Por Hernán Andrés Kruse.-

El 22 de noviembre tuvo lugar el histórico ballotage que consagró a Mauricio Macri como nuevo presidente de la nación. En una apretada elección derrotó a Daniel Scioli por menos de 700 mil votos sobre una masa de votos de alrededor de 25 millones. El triunfo de Macri sacudió el tablero político nacional e internacional. Por primera vez en nuestra historia será presidente a partir del 10 de diciembre un dirigente elegido democráticamente que no es ni peronista ni radical. Macri es un típico exponente del conservadorismo autóctono, miembro de la élite empresarial y partidario, según sus propias palabras, del desarrollismo. En el ballotage fue votado, en números redondos, por 12.900 mil personas, una cifra realmente impresionante. Macristas, lilitos, radicales y peronistas renovadores votaron por él. Su derrotado también hizo una gran elección. Daniel Scioli, candidato del FPV, fue votado, también en números redondos, por 12.300 mil personas. Kirchneristas e “independientes” le dieron su apoyo. La sociedad quedó partida prácticamente en dos mitades, aparentemente antagónicas.

¿Por qué ganó Macri? A mi entender, Macri ganó por aciertos propios y por defectos ajenos. Si bien es cierto que es fácil hablar con el diario del lunes, el resultado del ballotage terminó dándole la razón a Jaime Durán Barba, el arquitecto de la campaña electoral de Macri. El ecuatoriano siempre fue partidario de la preservación a ultranza de la “pureza” del macrismo, es decir, de la imperiosa necesidad de que Macri no formara una coalición con el resto de las fuerzas antikirchneristas, fundamentalmente el peronismo renovador. Aquí terció Elisa Carrió quien fue la que finalmente convenció a Macri de que se aliara fundamentalmente con el radicalismo, pero dejando de lado al peronismo renovador. Para Macri fue fundamental la decisión adoptada por la dirigencia radical en Gualeguaychú a favor de una alianza a nivel nacional con el macrismo. Sin embargo, Macri siempre fue muy claro: nunca estuvo a favor de un gobierno de coalición. Su flamante gabinete, repleto de macristas, lo pone en evidencia. En la campaña electoral Macri repiqueteó constantemente con su latiguillo preferido: la gente quiere un cambio. Sin efectuar ningún tipo de precisiones, habló continuamente de la necesidad de cambiar para que la gente vuelva a ser feliz. Los argentinos, manifestaba, merecen vivir mejor, no deben conformarse con lo que pasa hoy en el país, deben atreverse a patear el tablero. Mientras tanto, acusaba al kirchnerismo de todos los males que según él se ensañan con la Argentina. La gente está harta del kirchnerismo y, fundamentalmente, de Cristina, expresaban Macri y los suyos cada vez que visitaban un set televisivo, daban una entrevista periodística o realizaban un acto público. El objetivo de Macri era congraciarse con los “caceroleros” y, fundamentalmente, con los peronistas renovadores, fuertemente antikirchneristas. En definitiva, Macri se valió del odio a Cristina, fogoneado por el Grupo Clarín, para llegar a la presidencia. Y lo logró.

Pero la victoria de Macri se explica también por otros factores ligados íntimamente al gobierno nacional. En otros términos: la victoria de Macri se debe fundamentalmente a los gruesos errores cometidos por Cristina en su rol de presidenta de la nación y de conductora política del kirchnerismo. Como presidenta de la nación cometió, a mi entender, un error fundamental: desconocer la inflación y la inseguridad, los dos más graves problemas que vienen aquejando a la sociedad desde hace bastante tiempo. La inflación provoca, como todo el mundo sabe, la desvalorización continua de la moneda. Hoy, el billete de 100$ vale muy poco en comparación con lo que valía hace, por ejemplo, dos años. Sin embargo, tanto la propia presidente como su ministro de Economía, Axel Kicillof, jamás le dieron importancia al tema. Es más, el ministro de Economía siempre remarcó que la inflación no era un problema central de la economía. Sucede que para la sociedad, sí lo es. El otro gran problema que aflige a los argentinos es la inseguridad. La presidenta prácticamente lo ignoró durante sus ocho años en el poder. Si bien Sergio Berni siempre estuvo dispuesto a combatir ese flagelo, la gente se siente, y con razón, absolutamente desprotegida. Por último, Cristina jamás logró (o no quiso) solucionar el problema de la sucesión presidencial. Para ella había un único candidato a sucederla: Néstor Kirchner. Pero el 27 de octubre de 2010 su corazón dijo basta y a partir de entonces la sucesión presidencial pasó a ser su gran obsesión. Imposibilitada de presentarse en las presidenciales de 2015, no tuvo más remedio que bendecir la candidatura de su enemigo íntimo, Daniel Scioli, el único dirigente kirchnerista capaz de competir seriamente por la presidencia de la nación. Pero Cristina siempre sintió aversión por el gobernador bonaerense, lo que generó una situación de tensión que finalmente hizo eclosión en la recta final de la campaña electoral. En el fondo, es probable que la presidente haya preferido la victoria de Macri y no la de Scioli. La serie de cadenas nacionales que pronunció en las vísperas de la elección del 25 de octubre (primera vuelta) no hicieron más que dinamitar las chances electorales de su “delfín”. ¿Para qué las hizo, sabiendo el daño que le causaba a Scioli?

Faltan horas para la asunción del nuevo presidente de la Nación. Macri representa, ideológicamente hablando, la antítesis de Cristina. Evidentemente, el 51,40% de la sociedad se decidió por un cambio radical de la política argentina. A partir del 10 de diciembre ejercerá el poder un hombre del establishment, un mimado del poder económico concentrado, un símbolo de la concepción tecnocrática de la política. En poco tiempo se verá si la decisión de es mayoría en el ballotage fue racional o simplemente un salto al vacío.

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