Por Luis Alejandro Rizzi.-

El sufijo “-ismo”, dice la RAE, forma sustantivos que suelen significar doctrinas, sistemas, escuelas o movimientos. Socialismo, platonismo, impresionismo.

También puede referirse a ciertas actitudes de las personas en su relación a ciertas ideas, creencias o relaciones personales. En mi opinión el “ismo” es una suerte de enfermedad que afecta tanto a las sociedades como a las personas.

En nuestra sociedad los partidos políticos han desaparecido de hecho y han sido sustituidos por “persona(l)ismos” que representan por sola presencia, ideas, doctrinas, políticas y objetivos y nosotros-la gente-nos convertimos en integrantes de esos “ismos”.

Veamos: la próxima elección no es una competencia entre partidos, sino entre personas: “El sciolismo” encabezado por Daniel Scioli; el “macrismo” liderado por Mauricio Macri y el “massismo” por Sergio Massa.

A su vez, nosotros los electores o por lo menos un 80%, nos definimos como “sciolistas”, massistas” o “macristas”.

Si nos preguntaran por qué somos “sciolistas” o “massistas” o “macristas”, quizás responderíamos “porque si” o porque no queremos que gane fulano o sutano. Es decir nuestro común denominador sería ser “anti” o dicho de otro modo nos definiríamos como “nihilistas” que en definitiva significaría que no creemos en ninguno de ellos y que nuestro objetivo último seria que perdieran los tres.

Esta, diría, es nuestra enfermedad social y explica un poco el retraso de la Argentina que viene ocurriendo desde hace unos 70 u 80 años, quizás cuando nació el modelo del “ismo” con Perón y esa casualidad que se diera un apellido fácilmente de sustantivar en nuestro idioma.

El “ismo” es por naturaleza fugaz, en esta elección del 25 de octubre desaparecerán por lo menos dos de estos “ismos” y solo quedará, vaya uno a saber, si por cuatro u ocho años, uno de ellos.

En la política argentina el “ismo” significa lo inmediato, en cierta forma es una muestra de “egoísmo”, de “apatía” y de “escepticismo” sobre nosotros mismos.

Es decir explica nuestro “populismo” que puede tener cualquier color, anaranjado, amarillo o azul, sin distinción de clases sociales.

Los tres candidatos apelan a lo genérico, hacen hincapié en sus buenas intenciones, a las que consideran condición suficiente para que a partir del 10 de diciembre la Argentina se convierta en un país normal.

El “ismo” más que adhesión, exige una prueba de fe religiosa, creemos en fulano, llámese Scioli, Massa o Macri y en sus supuestos poderes para que multipliquen panes y peces y en última instancia creemos en la parusía Kristinista para el 2019… y en su eternidad…

Estimo que no están dadas aun las condiciones para que esta vez ocurra algo diferente y así respondo a la pregunta de de Pablo cuando se pregunta “Esta vez ¿será diferente? Curiosamente en la tapa de color amarillo de su libro así titulado.

Esta sustantivación de los nombres y apellidos son prueba, obviamente en mi opinión, de la pobreza cultural de la Argentina, y esta pobreza desde ya constituye un límite a las decisiones que debería tomar un gobierno idóneo a partir del 10 de diciembre.

Esa pobreza hizo creíble el mito del relato “K” y puso en evidencia que nosotros los argentinos confiamos y creemos en las emociones y prueba de ello fue el impacto que tuvo la muerte de Nestor Kirchner para mejorar sustancialmente la imagen de Cristina y explica porque ella invoca su memoria.

Las emociones cuando menos y aunque sea temporariamente paralizan o sustituyen a la razón y lo más grave, en lenguaje orteguiano, condiciona la escasa altura del tiempo en la Argentina.

La política está ante este desafío de optar entre las emociones o la convicción de las razones; aún restan 30 días para que esta vez pueda ser diferente…

Share