Por Hernán Andrés Kruse.-
“En la España nacional-católica de Franco Marañón optó, como siempre había hecho, por un liberalismo posibilista que reivindicó la libertad como valor humano esencial, el respeto y la tolerancia hacia las ideas de los demás y, derivado de ello, la españolidad del exilio frente al discurso de la Antiespaña elaborado por el régimen franquista. Como señaló en “Españoles fuera de España” (1947): “los emigrados (de ahora) están amasando otras horas futuras de la historia de España: horas de paz […], no las que nacen en la pasión inútil de la revancha”. Efectivamente, en ese primer franquismo, si bien la dictadura –como hizo con otros intelectuales– utilizó su figura para mejorar su imagen exterior, Marañón asumió la tarea de recuperar la tradición liberal que el régimen de Franco trató de erradicar y cuyas raíces se remontaban al periodo ilustrado. Frente a la identificación exclusiva de lo español con lo nacional-católico, que tuvo como consecuencia la enajenación de la corriente liberal-progresista que venía desde las Cortes de Cádiz –y por la que habían pasado desde Jovellanos, Argüelles o Giner de los Ríos hasta Azaña, Fernando de los Ríos o Julián Besteiro–, Marañón publicó entonces algunas de sus mejores obras.
En esa significativa fecha de 1947, cuando la dictadura de Franco se encontraba en su mayor aislamiento internacional, aparecieron sus ya citados “Ensayos liberales”, donde insistió en la pervivencia del liberalismo como pauta de conducta, y “Españoles fuera de España”, en cuyo prólogo sentenciaba: “Otros hombres más fuertes te han arrojado de tu patria. Pero ¿qué dirán de ellos y de ti los hombres de mañana? ¿Están seguros de ser ellos los que tengan razón mañana mismo? Porque la historia no la hacen sólo los que creen hacerla, sino también los que la cuentan; y la voz del perseguido, si sabe tener la razón que la persecución da hasta al que no tiene razón, esa voz es, a la larga, la que más alto suena”.
Al finalizar ese mismo año, el 3 de diciembre, con motivo de su ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, con presencia significada de autoridades del régimen, insistió en el que fue, de facto, el eje de su discurso político público en estos años: “(…) ninguno de los deberes culturales del Estado español supera en urgencia al de rescatar para la Universidad patria a nuestros grandes investigadores, (…); y si para rescatarlos hubiera que sacrificar (se) algunas consideraciones momentáneas, políticas, nunca como entonces estaría mejor empleado el patriotismo, que al fin y al cabo es sacrificio y, en este caso, sólo sacrificio de amor propio”.
En esa labor de recuperación del exilio, Marañón, al tiempo que presentaba en las Academias obras de republicanos que la censura prohibía, mantuvo una estrecha amistad con algunos de los más relevantes exiliados, como Francesc Cambó, Luis Araquistáin, Salvador de Madariaga o Indalecio Prieto, quien, en 1956, le escribía: “es la de usted la única voz que me llega desde España para reconfortarme y consolarme”. Con algunas excepciones, como la de ciertos sectores del falangismo, el franquismo respetó su figura, lo que le permitió amparar a otros españoles y difundir su pensamiento y conducta liberal influyendo, decisivamente, en ámbitos intelectuales y universitarios, y a través de ellos en las nuevas generaciones. Así lo escribió José Luis López Aranguren en el centenario de su nacimiento: “La lección moral de Marañón fue no sólo personal y profesional- vocacional-, sino también política. Y, de arriba abajo, ética severa penetrada de humana comprensión”.
De esta comprensión brotó su profundo liberalismo. Con la desaparición del Dr. Marañón ha desaparecido el más alto poder moderador que, en el orden social, tenía hoy España. Pero lo cierto es que su implicación no puede circunscribirse exclusivamente a lo social o cultural. Desde un punto de vista político, como recordaría también en 1987 Miguel Artola, “la mayor aportación política de Marañón fue sin duda haber levantado la bandera del liberalismo, de la libertad, en una época en que pocos o ninguno podían hacerlo”. Desde su defensa del liberalismo, tras la revuelta estudiantil de 1956, encabezó, junto a Menéndez Pidal, los primeros manifiestos que denunciaban desde el interior la situación política y solicitaban el regreso de los exiliados. Siempre creyó que la Dictadura tendría un papel transitorio como el que había tenido el régimen de Primo de Rivera dos décadas antes, y así, en sus cartas a los exiliados, fue frecuente su convicción de lo poco que le quedaba al régimen de Franco para llegar a su fin. Sin embargo, conforme avanzaban los años, se fue percatando de su error: “Tengo cada día más arraigada mi fe liberal, no sé si veré su reinado en este mundo (…). Aquí hay una juventud generosa, entusiasta, con grandes virtudes (…) y con virtudes compatibles con todos los modos de pensar. Ésta es nuestra gran esperanza para el día en que, por ley natural, sean los que manden en los destinos del país”, como escribía a su amigo Indalecio Prieto en abril de 1957.
