Por Hernán Andrés Kruse.-

La escena cinematográfica de la captura de José López, número 2 de De Vido, provocó un tsunami político de impredecibles consecuencias. El gobierno nacional sigue festejando con champagne el “affaire” porque durante un buen tiempo tendrá material de sobra para hacer olvidar a la sociedad los graves problemas que la afligen: inflación, desempleo e inseguridad. Sin embargo, no hay que minimizar lo que acaba de suceder en un escondido convento de la provincia de Buenos Aires ya que alude a una cuestión vital que hace a nuestra supervivencia como sociedad civilizada: la corrupción. En su edición del domingo 19 de julio Página 12 publicó un artículo de Horacio Verbitsky titulado “Orantes y penitentes”, en el que rememora unas reflexiones del recientemente fallecido Aldo Ferrer sobre la corrupción. En un ensayo titulado “Acerca de la corrupción”, el ex ministro de Economía distinguió cuatro tipos de corrupción: la corrupción cipaya y vernácula, la corrupción circunstancial y sistémica, la corrupción pública y privada, y la corrupción globalizada y endógena. Para combatir la corrupción Ferrer formuló propuestas para erradicarla “en el marco de estrategias de desarrollo que movilicen el potencial del país, defiendan los intereses nacionales y promuevan la equidad y el bienestar. De otro modo, seguiríamos sometidos a los problemas que promovieron la corrupción, al mismo tiempo que frustraron el desarrollo de la Argentina”. Verbitsky considera que las andanzas del señor López serían un ejemplo de corrupción vernácula, circunstancial, pública y endógena. Por más que el autor tenga razón en tipificar el acto de corrupción protagonizado por López de esa forma, el montaje que rodeó a su detención provocó un impacto profundo en la población. La estrategia del oficialismo dio resultado: López quedó como un poderoso narcotraficante atrapado por un enjambre de comandos de operaciones especiales con el rostro cubierto, cuando en realidad se trata de un oscuro funcionario público que trabajó durante la era K y que intentó ocultar las pruebas de sus delitos en el lugar y el momento equivocados.

El objetivo del gobierno es presentar el caso López, tal como lo hizo con el caso Báez, como un ejemplo de corrupción sistémica dirigida desde el vértice del poder por la ex presidente. Lo corrupto es el gobierno kirchnerista y, fundamentalmente, las políticas que aplicó. Es fundamental, por ende, acabar con esa corrupción sistémica porque ello provocará el fin del kirchnerismo. En relación con este tema, Verbitsky cita a Pedro Biscay, director del Banco Central, ex miembro de la Procuraduría Adjunta de Criminalidad Económica y Lavado de Activos, quien describe una operación que combina lo mediático con “el corazón de una lógica mafiosa que vuelve delictivo todo lo hecho por una gestión de orientación popular. Se opera una conversión cínica que vuelve delito, choreo, estafa, malversación, cualquier iniciativa de política pública del anterior gobierno. Es delito no haber ejecutado en su totalidad un proyecto presupuestado, es delito haberlo ejecutado tardíamente, es delito si se lo ejecutó en etapas que implicaron correcciones, como también es delito si se adeuda a determinados proveedores. Todo es delito porque si un funcionario público cometió un delito, entonces todo lo que rodea a ese funcionario público también es delito. Es la lógica de la asociación ilícita aplicada a la organización de la política”. Las políticas públicas de inclusión social ejecutadas por el kirchnerismo son un delito porque por su intermedio Cristina y sus secuaces se enriquecieron ilícitamente: he aquí el argumento del establishment. Lo que pretende el orden conservador es aniquilar el kirchnerismo para que en el país nunca más se vuelvan a aplicar las políticas de inclusión social que ejecutaron Néstor y Cristina Kirchner. Ello significa que de aquí en más sólo las políticas de ajuste serán lícitas, legales, decentes, mientras que las políticas de inclusión social serán consideradas actividades delictivas.

