Por Mario Crapanzano.-

Entre ambos extremos de la estupidez, la sociedad argentina se encuentra dividida entre cuatro subespecies:

-Los ricos que deciden sobre sus propias fortunas y las de los demás bajo una óptica cheeky descansando en Marbella asistiendo a los estrenos del jet set.

-Los que creen que han alcanzado el nirvana por que les permiten sobrevivir con alguna expectativa más falsa que real, cuya utilidad consiste en hacer funcionar los engranajes de la economía y ser los capataces de la estancia con ciertos privilegios.

-Los que buscan sobrevivir sumándose a cualquier forma de protagonismo que les permita gritar «viva Boquita» o «si la tocan a Cristina…» o «Macri vos sos la dictadura» o «No vuelven más…», donde milita la masa que se cree politizada no importa para quién.

-Los que son menos que ilotas griegos o parias indios que pululan entre la intemperie, el piquete, el «plan» y un futuro de exterminio silencioso entre el barro, la falta de educación y su propia resignación. Son muchos. Son los que no tienen conciencia de quiénes son. Resultado de la «cosificación» del ser humano siglo XXI.

Ubiquémonos donde creamos pertenecer. No importa dónde. El barco en estas condiciones se hunde con todos. Los ricos no pueden vivir entre pobres. Macri es una transición necesaria pero no suficiente. No va a transformar esta división. Puede aportar un escalón inicial porque su torpeza intelectual no da para más, pero es lo mejor en este momento y espero que los poderes de la República eviten errores gruesos. En el mejor de los casos, necesitaremos tres o cuatro décadas de gobiernos que se vayan superando. Se va a quemar más de una generación de argentinos.

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