Apenas un año más tarde, el 27 de mayo de 1958, en una entrevista en el diario mexicano Excelsior, señalaba: “La situación de España se encuentra en un momento sumamente crítico, producido por la evolución de la vida (…). España ha crecido. Se va haciendo más grande y el régimen no se acomoda a su vigoroso crecimiento. Le viene chico. Es éste un proceso normal, orgánico y vital. (…). Por otra parte (…), quizá el sentimiento más frecuente del pueblo español es el deseo de convivencia: que los españoles no estén separados, que no discutan demasiado y, sobre todo, que no se maten los unos a los otros. (…) Ha sido un error gravísimo no haberle dado (a la juventud) estímulos y medios para que no se manifestase libremente. (…) Advierto en los jóvenes una profunda inquietud y un deseo de que España sea libre, de que no esté atada a ningún acontecimiento de los últimos que se han registrado en la vida española. Sus inquietudes tienden a rechazar las prerrogativas, privilegios y derechos alegados por la participación en dichos acontecimientos. Aspiran los jóvenes, a que se establezca una auténtica concordia nacional, sin vencedor (es) ni vencidos en la guerra. (…) El mayor reproche que se puede hacer a este régimen es el no haber dado oportunidad para que se forme una conciencia colectiva, de la única manera que puede formarse: por medio de la libertad de pensamiento”.
Y ante la pregunta del periodista de “¿cuál puede ser la salida de la situación actual, y qué factores deben intervenir en esta fase de la evolución del régimen?”, Marañón contestó con el ojo clínico que le caracterizó: “Lo más probable, es que se restaure la monarquía”. Él no lo vería. Apenas dos años más tarde, el 27 de marzo de 1960, murió en su domicilio de Madrid. La multitud que acompañó su cortejo fúnebre era reflejo de la admiración, afecto y reconocimiento que todas las Españas rendían a su figura. Como señaló por entonces Fernando Valera: “La pérdida reciente de don Gregorio Marañón ha sido sentida en las tres Españas: la España Oficial, la España Peregrina y la España Silenciosa. Tanto en la prensa del exilio como en los periódicos del régimen y las tertulias de los intelectuales rebeldes y amordazados del interior, se ha manifestado el duelo nacional por la muerte del español insigne. El convencimiento de Marañón de que la paz fecunda no podía nacer de “la pasión inútil de la revancha”, de que es preciso entenderse con el que piensa de otro modo, de que la libertad constituye una irrenunciable necesidad de la vida cívica, y, finalmente, de que debían ser las generaciones que no hicieron la guerra quienes lideraran el proceso de democratización, fueron los pilares fundamentales de la transición”.
De ahí que el rey Juan Carlos I recordase en el acto conmemorativo del Centenario en la RAE en 1987, “cómo los estudiantes de mi generación recibimos (de Marañón), a través de enseñanzas y lecturas, el aliento y la invitación al trabajo y al patriotismo, de este español excepcional (…). Marañón vivió comprometido con los valores que son necesarios en todo tiempo: la libertad, el sentido trascendente de la vida, el amor a la Patria propia y la vocación intelectual como servicio”. El Congreso de los Diputados, por su parte, declaró por unanimidad, en el cincuentenario de su muerte, que “hoy la España democrática, representada en el Congreso de los Diputados, recuerda a uno de sus grandes hombres”.
(*) Gregorio Marañón y Bertrán de Lis y Antonio López Vega titulado “El último Marañón” (Fundación Ortega-Marañón).
10/09/2024 a las 10:09 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Chispazos que iluminan problemas y debilidades
Claudio Jacquelin
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
9/9/024
Javier Milei y Cristina Kirchner volvieron a jugar el juego que mejor juegan y que más les gusta. Un juego de espejos en un laberinto en el que el Presidente y la expresidenta se proyectan a sí mismos y logran que no se vea nada ni nadie más que ellos, sin su permiso. Pero el dispositivo tiene fallas. Al final, potencia los puntos débiles de cada uno y cristaliza sus propios problemas.
La nueva semana de fuego y furia retórica (también normativa) de Milei no impidió que salieran a la luz del sol las debilidades de su espacio en dos dimensiones estructurantes de la narrativa oficialista: la eficiencia y la ética.
Por un lado quedaron expuestas, otra vez, las dificultades que sigue teniendo para llevar adelante medidas y proyectos. Por el otro, se manifestaron conductas que se suponían patrimonio excluyente de “la casta” que el libertario prometió erradicar, como el escándalo de los asesores del presidente provisional de la Cámara de Senadores, Bartolomé Abdala. Y todavía queda mucho por conocerse.
En el caso de Cristina Kirchner, por debajo del lanzamiento de su nueva polémica (pretendidamente) académica sobre la economía, asoma la crisis que sigue atravesando su espacio para revincularse con la sociedad, más allá del núcleo duro de sus fieles, así como para ofrecer alguna muestra de renovación dirigencial capaz de satisfacer las nuevas demandas ciudadanas.
