Por Luis Américo Illuminati.-

En 1938, en el «Coloquio Walter Lippmann» (Conferencia de intelectuales realizada en París), Alexander Rüstow acuñó el término «neoliberalismo» proponiendo una corriente filosófica media, entre el fascismo, nazismo, comunismo y socialismo, sabiendo que no van a buen puerto, del liberalismo clásico, y la economía laissez faire, que consideraba que habían fracasado. La revolución contra la teoría cuantitativa la hizo Keynes en la década de los treinta dentro de la economía oficial. La contrarrevolución keynesiana la realizó Milton Friedman en la década de los setenta, también dentro del sistema teórico dominante y se conoció con los nombres de Escuela de Chicago, monetarismo o neoliberalismo. John Maynard Keynes y Milton Friedman fueron los economistas más influyentes del siglo XX. Como Friedman dedicó gran parte de su energía intelectual a atacar el legado de Keynes, es natural considerarlos opuestos. De hecho, sus diferencias eran profundas, pero también lo eran los conceptos que de alguna u otra manera compartían. Las políticas denominadas ortodoxas actuales son una síntesis de sus dos enfoques. Keynes llegó a la conclusión, tras la Gran Depresión de 1929, de que el libre mercado había fracasado; Friedman opinaba, en cambio, que quien había fracasado era la Reserva Federal. Keynes pensaba que el capitalismo debía estar encadenado; Friedman creía que se portaría bien si se lo dejaba suelto.

El jardín de los senderos que se bifurcan

El neoliberalismo no es una corriente ideal ni la única en las opciones que tengan los pueblos para una distribución de la riqueza más equitativa que no implique caer en el socialismo o comunismo que en principio parecería que uno es el antídoto contra el otro sino más bien hay que decir que es el mismo collar para distintos perros. La posible satisfacción de las diferencias, necesidades y deseos insatisfechos es que haya un equilibrio entre el trabajo y el capital, ya que, si éste es el sombrero y aquél los zapatos, lo lógico es que el sombrero no sea sólo un mero recipiente para juntar granos sino también una bolsa que los lleve a todos los campos sin aprovecharse por el servicio que cumple.

El impuesto único

Dijimos más arriba que el neoliberalismo no es la única opción entre capitalismo y comunismo y es la teoría expuesta por Henry George (1839-1897), economista estadounidense y el representante más influyente de los defensores del Single Tax (impuesto único o impuesto simple) sobre el suelo. Inspiró la filosofía y la ideología económica conocida como Georgismo.

Esta docrina sostiene que cada uno posee lo que ha creado, sembrado y cosechado, pero que todo lo que se encuentra en la naturaleza, y como más importante el suelo o la tierra, en principio pertenece a la humanidad, pero tras las conquistas e invasiones que sufrieron los pueblos primitivos que fueron despojados de sus tierras por los ejércitos de pueblos más poderosos, la situación varió y la tierra comenzó a ser parte del territorio de los distintos reinos y naciones surgidos tras la caída del Imperio romano. Por esa razón, histórica y jurídicamente el dominio, jurisdicción territorial y administración general corresponde a cada Nación, pero internamente cada habitante (ciudadano legal) tiene derecho a su parcela en la medida y proporción de su trabajo.

Henry George es autor del libro «Progress and Poverty» (Progreso y miseria), escrito en 1879. Su teoría económica es un gran evento intelectual que refuta abiertamente los argumentos falaces de «El Capital», la obra cumbre de Karl Marx. El principal problema que hay en la Argentina, consiste -como afirma Héctor Sandler- en no denunciar como actores o espectadores del dilema o conflicto económico la irracionalidad del sistema de impuestos vigente que ahoga y frustra toda iniciativa que le permita al hombre procurarse el sustento en base a su trabajo sin esperar regalías ni limosnas del Estado.

La palabra «capitalismo» -dice Sandler en su libro «A la Búsqueda del Tesoro Perdido – Raíces de la crisis permanente y propuestas para su solución», ICE, Bs. As., 2008, pág.288- es confusa y cargada de emotividad e induce a valoraciones simpáticas o antipáticas, y, por tanto, no deja ver lo que conviene y configura imágenes entorpecedoras del análisis, abre ancha vía para la construcción del modelo de ese nombre. Este modelo es una cuestionable generalización de hechos históricos singulares, diferentes e irrepetibles, hecha con el propósito de comprender otros fenómenos históricos no menos singulares e irrepetibles. Este modelo fruto de la generalización de hechos históricos es usado para describir, analizar y pronosticar la evolución de otros órdenes económicos reales formados en un contexto necesariamente diferente. Y por ello es común identificar el modelo «capitalista» con los variados tipos abstractos de economía de mercado, y viceversa (pág.288) Y a continuación cita a Walter Eucken que dice: «En el capitalismo se veía y se ve más bien la sustancia activa de la economía moderna. Los fenómenos individuales…se consideran como acciones de un ser real: el capitalismo, y su crisis como una decadencia de este ser: Marx y Sombart han contribuido notablemente a difundir esta forma de pensar. En muchos discípulos de Marx y en otros escritores del capitalismo llega a convertirse en una sustancia personificada o en una persona. Debería observarse que con ello se comete un grave error de lógica: el error de hipóstasis» (Cuestiones fundamentales de economía, 2da.edición, Edit. Alianza, Madrid, 1967, pág.95).

La hipóstasis del «capitalismo» que correctamente señala Eucken, sucede con el actual sistema de impuestos que rige desde la década 1920-1930 que contradice la Constitución Nacional de 1853-1860 cuyos sabios preceptos fueron desnaturalizados por leyes posteriores que hasta la fecha han distorsionado la marcha de la economía al no llevar a la práctica como parámetro legal el justo valor de la tierra y el fácil acceso a ella. El haber «hipotasiado» el inicuo régimen de impuestos que frustra la libre iniciativa ha devenido en una crisis económica circular por cargas impuestas por un Estado que funciona como un barril sin fondo, siendo que tanto los hombres de la Revolución de Mayo como los constitucionalistas de 1853 y 1860 dispusieron lo contrario.

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