Por Hernán Andrés Kruse.-

Luego de diez años de distanciamiento la Argentina y el Fondo Monetario Internacional decidieron hacer resurgir un amor que alcanzó su máximo esplendor durante los noventa. A partir del lunes 19 los técnicos del organismo comenzaron su agenda de reuniones enmarcadas dentro de lo estipulado por el IV del Fondo. Fue el presidente Néstor Kirchner quien cortó hace once años el cordón umbilical que nos mantenía unidos con el organismo. A partir de entonces el gobierno K canceló la deuda del país con la institución de crédito y frenó las visitas de auditoría con el objetivo de contrarrestar la influencia que sobre la población ejercía el pensamiento económico ortodoxo. Con la asunción de Mauricio Macri la Argentina recompuso su vínculo con el FMI para demostrarle al mundo que el país había dejado atrás “la larga y oscura década del populismo K”. Desde Nueva York, poco antes de hablar ante los miembros de la Asamblea General de la ONU, el presidente de la nación manifestó que “esta semana, después de 10 años, está visitando el país una misión del FMI para cumplir con el Artículo IV, como ocurre en cualquier país normal. Queremos volver a ser parte del mundo y cortar con el aislacionismo”. Vale decir que para el primer mandatario durante la década K el país abandonó la normalidad porque a Néstor Kirchner se le ocurrió independizarse del FMI, jugada maestra que culminó a fines de 2005 en Mar del Plata cuando le dijo en la cara a W. Bush que su gobierno no aceptaba las reglas de juego del ALCA. Por su parte, Roberto Cardarelli, jefe de la misión del fondo, señaló que “estamos reconstruyendo la relación con la Argentina”.

La recomposición del vínculo con el FMI tiene connotaciones políticas y económicas. Según el economista Arnaldo Bocco “el Fondo es la expresión de la derecha en el sistema financiero, tiene un discurso ordenador. Es como los viejos clubes de la élite que exigían para ingresar saco y corbata. Si no tenés, te lo prestan aunque te quede mal”. Bocco tiene una larga trayectoria dentro del circuito financiero del país. En efecto, fue director del Banco Central, presidente del BICE (Banco de Inversión y Comercio Exterior) y director del Banco Ciudad en los noventa (De la Rúa era el jefe de gobierno porteño). Siempre cuenta la siguiente anécdota que ilustra el rol que jugaban los organismos financieros en aquel entonces: “en 1998 el gobierno porteño de Fernando de la Rúa le hacía decir al Banco Mundial que había que privatizar el Banco Ciudad. No sería raro que el Fondo diga cosas que el gobierno de Macri quiere instalar. De todas formas, el FMI también tiene que ser cuidadoso porque sufrió un gran desprestigio después de no haber previsto el estallido de la convertibilidad”.