La estrategia de ambos sigue siendo la misma: ocupar el centro de la escena con estridencia, culpar a otros (y al otro), criticar para evitar autocríticas y, sobre todo, para que no queden expuestos sus errores, sus fragilidades, sus contradicciones y sus limitaciones.
Milei y Cristina Kirchner corren una carrera contra el tiempo estructurada sobre la base de cálculos disímiles, aunque no necesariamente antagónicos, respecto del éxito o el fracaso de las políticas oficiales, especialmente en materia económico-social.
“El mejor gobierno de la historia argentina”, según el irrefutable índice Milei, exhibe, recorta, edita y promociona indicadores económicos destinados a prolongar su popularidad y sostener la expectativa social.
Sin embargo, la curva descendente de la caída de la inflación y la curva ascendente de la recuperación de la actividad no terminan de cruzarse para alcanzar el punto de quiebre y llevar a la economía hacia un sendero virtuoso consistente. Demasiadas dudas se suman en la superficie y demasiados restos se acumulan bajo la alfombra, según una mayoría de economistas que potencian luces de alarma, con el cepo cambiario y las reservas en el centro de la escena.
De todas maneras, la dimensión económica junto con la gestión de la seguridad y el control de la calle, así como la determinación y la retórica de Milei, siguen siendo los activos sobre los que se sostiene el oficialismo. A ello se suma la fragmentación y la confusión que sigue atravesando a la oposición.
Sin embargo, nada de eso termina de allanar el camino, no solo por la capacidad de obstrucción de los distintos sectores opositores, que se juntan y se separan por temas y circunstancias. También opera como un obstáculo constante (y creciente) la heterogeneidad, la escasa idoneidad y la impericia de algunos funcionarios y de la mayoría de los legisladores, potenciada por la ausencia de una conducción política en el terreno. Un problema de cantidad y calidad.
“Los nuestros, no sólo son pocos, sino que demasiados son malos o inexpertos. Y con eso hay que lidiar todo el tiempo”, admite entre resignado y exhausto un funcionario con despacho en la Casa Rosada, que prefiere no hablar de las interferencias que suele haber en la línea de mando. Menos de la “sombra terrible” (diría Sarmiento) de Santiago Caputo que se cierne sobre todos.
UNA INTERNACIÓN SINTOMÁTICA
El trastorno intestinal que terminó ayer en la internación del jefe de Gabinete y ministro del Interior, Guillermo Francos, parece reafirmar la máxima psicológica de que el cuerpo habla a través de sus síntomas. Los propios, tal vez más que los ajenos, le están dando trabajo extra.
“Han sido y son semanas muy duras”, reconoce un estrecho colaborador del jefe de los ministros. Su primer informe ante la Cámara de Diputados, en el que debió responder más de 2500 preguntas, junto a varios cuestionamientos incisivos y que, finalmente, fue interrumpido por los incidentes ocurridos en las afueras del Congreso, resultó la parte visible y no la más complicada de lo que debió superar Francos en los últimos días.
La permanente tensión en el seno del Gobierno, las diferencias de criterios y el constante equilibrio que está obligado a hacer entre su rol de constructor de puentes con la dirigencia política y, al mismo tiempo, el de defensor/moderador de las posiciones extremistas (en las formas y en el fondo) del “triángulo de hierro” del Gobierno habrían dejado terreno liberado para que se ensañe algún virus gastrointestinal.
Nada se trata de nuevo ni grave para los que ejercen el poder. Pero sí es un llamado de atención para una estructura en la cual Francos es una pieza clave, sin recambio a la vista. El paso casi sin escalas, ni pretemporada, de la confortable Washington a la ultramaratón mileísta ha sido un salto abrupto.
El paso del tiempo empieza a ser, así, un factor cada vez más gravitante. Las últimas encuestas que llegaron a la mesa del poder de dos de las encuestadoras a la que Milei respeta y presta atención muestran que, por debajo de una benévola superficie de alta popularidad y apoyo, empieza a advertirse cierta fatiga en los sectores más afectados por el impacto y la prolongación del ajuste sobre sus hábitos cotidianos.
El mandato de aguantar, más el rechazo hacia el pasado y el temor a un vacío político fuera del oficialismo siguen modelando la dinámica colectiva, pero muestran una potencia declinante como ordenadores del humor social.
El último paro dispuesto por los sindicatos aeronáuticos que volvió a trastornar impiadosamente la vida de decenas de miles de argentinos y extranjeros sirvió como demostración de esa realidad compleja, que tiene más grises que blancos y negros.
La mayoría de la sociedad rechazó (y rechaza) las medidas de fuerza, pero no hay unanimidad en cuanto a la magnitud de esa impugnación ni a la justificación que se haga de las medidas de fuerza en reclamo de mejoras salariales.
La mayoritaria paciencia con la que los pasajeros varados enfrentaron el paro es todo un síntoma del singular momento que se vive en la Argentina. Salvo el oficialismo duro y la oposición más extrema, nadie tiene certezas sobre lo que sucede y menos sobre lo que vendrá.
Eso genera que entre los antagonistas se libre cada día una pelea de largo plazo contra el tiempo en la que cada uno adopta estrategias según el resultado que imagina del actual proceso.
