Por Luis Tonelli.-

Mauricio Macri ha inaugurado un estilo novedoso en política. El de la “falibilidad” del Presidente. En las antípodas del estilo cristinista que remedaba la “infalibilidad presidencial” en simetría perfecta con la “infalibilidad papal”.

Decisiones que incluso podrían haber sido “peleadas” como apuestas políticas, como el nombramiento en comisión de dos jueces para la Corte Suprema, fueron reconocidas como errores, dando una vuelta de página completa y recomenzando todo de nuevo.

El sistema de decisión del macrismo parecería por sintonizar siempre con la opinión publica (o por lo menos, lo que dicen los focus groups) y ajustar las decisiones a partir de sus oscilaciones.

O sea, el gobierno como un instrumento de delivery entre los pedidos que hacen la G.E.N.T.E. y el Estado. Lo cual es evidentemente bueno, aunque le cabe el pequeño problema de que los recursos no alcanzan para todos y el otro pequeño problema de que la satisfacción de hoy se come la inversión y las mayores capacidades a futuro. O sea, los problemas generalmente asociados al populismo.

Una cuestión interesante aquí viene planteada por el complejo del macrismo que no hace política. Pareciera que en virtud de esta debilidad, el gobierno esta sobreactuando la política, evitando ajustes mayores, mimando a la oposición de los múltiples peronismos y a los sindicatos. Para algunos avezados miembros de la vieja política “nadie le pedía tanto a Mauricio”. Como si en vez de ganar por una mayoría de votos lo hubiera hecho con el 22 por ciento.

Ciertamente, lo que estos old politicians no tienen en cuenta es el carácter absolutamente etéreo de la coalición electoral de clase media de Cambiemos y, por el otro lado, la delicada estructura política sobre la que asienta su gobernabilidad. Casi le cabe lo que un tal Marx decía en el Manifiesto: “todo lo sólido se disuelve en el aire”.

Necesidades son necesidades, pero es cierto que del populismo de la soja se pasa al populismo de la deuda, si se consigue plata afuera y si no, se mantendrá el consabido populismo de la inflación de CFK. Pero aquí no hay milagros. Si se gasta más de lo que entra, de algún lado tiene que salir la money. Secar la plaza de dinero y fogonear el gasto público es uno de los pocos oximorones que existen en la realidad y se llama estanflación.

Alcanzar el equilibrio es difícil pero el método ensayo error popperiano del gobierno puede ayudar a alcanzar esa sintonía, compensando las idas y vueltas con gobernabilidad. Intentar el gradualismo no solo es encomiable. Es explorar una cuestión inédita en la Argentina: que el cambio de modelo, de una economía cerrada a una abierta, se dé por primera vez sin un cataclismo que haga empezar todo da capo, perdiéndose lo avanzado, especialmente lo que menos tienen.

Párrafo aparte de reconocer los errores lo merece lo que sucede en el INDEC. El periodismo, fiel a su negocio, que es el de producir noticias, se ha solidarizado con Graciela Bevacqua, una técnica que se transformo en el símbolo de la resistencia de la verdad estadística vs. los atropellos morenistas, y que fue echada por el kirchnerismo, reincorporada por Cambiemos y echada por Jorge Todesca.

Bevacqua fue quien produjo el blackoutestadistico (algo quizás peor que tener estadísticas falsas) en honor a la verdad y precisiones estadística. Pero la administración de la cosa pública nada tiene que ver con la verdad pura de la ciencia y la academia. Como lo dijo gráficamente alguien, hacer política es hacer alfarería con mierda.

Si no, debiéramos clausurar las comisarías hasta que la policía este verdaderamente preparada y no sea corrupta, cerrar los hospitales hasta que tengan la ultima respuesta de la ciencia médica a las enfermedades, y así sucesivamente.

Cualquier número del INDEC, por deficiente que fuera, será mejor que la adulteración que sufrió durante el kirchnerismo. La ausencia de indicador es que cada uno tiene el suyo para proteger sus intereses, o sea, lo que se denomina en teoría política, el estado de naturaleza, donde el hombre es el lobo del hombre.

Es de esperarse que el método del ensayo error vaya también eliminando ruidos y sobreactuaciones frente a la opinión publica, que a veces, más que demandar necesita de un liderazgo que le enseñe que demandar. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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