Roberto Gardarelli encabezó la misión del FMI que el lunes 19 se reunió con directivos de la Unión Industrial Argentina para escuchar las expectativas de esa corporación. Los jerarcas de la industria nacional pusieron al descubierto la ansiedad que los domina ante las dificultades que tiene el gobierno de Macri de hacer realidad las inversiones foráneas prometidas y plantearon la necesidad de que el gobierno aplique políticas que proteja a los sectores más sensibles durante la difícil y traumática transición hacia una economía más competitiva, con una menor presión fiscal y una mayor productividad. Daniel Funes de Rioja, vicepresidente primero de la UIA, dijo: “También expusimos que deben bajarse los costos no salariales y un mejor balance económico, menos focalizado en el consumo”. Vale decir que para Funes de Rioja las clases populares deben comer menos. Y agregó: “me parece muy positivo que el FMI quiera hablar con el sector industrial. Las preguntas que nos hicieron fueron concretamente sobre evolución industrial y expectativas, sobre producción, empleo y medidas gubernamentales” (…) “Sostuvimos la necesidad de que los organismos de crédito, como el FMI, entiendan que el crecimiento tiene que ser con industria fuerte”. Durante los días siguientes Cardarelli y sus técnicos revisarán los números de la economía, la metodología del nuevo IPC y del cálculo del PIB, y dialogará con los miembros del equipo económico (Alfonso Prat Gay, Francisco Cabrera, Jorge Triaca y Federico Sturzenegger). También mantendrán reuniones con Luis Caputo, secretario de Finanzas, y Jorge Todesca, titular del Indec. Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, tendrá a su cargo el cierre de la misión, prevista para el 27 y 28 de este mes, participando en el seminario anual de FIEL. Será entonces cuando quede perfeccionado el retorno del país a las revisiones consagradas en el artículo IV. El gobierno confía en la “benevolencia” del FMI. Esperan confiados que el FMI elogie el pago a los fondos buitre, el levantamiento de las restricciones a la compra de dólares y el flujo de capitales. Pero no todas serán flores para la nueva administración. En efecto, es probable que el FMI desempolve su viejo recetario que tanto daño le hizo a la Argentina hace dos décadas. Seguramente advertirá al gobierno sobre la necesidad de fortalecer la posición fiscal, es decir bajar el gasto público. Seguramente aludirá a la inflación. Los técnicos y economistas del Fondo también mantendrán reuniones con economistas y dirigentes de la supuesta oposición (Frente Renovador, principalmente). Ahora bien, es importante no perder de vista que, dado que el gobierno no busca un financiamiento del Fondo ahora mismo, todas las recomendaciones que brinde el organismo son meramente simbólicas, no son vinculantes. Sólo serán para el presidente de la nación otra fuente de legitimación de su política económica. Si sus técnicos y economistas insisten en la necesidad de un mejoramiento de las cuentas fiscales, el gobierno dispondrá de un nuevo apoyo para encararlo. La revisión del artículo IV “convencería” al Fondo de levantar en noviembre la moción de censura que pesa sobre los números oficiales. Desde el punto de vista económico, el gobierno de Cambiemos sostiene que si el país se somete al artículo IV se producirá una baja del costo del financiamiento para el país en el exterior. Según Marina Dal Pogetto, economista del Estudio Bien, “la revisión del artículo IV se hace en todos los países. Mientras no se apele al financiamiento de parte del Fondo, no creo que ese informe tenga consecuencias sobre la tasa. En un mundo de tasa cero, Argentina todavía paga una prima de riesgo por sobre economías vecinas. Esa prima se irá achicando pero no me parece que el artículo IV tenga que ver” (fuentes: Javier Lewkowicz, “Regresó el Fondo de la mano de Macri”, y Cristian Carrillo, “Cita con industriales”, Página 12, 20/9/016).

Es probable que sólo haya sido un espejismo. “Finanzas y Desarrollo”, una publicación oficial del FMI, publicó en junio un artículo de los economistas Jonathan Ostry, Prakash Loungani y Davide Furceri titulado “El neoliberalismo: ¿un espejismo?”, en el que se atreven a poner en tela de juicio algunos dogmas revelados del organismo, como por ejemplo que la austeridad fiscal y la desregulación de los movimientos de capitales garantizan el crecimiento de la economía. Para los economistas mencionados tanto la austeridad fiscal como la desregulación de los movimientos de capitales no sólo no ofrecen las bondades proclamadas por la ortodoxia económica sino que no hacen más que profundizar la desigualdad. La importancia de este artículo radica en que sus autores son miembros importantes del staff del FMI. Este artículo es otro síntoma de una tenue modificación tanto en lo académico como en lo discursivo (el relato) que se viene dando en el organismo como consecuencia de la crisis internacional. Sin embargo, todos los países europeos, centroamericanos y asiáticos que se vieron sacudidos por la crisis de 2008, no tuvieron más remedio que aceptar las recetas ortodoxas de siempre impuestas por el FMI: privatizaciones, reducción del gasto público y aumento en las tasas de interés. Maurice Obstfeld, economista jefe del organismo, salió rápidamente a desmentir cualquier intento de “rebelión en la granja”: “Ese artículo ha sido muy malinterpretado; no representa un cambio significativo en la estrategia del FMI”. Con el estallido del sistema financiero transnacional el FMI se encargó de monitorear la situación de la aldea global y de diseñar el rescate económico de los países en dificultades. Emergieron, pues, nítidas contradicciones entre el relato y la acción, entre las palabras y los hechos. El relato acompañó la ayuda financiera a los países devastados por la crisis internacional pero de una manera “heterodoxa”, es decir esbozando un incipiente y pragmático alejamiento de su histórico relato ortodoxo. Ese cambio que se registró en el artículo mencionado se debió fundamentalmente a la capacidad que demostraron muchos países en desarrollo en lo que va del siglo XXI a sostener la expansión económica, a la capacidad de sus economías para desafiar los peligros de la crisis y al fracaso evidente de la receta económica ortodoxa. Comenzaron a aparecer discursos que apoyaban el impulso de la demanda con estímulos fiscales y la preservación del empleo, además de reconocer la importancia de los controles de capitales. Muy pronto todo volvió a la “normalidad”. Este incipiente “keynesianismo” fue rápidamente desarticulado y los burócratas del FMI reanudaron sus actividades “naturales”: el reclamo -la orden, en realidad- a los países latinoamericanos del ajuste del gasto público, del enfriamiento de la demanda, de la suba de la tasa de interés, de la implementación de las reformas del mercado del trabajo (flexibilización radicalizada) y de la apreciación del tipo de cambio. La “ayuda financiera” a países como Grecia y España lejos estuvo de ser gratuita: ambos países se vieron obligados a aplicar severas políticas de ajuste con los resultados desastrosos por todos conocidos (fuente: Tomás Lukin, “Contradicciones de Fondo”, Página 12, 20/9/016).