CRISTINA, LA OFENSIVA DEFENSIVA
“Yo no apuesto a que esto vaya a fracasar y menos en el corto plazo. Es más, creo que puede imponerse, pero con resultados nefastos”, le ha dicho Cristina Kirchner a varios de sus interlocutores.
Por eso, además de discutirle a Milei en el terreno en el que este se autopercibe el mejor de todos (un premio Nobel de Economía), lanza propuestas para tratar de actualizar el ideario perokirchnerista ante el clima de época que amenaza su vigencia, aunque sin hacer autocrítica ni cambiar su cosmovisión.
El documento titulado “Es la economía bimonetaria, estúpido”, que publicó el viernes pasado en las redes sociales y con el cual (gracias a Milei), volvió a reinstalarse como la retadora del “mejor del mundo”, es una continuidad del anterior pronunciamiento del 14 de febrero pasado. Solo cambian algunas bolillas del mismo programa.
Tras la nueva clase de economía política y monetaria, la expresidenta volvió a abrir la puerta para discutir lo que podrían ser herejías en otra época reciente y hoy son tópicos ineludibles, como privatizaciones (a su manera), modelo educativo y hasta la representación sindical, entre otros.
Sin rendirse, instala y reformatea todo eso que no se hizo o “se torció” durante el gobierno del vapuleado Alberto Fernández por su incapacidad y resistencia a la conducción cristinista, según la versión kirchnerista. O por la obstrucción tácita y explícita del cristinismo, según el relato de exfuncionarios albertistas y de peronistas no cristinistas.
Mileístas y kirchneristas pura sangre celebran la reinstalación de lo que para ambos es el superclásico que los potencia a ambos y para el resto resulta apenas una estelar remake de Titanes en el ring. Lo cierto es que el rating se lo llevan ellos dos, aunque en ese programa el único ganador siempre termina siendo el Martín Karadagian de turno.
“Entre los gobernadores no kirchneristas y los intendentes no abonados al camporismo no cayó bien lo de Cristina. Lo interpretan como un ‘córranse de esto los peronistas tradicionales porque no están a la altura de la batalla que se viene’. Y los sindicalistas lo leyeron como un ‘ustedes ya representan poco’. Pero también la mayoría de esos se calla en público porque aunque con ella no quieren estar, temen que sin ella dejen de existir”, explica un baqueano que transita por todos los campamentos del panperonismo, incluido el kirchnerismo.
La imagen del ancla que evita que los vientos libertarios arrasen con el perokirchnerismo y la del tapón que impide que surja nada nuevo vuelve a agitar el desconcierto y los conflictos entre la dirigencia del multifacético justicialismo.
Por eso, el alter ego de Axel Kicillof, el ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco, salió a decir que el gobernador está abocado a la gestión, que no está trabajando para ser candidato a Presidente. Y luego señaló: “Tenemos que transformar nuestra fuerza política en una alternativa […] Volver sería volver a un gobierno nuestro que fracasó. Hace falta algo distinto a lo que fracasó hace un año. El peronismo deberá tener un liderazgo”.
Mientras recorre el país y teje vínculos con gobernadores peronistas y no peronistas, el mandatario bonaerense quiere evitar verse en el espejo de Horacio Rodríguez Larreta, convertido en candidato presidencial inevitable antes de tiempo, obligado a resolver el dilema de someterse o confrontar con quien ha sido y es su líder partidario. Cristina y Máximo Kirchner lo saben demasiado bien. Y lo explotan.
Mientras tanto, desde el entorno del activo, pero silencioso, Sergio Massa juegan como siempre a varias bandas. El triderrotado candidato a Presidente mantiene los vínculos con madre e hijo, sin dejar de marcar diferencias y de oficiar de puente cuando se tensan las relaciones de los Kirchner con Kicillof. Al mismo tiempo, disputa espacios, leyes y cargos con el gobernador y con La Cámpora. Massa en estado puro.
Desde allí, los massistas le bajan el valor al pronunciamiento de la expresidenta: “Cristina salió a ponerle freno a su descomposición interna”, cuentan que Massa les dijo a dirigentes del Frente Renovador. La definición llega después de que desde lo más alto de La Cámpora negaran negociaciones con el Gobierno y le enrostraran al massismo, a través de Eduardo “Wado” de Pedro, algún de tipo de sociedad con el mileísmo, expresada en la permanencia de exfuncionarios massistas.
“Wado salió porque ellos estaban negociando la ampliación de la Corte y Sergio se le plantó”, explican cerca del exministro de Economía. Lo que no dicen es que Massa rechaza la idea kirchnerista porque no tiene reparos (sino más bien entusiasmo) frente a la postulación del cuestionado Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema y no ve motivos para complicar su llegada. El problema es que los votos en el Senado los maneja el kirchnerismo.
Una demostración cabal de que, como en el oficialismo, en la oposición kirchnerista los chispazos no ocultan sino que iluminan los problemas y los conflictos.
