mandó decir a los aliados quejosos. Cristina hizo escuela: la soberbia no tiene ideología.
La opacidad tranquiliza al poder, pero no es una herramienta infalible. A Milei se le atragantó la cena del miércoles cuando vio en redes cómo el senador Bartolomé Abdala contaba alegremente en televisión que tiene “unos 15 empleados” públicos asignados a hacer campaña por él en San Luis porque quiere ser gobernador.
Fuentes de la Casa Rosada dicen que el primer impulso fue echarlo. Pero Abdala no es un legislador cualquiera: lo eligieron presidente provisional del Senado, es decir integra la línea de sucesión presidencial. Hoy La Libertad Avanza no tiene manera de formar una mayoría para reemplazarlo. “Y además, ¿a quién pondríamos?”, se sincera una fuente oficialista. El bloque de senadores expulsó la semana pasada a Francisco Paoltroni, por oponerse a la nominación de Ariel Lijo en la Corte y por criticar sin tapujos a Santiago Caputo. Abdala es uno de los seis que quedan en el bloque. El que consideraban “más articulado”.
Se optó finalmente por la continuidad y mirar para otro lado. El pecado de Abdala no fue acomodarse a los privilegios de la casta, sino su imprudencia declarativa. Nadie en el Gobierno ordenó a sus legisladores renunciar al festival de contratos, pasajes, viáticos y otras ventajas que vienen con la banca.
La selección de la gente que lo acompaña es una materia pendiente en la formación de Milei como líder. Deberá afinar el ojo a futuro, sobre todo si no quiere poner en duda su reciente autoproclamación como “uno de los dos políticos más importantes del mundo” y como el responsable “del mejor gobierno de la historia argentina”.
Acaso por eso sintió la necesidad de dar un mensaje hacia dentro por primera vez. Les dijo a sus seguidores que lo que tienen enfrente es “el partido del Estado, o sea, la casta” y les reclamó: “La única manera de presentarles batalla es con organización y disciplina de nuestro lado”.
Venía de tener dos días antes una discusión a los gritos con su diputada Lilia Lemoine, a quien acusaron en círculos kirchneristas de amenazar con la difusión de imágenes comprometedoras para el Presidente. “Todos los días nos salen con una nueva. A veces Javier les quiere cortar la cabeza a todos”, relata una fuente de trato asiduo con el Presidente.
Lemoine jura lealtad y se declara víctima de operaciones arteras. A veces no puede con su genio, como cuando difundió un video en el que ella y otros libertarios como Fernando Cerimedo bromean con las razones para apoyar la nominación de Lijo. Desde “lo vi salvar a un bebé de un incendio” a “desarrolló la cura de un problema genético”. Cualquiera diría que se estaban mofando de los argumentos que dio Milei (llegó a destacar a Lijo como el máximo experto en ciberdelito, pese a que el juez no puso una línea sobre ese tema en el frondoso currículum que presentó ante el Senado).
EL PLAN LIJO
Cinismo aparte, el plan Lijo se estancó por decisión de Cristina. Ya avisó, por boca del senador Mariano Recalde, que demanda una negociación más amplia. Quiere poner sobre la mesa una ampliación de la Corte (que Milei por ahora no avala), la designación del procurador general y la cobertura de más de 140 juzgados vacantes. Santiago Caputo mantiene la línea abierta con el “enemigo kirchnerista”.
El mensaje de Cristina del viernes fue una forma de posicionarse en esa discusión. Disimulada en el repudio al modelo económico de Milei, la expresidenta presentó la mayor autocrítica de la que ha sido capaz hasta hoy. No usa la primera persona a la que es tan afecta, pero cuando describe los errores de interpretación del peronismo está revisando su propio pasado.
Se posiciona así como el motor de una refundación ideológica que el partido de Perón hace tiempo pregona hacia adentro sin que nadie se anime a pasar a la acción. En momentos en que se discute su figura y su papel inocultable en el fiasco de Alberto Fernández, ella los mira a todos desde arriba. Y consigue la réplica del Presidente, que la reconoce como par y le concede la gracia de su atención. Un discurso entero de 1 hora y 20 le dedicó el viernes, en el que celebró haberle dado “un knockout”, sin detenerse a pensar en lo inconveniente de la metáfora.