En opinión de Aldo Ferrer en los países desarrollados y en los países emergentes que cuentan con una fuerte densidad nacional la corrupción se reduce al soborno de quien dispone de un activo o de un servicio que no le pertenece. La corrupción es, por ende, circunstancial. En los países subdesarrollados, como el nuestro, la corrupción es sistémica. El ex ministro de economía lo ejemplifica con “la imposición de un tipo de cambio sobrevaluado y la desregulación de los movimientos de capitales que culminaron en el endeudamiento hasta el límite de la insolvencia, generaron una masa gigantesca de rentas especulativas y fuga de capitales y deterioraron el aparato productivo y la situación social”. El menemismo constituye en este sentido un ejemplo por demás elocuente. Si se aplica la tipología de Ferrer se concluye que el escándalo protagonizado por López es mucho meno dañino para la sociedad que las medidas adoptadas por Macri en estos primeros seis meses de gestión ya que implicaron la transferencia de miles de millones de dólares de la clase trabajadora a la élite económica, cuyos efectos se sentirán por generaciones. Lamentablemente, un importante sector de la sociedad, hipnotizado por los mensajes anti k emitidos por el poder mediático, es incapaz de comprender esta diferencia. Como bien dice Verbitsky “para aprehenderlo requiere de una operación abstracta del pensamiento porque la práctica cotidiana de los consumidores masivos de infotainment televisivo no permite abarcar los 4.200 millones de dólares anuales que deja de percibir el Estado por retenciones a las exportaciones agropecuarias y mineras con el consecuente desfinanciamiento de inversiones sociales” (…) “El robo de López está a escala de quien compra un billete con la ilusión de ganarse la lotería y cambiar de vida. Por eso impacta en forma demoledora” (…) “En eso consiste la cultura de masas”. Pero ello no significa que se niegue la corrupción y sus deletéreas consecuencias. Al respecto, expresa Pedro Biscay: “No podemos eludir más la discusión frontal sobre la corrupción durante la última década. No es sano, no es inteligente y deja sin herramientas a los movimientos sociales que apuestan por opciones de gobierno populares. Quienes queremos defender estas banderas y las políticas de inclusión social y de derechos construidas estos años, tenemos la obligación de hacerlo. Así como frente al gatillo fácil y la represión judicial oponemos políticas de control civil sobre el uso de la fuerza y programas contra la violencia institucional, debemos construir programas de prevención de corrupción que pongan en el centro de la escena el rol corruptor de las empresas y los problemas de debilidad legal que favorecen la corrupción”. Quizá un poco tarde el kirchnerismo descubrió la relevancia de la honestidad pública. Lo que resulta indudable es que este escándalo favorece políticamente al gobierno nacional. A juicio de Biscay, el presidente necesitaba “de un escándalo como éste que vuelva todo lo demás delictivo: es el efecto de la mancha venenosa. Es radiactivo porque todo lo que toca lo contamina y expande su contaminación radialmente .Excede la incapacidad que hemos tenido para pensar respuestas audaces y poderosas frente a la corrupción, pero a su vez nos deja sin capacidad de respuesta porque al criminalizarlo todo, nos vuelve cautivos de un mecanismo extorsionador que trasviste la banalidad del mal en una virtud, el temor en seguridad, la opresión en libertad y la dignidad de haber construido derechos en avergonzamiento público. Esta lógica es mafiosa en sí y para sí. Se impone en los recintos parlamentarios, en la justicia y en los medios televisivos. Es la única opción posible de enceguecernos para que la matriz criminal del poder económico aumente el endeudamiento externo como mecanismo de financiamiento de la fuga de capitales a la par de asegurar que la pila de la rentabilidad financiera crezca obscenamente mientras las pilas de la producción y el consumo se destruyan progresivamente”.

