Por Mauricio Ortín.-

La soberbia y la altivez de antaño, cuando detentaba la suma del poder, no parece ser la mejor estrategia para enfrentar la catarata de juicios a la que Cristina se dirige inexorablemente. Más allá del golpe de efecto inicial, el acto Comodoro Py, mirado como ejercicio disuasivo, fue un verdadero fiasco que reveló la propia debilidad. A escasos cuatro meses de dejar la presidencia no logró convocar ni a la mitad de los que fueron a su acto de despedida. Ni uno solo de los gobernadores e intendentes que la sobrevivieron y le hacían el servicio de claque de la Casa Rosada, estaba allí. Que sólo cuente con la mano de obra desocupada de la Cámpora y los piantavotos de alto rendimiento de Bonafini, D’Elía, De Vido, Moreno, Rossi, Conti, Zannini, Larroque, Kicillof, Boudou, Aníbal Fernández, debe ser brutalmente desolador. Sin embargo todavía persisten quienes opinan que Macri y/o Bonadío le regalaron el protagonismo y, por ende, hacerse con la jefatura de la oposición y jaquear al gobierno. Pero nada más alejado de la realidad, “los corren con la vaina”. El acto en Comodoro Py más que a la “Toma de la Bastilla” se parece a “la fuga (hacia adelante) de Varennes”. Bonadío, con la simple medida de haber diferido (sobre la hora) una semana la citación habría descalabrado el costoso esfuerzo de movilización cual soplo a castillo de naipes ¿Cuántos juntarán cuando la citen a declarar por vigésima primera vez?

El clientelismo kirchnerista perduró a base de caja mientras dispuso de ella. Su esencia es el populismo y ahora, sin subsidios, cargos, computadoras o colchones para repartir, se reduce necesariamente a una caricatura del poder. La máxima aspiración de Cristina no es volver a la presidencia en el 2019 sino evitar la cárcel. Ya no debería asustar a nadie con sus arranques histéricos y no tiene forma de presionar eficazmente a los jueces.

Es la hora de los medios a los que hostigó y quiso destruir con saña fundamentalista. Ellos están indemnes y de aquí en más se solazarán por décadas en investigaciones y notas sobre la corrupción del matrimonio Kirchner y sus cómplices. Al “pobre” Boudou no le va a alcanzar la vida para arrepentirse de sus bravuconadas con la remerita de “Clarín miente”.

Para la opinión pública los malos de la película son Cristina y su banda y eso ya no tiene vuelta atrás. Jorge Lanata, Lilita Carrió fungen de héroes y Macri, como actor de reparto. Cristina y lo que ella representa ya han sido condenados políticamente por la sociedad; solamente resta arreglar cuestiones jurídicas de forma. La opinión pública no perdona ante la necesidad de un chivo expiatorio que cargue con las culpas de todos.

Una máxima luminosa (omitida incomprensiblemente en las veinte verdades peronistas) reza: “El peronismo perdona a los traidores pero no a los perdedores”. Otra, “la única verdad es la realidad”, indica que Cristina está mucho más cerca de probarse el traje a rayas que el último modelito de Donatella Versace.

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