En términos políticos, una Cristina protagónica es para Milei lo que el cepo es en la economía: un reaseguro para su popularidad. Mucho más fácil que explicar un concepto es poder señalarlo con el dedo.
09/09/2024 a las 12:13 PM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
“- Which Caputo?” “-Both Caputos”
Ignacio Zuleta
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
8/9/024
El decreto que impone el secreto sobre las negociaciones previas a las decisiones de gobierno desató una nueva crisis en la cúpula del oficialismo. Esta indemnidad protege la tarea del personal como la del monotributista Santiago Caputo y otros funcionarios que, sin responsabilidad formal, actúan como decisores en el más alto nivel.
La firma del decreto cobró necesidad y urgencia desde que los abogados del fondo Burford, que accionan contra la Argentina en la causa por la estatización de las acciones de Repsol en YPF en los tribunales de Nueva York, reclamaron que se les entreguen los teléfonos y los chats de Caputo y de funcionarios y ex funcionarios del actual y del anterior gobierno.
La juez Loretta Preska discutió ese pedido con las partes en las mismas horas cuando se conoció el decreto que busca proteger la viscosa intimidad de los hombres del presidente. En esos chats, según los querellantes, estarían las pruebas de que hay bienes del Estado nacional embargables en esa causa, sobre los que deciden estos personajes.
Pregunta la Corte: “- I am sorry. Wich Caputo?” El defensor argentino responde. “- Both Caputo, your Honor”. (lo reproduce el abogado Sebastián Soler en su mensaje del viernes).
El gobierno aclaró de inmediato que la jueza se limitó, por ahora, a solicitar “la entrega de correos electrónicos de cuentas oficiales de un ex Secretario de Industria y Desarrollo Productivo y un ex Secretario de Política Económica del Ministerio de Economía. Ninguna orden de presentar correos u otros datos se emitió respecto del Ministro Caputo, su antecesor y asesores del gobierno”.
Este paso de comedia en Manhattan forzó la reaparición del monotributista, que había pasado a la clandestinidad desde la última reunión Macri-Milei.
Ocurrió en medio de la sesión informativa de Guillermo Francos: “- Soy Santi…” aparecía desde un teléfono ajeno negando que habría cambios en el decreto 780. Se explica el pánico que evoca aquel “Soy Giordano”, que no eximió al peluquero de las broncas callejeras, aunque ese pedido de los abogados de Burford es una presión para que la Argentina suelte una moneda.
Judicialmente es una medida de difícil, si no imposible, complimiento. El entuerto en Nueva York es una causa comercial, una puja entre privados. No es una causa criminal que genere obligaciones. Sería, además, un trámite complejo y larguísimo con exhortos, idas y vueltas que se enredaría en un laberinto. Pero se explica el pánico: la justicia mete miedo, se sabe cómo comienzan estas tramas, pero nunca cómo terminan. Y castiga a los que se meten en política sin cobertura partidaria. Lo vivió María Julia Alsogaray.
INMUNIDADES EN PELIGRO
La reglamentación del acceso a la información del decreto 780/24 constituye una protección sobre la conducta de funcionarios públicos y también privados que sugieren medidas sin asumir responsabilidad ni exposición pública. Está contenida en el art. 3° del decreto: “Las deliberaciones preparatorias y papeles de trabajo, o el examen preliminar de un asunto, no serán considerados documentos de carácter público”.
Este hecho prueba la importancia del decreto para el gobierno y la escalada interna de Caputo por impedir que se lo revise. Se enfrentó en las últimas horas con Guillermo Francos, la secretaria María Ibarzabal y Martín Menem, que apoyan la revisión y hasta la derogación del decreto. Es la crisis interna más grave del gobierno, por encima de los relevos del anterior jefe de gabinete Nicolás Posse.