¿Cuál fue el impacto social y político del caso “López”? Algunos de los consultores más conocidos por la opinión pública, pese a tener visiones diferentes sobre el asunto, coinciden en que fue un golpe fulminante para el kirchnerismo y que el futuro dirá en qué medida afectó al propio peronismo. Para Roberto Bacman (CEOP) “el caso López sorprendió a los argentinos por su extraña forma de irrumpir en la escena con ribetes novelescos y componentes bizarros. La corrupción volvía a mostrar otra de sus facetas, aunque esta vez de manera contundente. No se trató de una denuncia, ni de una investigación judicial o periodística, la que lo expuso esto ante la opinión pública. Fue el propio José López, en un acto incomprensible, cuya posible explicación remite a hipótesis de diferente tipo y tenor, quien en la fría madrugada del martes pasado comenzó a tirar bolsas con dólares, euros y hasta monedas de países exóticos, relojes de lujo y joyas a través de la medianera de un convento de General Rodríguez. Es innegable que el hecho impactó, aunque también es innegable que a todos no le afectó por igual. El kirchnerismo fue quien más sintió el impacto. Fue como una trompada al estómago, escribió en su Facebook la ex presidente”. Eduardo Fidanza (Poliarquía) opina que “es indisimulable el vínculo directo, sin intermediarios, de López con Néstor y Cristina. Probablemente este caso precipite nuevas imputaciones con la firme probabilidad de que Cristina vaya presa. El impacto en el peronismo dependerá de su capacidad de distanciarse y hacer control de daños, algo para lo que tiene mucha práctica”. Para Mora y Araujo (Ipsos-Mora y Araujo) “no hay sector dentro del espacio político kirchnerista que no acuse el impacto. La primera consecuencia notoria parece ser el creciente debilitamiento-o aislamiento-de Cristina, la única persona que hoy puede aspirar a ejercer un liderazgo del espacio. Espacio en retroceso, liderazgo debilitado: eso dice todo”. Para Ricardo Rouvier no se puede negar el impacto negativo que el caso López provocó en el kirchnerismo: “Es difícil precisar el grado o la intensidad del impacto, eso se irá viendo, pero no hay duda que ha dado en el blanco”. Artemio López discrepa con sus colegas: “El caso López es un capítulo más de la saga destinada a desacreditar la gestión kirchneristas en general e intentar dañar la imagen de la ex presidente Cristina Kirchner. Es particularmente espectacular y el componente narrativo, en especial su impacto en medios masivos, resulta muy eficaz para desplazar la agenda de opinión pública hacia costados menos comprometidos para el oficialismo que la aceleración de la crisis socioeconómica que ya asume una magnitud inimaginable para sólo seis meses de gobierno”. En realidad, la opinión de Artemio López se complementa con la de sus colegas. En efecto, por un lado el caso López ha dañado severamente la imagen de la ex presidente y golpeado con dureza el corazón de la militancia. Por el otro el revuelo provocado por la forma en que López fue detenido y la millonaria suma de dólares que fue encontrada a su lado termina siendo funcional al gobierno de Macri, muy golpeado últimamente por la marcha de la economía. Por eso Cambiemos festejó lo de López como si Argentina hubiera ganado la Copa Mundial de fútbol. Así lo reconoce Bacman: “En Cambiemos fue una semana de festejos. El caso López les cayó del cielo, como una bendición en medio de fuertes tormentas”.

El caso López provocó un impacto de tal magnitud que varios periodistas, analistas y políticos decretaron el fin del kirchnerismo. Según Bacman, “es muy temprano afirmarlo, sin riesgo de caer en la subjetividad. El golpe fue duro, pero un importante segmento de la población sigue creyendo en otro modelo de país que el kirchnerismo en el gobierno tuvo la capacidad de representar”. Quien sí lo da por muerto, más que nada por una cuestión de deseos, es Morales Solá (La Nación, “Nada en el país volverá a ser como fue”, 19/6/016): “El largo liderazgo de Cristina se ha terminado. El peronismo no tiene un líder alternativo, como sí lo tuvo en todas sus crisis desde 1983. Menem después de Cafiero. Duhalde después de Menem. Los Kirchner después de Duhalde. Ahora hay referencias, pero no liderazgos” (…) “La “bomba neutrónica”, como llamó el ex canciller Jorge Taiana al escándalo de José López, dejó al peronismo devastado” (…) “La política, el Congreso, el peronismo y la Justicia cambiaron. Macri celebra” (…) “La política es otra, se la mire por donde se la mire. Nada volverá a ser como era, luego de que el kirchnerismo escalara de la supuesta obscenidad a la explícita pornografía política”. Morales Solá le acaba de extender a la ex presidente el certificado de defunción política. En realidad, muchos más la quieren ver en ese estado pero ¿cuántas veces la dieron por muerta y cuántas veces resucitó? Es por ello que antes de declarar a Cristina muerta políticamente es conveniente recordar aquella famosa frase que alguien pronunció alguna vez “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.

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