10/09/2024 a las 10:12 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Francos y los bomberos piromaníacos; Cristina pone la vara alta y Lijo se empantana
Ricardo Kirschbaum
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
8/9/024
Hay que estar en la piel de Guillermo Francos, jefe del Gabinete de ministros, coordinador de un gobierno con escasa inclinación a hacerle fácil la vida al responsable de esa tarea. Más bien, a complicársela (aunque, se ve fácil, no es el único funcionario que padece esa usanza). Son como bomberos piromaníacos, mandando atender los fuegos que ellos mismos encienden. No hay que sorprenderse de esa conducta, es su idiosincrasia.
En los hechos, la gestión de Francos en su rol de jefe se parece demasiado a su anterior tarea de ministro del Interior. No solo se le parece, sino que hasta mantiene su antiguo despacho en la planta baja de la Casa Rosada. Nunca se mudó a la oficina de la Jefatura de Gabinete, en el primer piso, que se comunica directamente, puerta de por medio, con el despacho presidencial. Esa cercanía es la que parecía disfrutar su antecesor Nicolás Posse, hasta que quedó políticamente electrocutado. De Posse no se habla más en el Gobierno a pesar de que Javier Milei decía ser viejo amigo desde la Corporación América, la empresa de Eduardo Eurnekian donde, además de Milei, pasaron también el propio Francos, Vilma Ibarra, Rafael Bielsa, Eduardo Valdés, y siguen las firmas. Lo que se dice, un semillero pluripartidario.
Se susurraba que Posse tenía gran afán por controlar todo y algunos hasta le atribuyen haber supervisado más que estrechamente las actividades de todo tipo de los ministros, una suerte de espionaje interno que habría terminado de golpe cuando el entonces jefe de Gabinete le preguntó a Sandra Pettovello si lo había pasado bien en Punta del Este, adonde la ministra creía haber viajado de incógnito. Pero la eyección de Posse no habría sido por ese control (algunos dijeron que todo era una fábula que le hacían creer al funcionario), sino porque la “gestión” del gobierno, se dijo después, no arrancaba. Una observación nada inocente que el propio Mauricio Macri habría subrayado en sus comidas con Milei, mientras también descargaba sus objeciones o diatribas contra el consejero más influyente de Milei, el “cuentapropista” Santiago Caputo.
Sea como fuere, como si se hubiera convencido de la necesidad, Milei apareció reuniéndose con jefes de bancadas afines, y a Cristian Ritondo le volvió el ímpetu de ser presidente de Diputados, lo que puso en guardia al clan Menem –a Martín, actual jefe, y a Lule, asesor en las sombras– pero sobre todo a Karina Milei, que protege esa ala riojana del gobierno. Mientras, Francos, un hombre de experiencia, trata de hacer política de buenos modos en medio del barrial de groserías, producto de la época y de la inexperiencia, pero es desautorizado sin aviso y muy seguido.
La desmentida a su promesa ante los diputados de que se podrían revisar los límites que Milei acaba de incrustar al acceso a la información pública, un modelo que parece ser copiado del salvadoreño Bukele, demostró otra vez la intensa influencia de Santiago Caputo, autor material de la iniciativa, sobre Milei. Esta verdad de Perogrullo fue otra exhibición de poder sobre Francos, quien quedó pagando en el acto por el influencer y su banda de trolls, un gesto público con el solo objetivo de señalar quién manda en el gobierno.
Es un botón de muestra. Francos, como jefe de Gabinete y traductor calmo de un gobierno en permanente crispación, tiene que coordinar un equipo en el que no solo Luis Caputo, ministro de Economía, es autónomo y habla directamente con Milei, sino también con Federico Sturzenegger, otro que despacha en vivo y en directo con el Presidente. Y ni hablar de los otros dos vértices del triángulo de hierro: Caputo, el joven, y Karina Milei. Los acuerdos que surgen de sus negociaciones muchas veces son distintos a los que Francos está conversando. Debe atender también las urgencias de una relación muy fisurada entre el Presidente y Victoria Villarruel, no con mucho éxito.
El caso paradigmático es el de los postulantes a la Corte Suprema, que le puede costar mucho al Gobierno. E inclusive salirle el tiro por la culata.
A Ariel Lijo lo propuso Ricardo Lorenzetti, un ministro del alto Tribunal que está en minoría, y que vio en Milei la oportunidad de cambiar esa relación de fuerzas. Fue quien le llevó al Presidente la propuesta, y el que, se dice, negoció apoyos en el Senado para el candidato. A García-Mansilla, el sillón en la Corte se lo ofreció Santiago Caputo. En los dos casos, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, miró de afuera. Pero sí estuvo su segundo, Sebastián Amerio, empoderado por el joven Caputo. Lo mismo hacía Néstor Kirchner cuando estaba en la Rosada, le daba más poder a los segundos que a los ministros. Una extraña forma de gobernar.
Lo singular es que Lijo tenía que conseguir sus propios votos, ayudado por Lorenzetti. Se da aquí otra curiosidad bien argentina: un alto miembro del Poder Judicial le propone al Poder Ejecutivo una operación política en el Poder Legislativo. Y así fue.