Se juega la inmunidad del hombre a quien Milei consagró por TV como “monje negro” de su gobierno. No está probado que eso sea cierto, ni que el haya decidido nada importante en la gestión. Pero el propio presidente lo exhibe como su «yo auxiliar” para potenciar la arbitrariedad propia de todo gobierno débil. Los validos (guglear), como este Caputo, o antes el Soldado Chamamé de Menem, o el Manuel Godoy de Carlos IV (1792-1808) son las herramientas de la real gana de quien gobierna.
LA CASTA SE PROTEGE
El pánico exhibido por el asesor apenas escuchó el miércoles a Francos admitir que se revisará la medida puede ser la prueba de que ese decreto se dictó para alzar un arco de protección sobre su opaca tarea.
No es creíble la explicación que se escucha en el nivel de los choferes, cocineros y ordenanzas del gobierno, sobre que el decreto se dictó para levantar más los muros alrededor de la intimidad del presidente y que “no le hagan a él lo que le han hecho a Alberto”.
El gobierno advirtió de inmediato el efecto negativo de ese decreto y, en boca de Francos, prometió en el Congreso que revisarán el texto, cuya derogación pidió la oposición. Desde este lunes, el gobierno se reunirá con dirigentes de la oposición amigable para convenir los términos de su revisión o derogación.
No es lo que acostumbra a hacer el gobierno, que suele empecinarse en decisiones tóxicas y contra su interés, como ocurrió con el DNU que habilitó una suelta de $ 100.000 millones para los espías.
EL MANOTAZO AL CELULAR AJENO
La decisión de revisar el decreto sobre la información pública provocó la reacción de un potencial beneficiario, Caputo, que desmintió que eso fuera a ocurrir. Proteger ese escudo lo llevó al extremo de apresurar el desmentido, llamando a la diputada Karina Banfi desde el celular de la funcionaria que redactó la norma y que había prometido revisarla.
Una manera de 1) dar la señal de que esa funcionaria depende de él; 2) asegurarse de que el mensaje llegaba a quien, si la llamaba con su propio celular, no lo atendería. Francos y la funcionaria María Ibarzabal desmintieron al monotributista y citaron para esta semana a los bloques amigables – PRO, UCR – para discutir qué harán.
Si se modifica o si directamente se lo deroga. Martín Menem, presidente de la Cámara, auspicia estas reuniones y la revisión del decreto. Cuando se enteró de que Caputo negaba esta posibilidad montó en cólera con expresiones como “- ¡Estos tipos nunca entienden nada, no entienden cómo funciona el Congreso!” (usó un lenguaje escatológico que este cronista alivia por decoro profesional).
Francos repitió la promesa de revisión cuando terminó el informe en Diputados ante Ricardo López Murphy. Lo mismo hicieron el jefe de gabinete e Ibarzabal ante la diputada radical Karina Banfi. Esta legisladora radical trabajó en la elaboración de leyes de acceso a la información en 15 países de América Latina y el gobierno le reconoce esa experiencia.
En 2016 llegó al Congreso por el sector de Ernesto Sanz-Jesús Rodríguez y participó junto a Pablo Tonelli en el trámite legislativo que culminó con la sanción de la Ley 27265/16 de Acceso a la Información, sobre el proyecto enviado por Adrián Pérez y Marina Carbajal, funcionarios de Mauricio Macri en el ministerio del Interior.
UN PRODUCTO DEL MEJOR CAMBIEMOS
Esa ley expresa el mejor momento de la coalición Cambiemos, y el toqueteo alimentó el rechazo en los bloques amigables. Extraña que un gobierno hiperglobalista como el actual quede descolocado por este decreto, que atrasa por su raigambre autoritaria.
Miguel Pichetto advirtió en su discurso en Diputados ante el jefe de gabinete que gobierno debería actualizarse. «Vivimos en un mundo donde la información – afirmó -, más temprano que tarde, llegará. Vemos que se ha reglamentado un tema que para mí es muy importante, señor Jefe de Gabinete, que tiene que ver con el artículo 3º y los actos preparatorios que llevan a la resolución de un decreto.
Eso forma parte de una esfera de limitación del acceso a la información. Los papeles reservados, los papeles privados, el intercambio entre ministros, la verdad, eso me parece que debería estar abierto a la información».
