Por Italo Pallotti.-
Salvo que los políticos y su reserva comunitaria, la política, piensen que la ciudadanía es sorda, ciega y muda, pueden llegar a manifestarse en el comportamiento diario del modo que lo hacen. Es como inútil ya esperar una forma de actuar que no sea el de un cambalachismo crónico y que el pueblo no se percate de esa táctica de actuar. Hay una inmensa mayoría que ha sido utilizada de una manera casi prostibularia, campaña tras campaña, en los lugares de menores recursos en provincias y sectores marginales con un desparpajo feroz con el reparto obsceno de migajas sobre poblaciones empobrecidas por años de pésimas administraciones; por los mismos de siempre. Y lo más criticable es que ese método de actuar lo hacen bajo el rótulo falaz de gestiones que no son otra cosa que una manera miserable de juntar una cantidad de votos necesarios para poder seguir encumbrados en el poder. Y han hecho de esta práctica un sistema de vida política. Hay quienes solventan este modelo perimido y rancio. Son los que pagan impuestos con gran sacrificio para sostener ese reparto indigno y miserable. Nuestra historia fue así. No es “mérito” de la nueva Democracia, en deuda total con todos. Aún mucho antes ya esas prácticas de vergüenza y oprobio daba sus primeros pasos. Luego creció a la luz y sombras de una porción de habitantes que con su ignorancia y su estúpida credibilidad los sostuvo por tanto tiempo. Entre ellos, mimetizados, una sub especie de mantenidos por aquella clase que los utilizó, vía piqueteros o representantes barriales que con su carga de cinismo e hipocresía se encargaron de arrear, por años, a esa tropa informe de legos de toda cualidad y calidad cívica. Dicho más claro, bastardos de la política.
Hay las consecuencias están a la vista. Una carga de indiferencia y resignación ronda el escenario nacional. Porque en el interín y de modo paralelo se fue sepultando con lo antedicho la calidad en la educación, en la jerarquía del trabajo, en la condición noble de vida, en el deterioro de la salud pública; en un mínimo de felicidad y paz; en fin, todo en un quiebre plagado de una monotonía exasperante en la búsqueda de un futuro que hoy está plagado de incertidumbre y desolación para tantos argentinos. Un informe de UNICEF, de no hace mucho tiempo, expresaba “la primera infancia importa para cada niño”. Porque desde el comienzo de la vida, entre nosotros y en grandes sectores, se los dejó librados al abandono. Los factores de riesgo se patentizan con gran severidad en esa etapa. Se sostenía además que “la violencia, el maltrato, el abandono y las experiencias traumáticas (¡y vaya si existen entre nosotros!) generan en esas edades altos niveles de cortisol, una hormona que produce estrés tóxico, el cual limita la conectividad neuronal en los cerebros en crecimiento y potencian el desarrollo de enfermedades que se manifiestan en edades avanzadas como lo son los síndromes geriátricos”.
Cuando en estos días, se debate de una manera entre violenta y chocante el tema de los jubilados, lleva a reflexionar seriamente el abandono del que fueron víctimas. Una seguidilla patética y vergonzante de la desatención, en cuanto a sus beneficios jubilatorios, en los adultos mayores por parte del Estado, desde hace décadas, no hacen otra cosa que remitirnos a lo expresado. Se escamotearon vilmente sus aportes con artilugios varios; sobre todo en los últimos años con las jubilaciones qué a manera de favor, como medio de atraer votantes, entre otras, le pusieron la lápida a la esperanza de que alguna vez esto cambiará. Nuevas promesas, reiterados embustes, ojalá no, le ponen marco a tan tenebroso escenario. Mientras, los políticos, de los viejos y los nuevos, se pavonean en peleas de entrecasa que nos llenan de bochorno y asco. Los niños que no comen las comidas diarias que son necesarias y los viejos que jamás habrán sospechado vivir, en el ocaso de sus días, en una especie de inframundo, esperan, entre pena y olvido, que un día, quizás ya tarde, se acuerden de ellos. En tanto, el inmundo despilfarro de los recursos públicos por parte de las castas y anexos (con ilusorios amagues de destruirlas) siguen vivas. Por eso aquello del título: el que pueda, que se salve.
07/09/2024 a las 12:29 PM
Desde hace mas de cuarenta años (al menos) los «viejos y nuevos políticos» pelean solo por prebendas a su favor. El pueblo (sin confianza) los ha seguido votando y votando, aunque se mimetizaran en «sellos partidarios insignificantes». Siempre ha sido muy peligrosa «La internacional de los boludos» (Juan Perón dixit).
07/09/2024 a las 8:00 PM
Uhhh que depre, mejor piense que la esperanza de vida argenta es 77 años así que hay que aguantar un poquito nomás…mientras no tengo los genes de Mirtha jaja