La torpeza en este trasiego trajo de nuevo a Cristina Kirchner al primer plano: el precio para dar el voto a Lijo es muy alto, incluye la Procuración y una gruesa cantidad de jueces. La negociación está estancada y un fallo clave de Casación para Cristina está en el aire: ¿votarán incluir la asociación ilícita en la causa Vialidad, en la que Cristina ya tiene condena? Depende de tres jueces. Uno de ellos parece que ya está decidido, mientras que a otro, para evitar la mayoría, con apoyo kirchnerista lo están tentando con la Procuración (también su designación precisa los dos tercios del Senado). Del fútbol en lo de Macri a la tentación cristinista, todo un periplo.
Por ahora, todo está empantanado.
La reaparición de Cristina quedó clara en su afán de polarizar directamente con Milei, quien no rehuyó el convite ni mucho menos se bajó de las provocaciones, su cuestionable forma de acumulación política (pero que hasta ahora le da resultados). También la ex presidenta precisa levantar el perfil: la incipiente rebelión antikirchnerista en la Provincia –por ejemplo el abierto desafío de Ferraresi, un antiguo ultrakirchnerista– la obliga a salir de nuevo a la pelea abierta. Mientras, ha conseguido poner alto precio a las pretensiones del gobierno para la Corte. Coincide con Milei: en que no le gusta la composición del actual Tribunal, claro que no por las mismas razones del libertario.
Milei se ha considerado como el segundo político más importante “del planeta Tierra” (el otro sería Donald Trump) y el resto de los políticos nacionales son “liliputienses”: ¿cómo alguien de tanta importancia mundial se rebaja a polemizar con Cristina, que lo ha desafiado nada menos que a enseñarle cómo gobernar? Es en esa lidia feroz donde Milei como Cristina se sienten como en casa.
Otra vez, como una condena inacabable, la polarización gris y agria atraviesa la sociedad. Los gestos de toda negociación política naufragan en esas tempestades, la ahogan en la antinomia. Se explica por qué la crispación domina y los márgenes, como los que intenta Francos ampliar, se hacen mínimos. O imposibles. O estériles.
10/09/2024 a las 10:17 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Guillermo Francos en la mira de otra interna libertaria
Melisa Molina
Página/12
10/9/024
Las internas dentro de La Libertad Avanza no tienen descanso. El jefe de gabinete, Guillermo Francos, que fue dado de alta este lunes por la tarde luego de estar internado desde el domingo por un cuadro gastrointestinal, salió de la clínica, bajó la ventanilla de su auto, y ante la pregunta sobre si continuará en el cargo dijo: «si, si, continúo». La duda sobre su posible eyección del gabinete creció en las últimas horas por un enfrentamiento que tendría con el asesor estrella del Presidente, Santiago Caputo. En Casa Rosada, cuando son consultados sobre la continuidad de Francos intentan bajar el tono del conflicto, pero sin embargo remarcan que «nadie es imprescindible».
La gota que colmó el vaso fue lo que ocurrió luego de la publicación del decreto 780/2024 que reglamentó la ley 27.275 de acceso a la información pública. Ese texto firmado por Milei –y por el propio Francos– generó revuelo en la oposición, incluso entre los aliados del Gobierno. El PRO, la UCR y Encuentro Federal pusieron el grito en el cielo cuando lo vieron publicado y hasta lanzaron comunicados en contra con fuertes críticas. En ese contexto, cuando la semana pasada el jefe de gabinete fue a la Cámara de Diputados a dar su informe de gestión, fue consultado por el decreto por distintos legisladores y dijo: «Modificaremos el decreto si fuera necesario, haremos las consultas, estamos dispuestos a analizarlo».
Desde otros sectores de la Casa Rosada más ligados a Santiago Caputo y a Karina Milei, en cambio, insistían con que eso no ocurriría y remarcaban que no iban a modificarlo. Fue por eso que en la conferencia de prensa que el vocero Manuel Adorni dio el viernes en Casa Rosada desmintió al jefe de gabinete y disparó: «Nosotros siempre estamos dispuestos, a que, si tenemos que modificar algo, modificarlo. No va a ser este el caso». Luego, mencionó puntualmente a Francos: «Entiendo que lo que quiso expresar fue que estamos dispuestos a hacer cualquier modificación de la ley o de cosas que estén mal, pero no es este el caso en el que va a ocurrir».
EL LLAMADO DE FRANCOS ENFURECIDO
Tras las declaraciones matutinas que Adorni hizo el viernes, Francos no fue a la Casa Rosada. Se quedó en su departamento todo el día y, enfurecido, decidió levantar el teléfono para llamar a Adorni. El jefe de gabinete, muy enojado, repite ante distintos interlocutores que está cansado de que lo desautoricen y que lo «boludeen». Además, él y otros ministros como Sandra Petovello, de Capital Humano, vienen masticando bronca hace meses porque dicen que Santiago Caputo les da órdenes y toma decisiones, pero «no tiene firma» y, por ende, tampoco tiene las responsabilidades con las que carga cualquier funcionario público.