Banfi puso el acento en las consecuencias de este decreto en las negociaciones para el ingreso de la Argentina en la OCDE. “¿Saben dónde está el problema? – ironizó en su participación en el debate – En el dolor de cabeza que va a tener nuestra canciller cuando vea este decreto. Y después de haber recibido a la misión de la OCDE, ¿qué le va a decir? ¿Que nosotros estamos restringiendo el acceso a la información pública mientras ella está haciendo esfuerzos para que nosotros ingresemos a la OCDE?”
Francos es un funcionario que estuvo en organismos internacionales, y conoce el valor de las acreditaciones de los países para mejorar el riesgo-país. De paso, un hijo de Francos, Cristian, abogado experto en temas de transparencia e integridad con un exitoso desempeño en los Estados Unidos, estaba el miércoles de visita en la Cámara y escuchó este debate que recién comienza.
Alguna advertencia habrá hecho. Francos (h) fue uno de los expositores en el «7th Marval Summit on Compliance, anti Corruption, and Investigations» que organizó el estudio Marval O’Farrell Mairal. Ese encuentro fue organizado para exaltar la necesidad de transparencia que tienen que acompañar los emprendimientos públicos y privados. El libre acceso a la información pública es uno de los capítulos centrales.
El crimen no paga, tampoco el transfuguismo
La discrecionalidad que ampara este decreto remite al estilo arbitrario del personaje que desempeña Milei. Es una herramienta de los gobiernos débiles para construir una fuerza y una autoridad de la que carecen de origen.
La veda al conocimiento por parte del público del tramo más importante de las decisiones de un gobierno es un signo de autoritarismo protectivo, que responde al estilo del actual gobierno.
Pero es más importante porque dificulta el conocimiento de cómo este gobierno recibió y recibe proyectos de vecinos sin cargo, estudios jurídicos privados y empresas, redactados como políticas de tarifas y precios de las naftas – inquietud de la jueza Preska – así como borradores de leyes, DNUs, bocetos de sentencias judiciales y hasta una presunta acordada de la Suprema Corte.
Esa reglamentación del art 3° de la norma también hace más difícil el conocimiento, hoy y en el futuro, de las relaciones del gobierno con sus aliados en el oficialismo y en la oposición, para administrar un programa que no le pertenece y que ejecutan funcionarios de partidos que el público votó en 2023 para ser oposición, y no oficialismo.
Es un tema central para conocer a fondo las disfuncionalidades del transfuguismo electoral del cual se nutre el actual gobierno, entorpece la solución de los problemas, fomenta acuerdos oscuros e inconfesables y debilita la solidez del sistema político, que es uno de los activos más valiosos de la vida pública argentina.
Esa solidez del sistema permitió la alternancia pacífica del poder, por la que llegó a la presidencia Javier Milei, el cuarto presidente de minorías en lo que va del siglo XXI.
BANALIDADES PERRUNAS
El exceso de protección se aparta de la sensatez del dictamen del Procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, de julio pasado, en donde establece límites razonables al derecho a la información pública, cuando se busca conocer detalles personales de los funcionarios que, ante la duda, es mejor proteger como espacio de intimidad.
El Dictamen Jurídico de Barra (N° F-2024-77387127-APN-PTN) del 23 de julio se refiere con precisión a la demanda de quienes piden datos sobre sobre las mascotas que habitan en la residencia presidencial, «tales como, la cantidad, raza, nombre, edad, marca y tipo del alimento que consumen, elementos destinados al cuidado y manutención, incluido su embellecimiento».
El dictamen de Barra sugiere reglamentar el art. 3° de la ley, pero sólo para evitar gastos superfluos ante demandas que ponen la mirada en una “esfera típicamente doméstica. La banalidad misma de la cuestión – afirma – impone no sólo el rechazo del pedido, sino que debería mover a la reflexión acerca del gasto (material y personal) innecesario, inútil e intrascendente que, para el Tesoro, este tipo de solicitudes provoca”. No se refiere a que se ponga bajo un paraguas la documentación previa a una decisión de gobierno.