Por José Luis Milia.-

Es mentira que hay de todo en la viña del Señor. Si asumimos como viña la fauna política que se bambolea en la Argentina vemos que ese, “Hay de todo…”, No se aplica a este colectivo “social”. Todo lo que puedan tener quienes presumen de políticos, tiene una carencia fundamental de principios: dignidad, valentía, honradez, nivel intelectual. Pero, la verdad sea dicha, si esto sucede es porque lo que escasea en la sociedad argentina son esos atributos.

Es cierto que esto no es de hoy; si hacemos un análisis de los caudillejos contemporáneos surgidos de las urnas desde que la democracia volvió- porque nadie la trajo, salvo los diez mil de Malvinas con su heroísmo- podemos decir del primero que era honrado pero si hablamos de su nivel intelectual, no jodamos, si Raúl Alfonsín tenía nivel intelectual, Maradona cantaba Tosca en La Fenice.

Lo que vino después fue mucho peor porque luego que los radicales con su jefe emprendieran la huida con su anodina justificación que nos hacía saber que, “…no pudieron, no supieron o no quisieron…”, la llegada del que “no nos iba a defraudar” desclasificó las virtudes y las reemplazó por egoísmo, deshonestidad, torpeza y corrupción como no se vería en la República hasta 2003. Muchos de los obsecuentes oficialistas de hoy hicieron sus primeras letras con el “Carlo”.

Desde hace tiempo me vengo haciendo la siguiente pregunta: ¿por qué en un país como Argentina que hasta hace veinticinco años tenía y se ufanaba de un nivel intelectual al que no llegaba ningún pueblo de América, cualquier botarate que se engancha en un partido político o movimiento, que no sabe hacer la O ni usando un tarro y que en un país en serio ni siquiera le darían como responsabilidad una pegatina en un barrio marginal, acá aspira, y sucede que a veces llega, a hacerse dueño de la casa rosada?; debo confesar que no tengo una respuesta precisa, salvo que asuma que culturalmente no nos hemos podido despegar de la imagen “padre / patrón” representada por Rosas y los caudillos y luego por Alem, Yrigoyen y Perón. No en vano hay una vieja milonga donde el cantor se dice amigo de todos, pero les hace saber a esos “todos” que él es hombre de Alem; nada de partido, ni de barrio, menos aún de Patria, solo la devoción obtusa a un hombre y nada más, devoción que llega luego al paroxismo con Perón, y que hace entendible, hoy, el apego obsecuente de muchos a una presidente que ha desquiciado la República.

Hoy, a dos semanas de las PASO, la oposición -grupo de “prime donne” con egos que se inflan cada mañana pero incapaces de seducir a un navegante solitario- ha elegido cometer errores que solo un aturdido mental podría perpetrar; no hay justificación para esto, salvo que, como dicen algunos, nadie en la oposición quiere ganar pues hoy ven el panorama sombrío del futuro inmediato que cualquier persona sensata lo intuía dos años atrás. Desde el despojo de las AFJP hasta los pañuelos mierdosos de las madres como emblema nacional, pasando por las payasadas de Aerolíneas, YPF y los trenes hasta la agachada del monumento a Colón, las afrentas etarias al único Juez probo que queda en la República, el asesinato de un fiscal y la persecución a otros, tenemos una perfecta radiografía de que es lo que ha hecho la oposición en doce años, oposición que por sus carencias humanas hoy nos obliga, ultima ratio, a elegir entre mafiosos -ladrones, traficantes, proxenetas- o simples zoquetes.

Es en momentos como este que salen a relucir los ratones “bien pensantes” que pontifican sobre como hay que votar ante la inminencia eleccionaria. Hay muchos pero los principales son los “principistas”, los “cambistas” y los simplemente oficialistas y obsecuentes, y salvo estos últimos, que aferrados a una pollera por la seguridad que les da un plan o un subsidio, ya tienen en claro cual será su voto, los otros ni siquiera saben que harán, porque en la vidriera hay una variada oferta de barata bijouterie política, pero, peor aún, porque son en realidad una vasta runfla de timoratos, incapaces de definir con hechos la palabra principios en su vida cotidiana y que se llenan la boca hablando de honestidad, capacidad y de la Argentina futura; pero son los que en su miedo se olvidan que hoy votan porque hubo hombres que cuarenta años atrás ganaron una guerra, y prefieren olvidarlos de manera infame en los penales federales no vaya a suceder que sean catalogados como políticamente incorrectos.

Estos tontos, que hoy se enfrentan a una opción entre majaderos o mala gente son los mismos que en su momento votaron a Alfonsín, a Menem, a De La Rúa -siempre como mal menor- y por qué no en las épocas de vacas gordas incluso al usurero del sur, y si hoy dudan a quien dar su voto es porque saben que, junto a sus minúsculos logros de la “década ganada”, el vendaval que viene se los llevará puestos.

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