Francos deslizó alguna de estas críticas en una entrevista que dio el mismo viernes, pero por la noche, con el periodista Eduardo Feinmann. Dijo que él tenía «rango constitucional», marcando la diferencia con Caputo, cuyo cargo es de «asesor contratado».
La relación habría empezado a desgastarse por pases de factura que desde la cúpula libertaria hicieron a espaldas de Francos después de las tres derrotas legislativas que hubo hace un par de semanas en el Congreso de la Nación: el rechazo del DNU para los fondos reservados de la SIDE en Diputados; la pérdida de la presidencia de la comisión bicameral de Inteligencia y la ley de movilidad jubilatoria. Cerca del triángulo de hierro desmienten estas versiones, pero lo cierto es que Francos acumuló bronca.
En los pasillos de Casa Rosada algunos dicen: «Al final no tenía tanta experiencia legislativa», y agregan: «Si la victoria es tuya –por la Ley Bases– la derrota también». El tema fue escalando y hay quienes empezaron a ver con malos ojos al jefe de gabinete. «Francos es muy político, pero esa filosofía con este gobierno rupturista no va», comentan en los pasillos de Balcarce 50 y ponen como ejemplo el discurso que el jefe de los ministros dio hace unas semanas en un encuentro de ADEPA. Allí criticó el uso que hacen desde el gobierno de las redes sociales. «Dividen a la sociedad», dijo sobre los trolls, y cuestionó: «Atacan desde el anonimato». «Se volvió zurdo», se rieron algunos en ese momento y otros dijeron: «Dejó a los de ADEPA contentísimos, pero no es la línea del gobierno».
«Este conflicto lo escaló Francos», disparan cerca del Presidente y recuerdan que no era la primera vez que lo desautorizaban. El problema, marcan, «es que estaba enojado por cosas de antes y explotó». En el gobierno consideran que lo que dijo Francos en el Congreso «fue un error por contestar automático», y que después le molestó la desautorización pública y se sintió ofendido.
En su entorno trataron de bajarle el tono al problema. Dicen que «todo fue una serie de malos entendidos», y que no estaba la intención de modificar el texto. Caputo y Francos intercambiaron unos mensajes de Whatsapp el fin de semana y acordaron que iban a reunirse el lunes. El domingo el jefe de gabinete fue internado y el encuentro no se concretó. «Para nada», dicen escuetos cerca del asesor cuando son consultados por el supuesto enfrentamiento.
LA REUNIÓN CON LOS DIPUTADOS ALIADOS
Este lunes Francos también iba a recibir en su despacho de Casa Rosada al presidente del bloque del PRO, Cristian Ritondo, al presidente de la cámara de Diputados, Martín Menem, y a otros legisladores propios y aliados, pero, debido a la internación no pudo hacerlo. La reunión, sin embargo, no se suspendió. En su lugar estuvo el titular de la cartera de Interior, Lisandro Catalán, que subió a sus redes sociales una foto con él en la cabecera de la mesa y puso: «encabecé una reunión con diputados». No lo hizo solo. A su lado se ubicó la hermana del Presidente y secretaria general de la presidencia, Karina Milei. También estuvo Federico Sturzenegger, porque en teoría iban a hablar de la agenda legislativa, incluida la ley Hojarasca (ver aparte).
Además de hablar del veto a la movilidad jubilatoria y hacer el poroteo para la sesión del miércoles –la oposición intentará insistir con la norma y el Pro ya aseguró que ellos acompañarán a la Casa Rosada– se tocó otro tema sensible: el decreto de acceso a la información pública. Según comentaron los legisladores del PRO que estuvieron presentes, desde el oficialismo prometieron que durante esta semana se volverán a reunir por el tema –incluso desde el PRO solicitaron sumar a diputados de otros bloques como de la UCR y Encuentro Federal– y que estaban dispuestos a realizar modificaciones. «Ellos dijeron que sí, que lo haremos esta semana», comentaron a este diario los diputados de la bancada de Ritondo. Eso les habrían dicho Catalán y Menem. Karina escuchaba y miraba sin asentir ni opinar.
Cerca de Milei, más allá de lo que dijeron los diputados del PRO sobre la reunión, vuelven a decir que ellos no modificarán el decreto. «Escucharlos puede ser, pero no vamos a entregar a María Ibarzabal», subrayaron. Ibarzabal es quién estuvo detrás de la norma. Se desempeña como Secretaría de Planeamiento Estratégico y es amiga de la infancia de Santiago Caputo.
10/09/2024 a las 10:22 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El planteo reaccionario de Cristina
Marcelo Mache
Prensa Obrera
9/9/024
Cristina Fernández de Kirchner volvió a dar que hablar con la publicación de una carta crítica de la gestión de Javier Milei y que busca trazar los ejes para un reagrupamiento del peronismo con una falsa “autocrítica”, que busca exculpar de responsabilidad a la principal fuerza política patronal cómplice del ajuste de los “libertarios”.