En su edición del martes 20 Página 12 publicó un artículo de Alfredo Zaiat titulado “Hacer el amor con el FMI”, en el que expone con meridiana claridad el significado simbólico y político del regreso de las auditorías anuales del FMI. Este regreso tiene una gran carga simbólica a raíz del significado que ha tenido para el país su relación con el organismo. El pueblo aún recuerda lo que sucedió durante el menemismo, la alianza y el duhaldismo, época signada por la intromisión absoluta del FMI en los asuntos económicos internos de la Argentina. Tiene además una gran carga política porque el país se subordina nuevamente a los dictados de una serie de burócratas dogmáticos y fundamentalistas que representan los intereses del gran capital transnacional. Lo que jamás le perdonará el FMI al kirchnerismo fue su decisión, a comienzos de 2006, de cancelar la totalidad de la deuda con el organismo para tener una política económica autónoma. Con Macri en la Rosada el retorno de las relaciones carnales con el FMI no implica ninguna alteración de las actuales condiciones económicas. Y ello por una simple y contundente razón: el gobierno de Cambiemos no está haciendo más que aplicar en materia económica las “recomendaciones” de los burócratas del Fondo, que coincidir con el organismo en la necesidad de aplicar a sangre y fuego la política del ajuste perpetuo, la desregulación de los mercados financieros, las privatizaciones y la apertura comercial indiscriminada. Lo relevante de la visita de los tecnócratas del Fondo estriba en que sus históricas recetas se traducirán en tremendos retrocesos en las condiciones sociales, económicas y laborales de la mayoría de la población. ¿Cómo se definirá el nexo con el FMI en los próximos años?: he aquí el interrogante fundamental. Pese a cortar el cordón umbilical con el organismo multilateral de crédito, el gobierno K había decidido poner en práctica una estrategia de acercamiento enhebrando un acuerdo de asistencia técnica para una buena confección de las estadísticas del INDEC. Pero dicho acercamiento no implicaba la decisión del gobierno de obedecer ciegamente las órdenes del Fondo. Ahora, los tiempos han cambiado por decisión de un presidente de apostar el futuro de su gobierno a una óptima relación con el centro del poder financiero transnacional y la república imperial.

Durante sus primeras horas en Nueva York, el presidente de la nación hizo uso de la palabra en la fundación Clinton y en la Bolsa de Nueva York. En ambos sitios destacó lo importante que es para el país que “el mundo” apoye a su gobierno en su máximo objetivo de dejar definitivamente atrás “décadas de populismo”. En la reunión de la Iniciativa Global Clinton el presidente de la nació dijo: “Argentina, como saben, sufrió décadas de populismos y las cosas empeoraron mucho durante los últimos diez años. Íbamos directo a otra gran crisis como la del 2001, pero afortunadamente los argentinos juntos decidieron un cambio”. “Creemos que merecemos vivir mejor, queremos volver a ser parte del mundo y cortar con el aislacionismo”, enfatizó. Delante de un calificado y poderoso auditorio, el primer mandatario dijo sin sonrojarse que su objetivo “es alcanzar la pobreza cero”, haciendo énfasis en “la gran riqueza de recursos humanos y naturales con los que cuenta” el país. E insistió con uno de sus habituales latiguillos: “Para cortar con la pobreza hay que crear trabajo, crear un ambiente de confianza y credibilidad y tener reglas de juego claras. Nuestro desafío es ser confiables”. En la Bolsa de Comercio de Nueva York el presidente garantizó la victoria de Cambiemos en las elecciones del año próximo para dar señales de “gobernabilidad” a los supuestos inversores que lo escuchaban. Aseguró que el país dejó atrás “la fiesta del populismo” y destacó que “la Argentina quiere ser un país normal. Es necesario que exista la confianza primero entre el gobierno y sus ciudadanos y luego entre el país y sus inversores” (fuente: Nicolás Lantos, “En el plan de quien hizo los deberes”, Página 12, 20/9/016).

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