Cristina vuelve a centrar el grueso de sus ataques en los problemas del gobierno de Milei para salir de la crisis económica, haciendo eje en la necesidad de privilegiar el ingreso de dólares por vía de las exportaciones y los negocios con las grandes multinacionales: algo que el gobierno busca a toda costa con beneficios capitalistas extraordinarios como el Rigi, apoyado por los gobernadores peronistas.
Un punto clave de la carta en cuestión es la crítica a la política de endeudamiento del macrismo y a la negociación de la deuda bajo el gobierno actual, por parte de quien se ha jactado en el pasado de ser una “pagadora serial de la deuda externa”, método si los hay de transferencia de recursos de los trabajadores al capital financiero.
En esta materia, la líder kirchnerista reivindicó a su gobierno como un polo de atracción de inversiones extranjeras, particularmente de grandes monopolios capitalistas, señalando que la misma fue “la más alta en los 40 años de democracia”. Esta reivindicación es formulada en razón del ingreso de dólares para pagar la deuda externa, no para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores ni para poner en pie un proceso de industrialización ni defender la soberanía nacional.
La mención a que esto habría ocurrido “sin privatizaciones” es engañosa: el gobierno “nacional y popular” uso a la “nacional” YPF como plataforma para la intervención de petroleras transnacionales como Chevron (con al cual se firmó un Acuerdo leonino y secreto) y Petronas, además de garantías extraordinarias para la explotación no convencional en Vaca Muerta. No hay que ser “liberal” para entregar el patrimonio nacional a los extranjeros.
La exvice y expresidenta de la Nación también cuestionó las consecuencias sociales de la política de ajuste fiscal del gobierno y la recesión económica, apoyándose en las estadísticas de pobreza e indigencia de público conocimiento, pero con poco miramientos a la responsabilidad de su gobierno en una cadena de hechos y políticas continuadas que durante las últimas décadas fue acrecentando la vulnerabilidad y precariedad de los trabajadores y sus familias.
La única salvedad fueron las críticas a la gestión de Alberto Fernández que llevó a una masa sustancial de los trabajadores formales a niveles de pobreza, sin mencionar, claro está, la responsabilidad propia en el armado e integración del gobierno de Alberto, y el respaldo de Cristina al ajuste salarial (vía techos paritarios, devaluaciones e inflación) que su gobierno profundizó.
En este punto, la exvice volvió a enfatizar respecto a la necesidad de una reforma educativa, en tiempos donde el gobierno y los peronistas tratan de pasar la esencialidad antihuelgas en el sistema educativo. ¿Cristina que queja de la caída de los salarios pero quiere atarles las manos a los docentes que pelean por sus condiciones salariales y laborales? Pura demagogia.
Cristina dice que el peronismo “no advirtió” –durante su gobierno y actualmente la transformación del mercado laboral a formas de mayor precarización trabajo no registrado, cuando los sucesivos gobiernos kirchneristas fueron artífices de la precarización laboral, con la tercerización y las formas precarias de contratación para vulnerar derechos obreros y satisfacer los reclamos e intereses patronales.
La señal de la referente del kirchnerismo para la burocracia sindical es la de dejar pasar el ajuste y las reformas antiobreras, que Milei haga el trabajo sucio, para luego recoger lo restos y candidatear al peronismo al poder sobre un escenario peor para los trabajadores y mejor para las patronales.
Cristina también “cuestionó” el rol colaborador del peronismo con el ajuste del gobierno como si no se trata de una construcción de la cual ella es responsable y partícipe activa. No solo por el accionar de los aliados e integrantes de la fuerza que era, sino por la pasividad con la cual el kirchnerismo dejó pasar todas cada una de las entregas y ataques del actual gobierno.
Lo mismo ocurre con la referencia a los regímenes de “promoción” fiscal para los capitalistas amigos que su gobierno con Alberto respaldó (y ella ahora crítica), y/o la estructura fiscal regresiva que el próximo mantuvo durante todos sus gobiernos, con el IVA contra los laburantes y el Impuesto a las Ganancias sobre cientos de miles de trabajadores. La observación viene de parte de una fuerza que rechazó el impuesto a las grandes fortunas presentado por el Frente de Izquierda en el Congreso, para hacer pasar un más que modesto “aporte solidario” de poca trascendencia.
La carta de Cristina tiene el propósito reaccionario de plantear los ejes para un rearmado del peronismo, asumiendo algunos de los planteos derechistas del actual gobierno (modernización y ajuste del Estado, reforma laboral, etc.), poniendo el eje del problema nacional en el ingreso de dólares, lo que en su lenguaje implica un mayor saqueo contra los trabajadores argentinos y el respaldo del desguace nacional con proyectos como los del Rigi… o peores.
10/09/2024 a las 12:01 PM
Y qué tienen que ver los 4 comentarios adjuntos por Hernán Andrés Kruse con «El profundo liberalismo de Gregorio Marañón». Por supuesto que muy interesantes opiniones periodísticas, pero sin importancia para ilustrar el título presentado.
Felicito al autor por su infatigable labor, pero debería tener en cuenta que los lectores «seguramente resultarán agobiados».