Por José Luis Milia.-

Es una mentira que el avestruz esconde la cabeza en la arena frente al peligro, pero ha servido este mito para exponer aquellas actitudes humanas en las que el miedo provoca conductas estúpidas. Ejemplos sobran y hasta podríamos reírnos- cuando no nos toca de cerca- de esta fábula zoológica. En términos futbolísticos, que es en realidad la única materia que nuestro presidente domina, podríamos asimilarla a “patearla afuera”.

Decir hoy que él no sabe cuál es el número de desaparecidos, nos muestra un presidente con la cabeza “en la arena”. Un simple pedido de informes a sus dos referentes en el gerenciamiento del negocio denominado “el curro de los derechos humanos”, Garavano y Avruj, le hubiera dado, al menos, una cifra aproximada, pero como ésta está muy lejos de los cinco dígitos prodigiosos, 30.000, el presidente optó por el pueril “no sé”.

Si por casualidad fuera verdad que el presidente de “todos los argentinos” no sabe cuantos desaparecieron, cuantos cayeron en enfrentamientos, cuantos fueron asesinados por sus propios cumpas y cuantos viven hoy una plácida y tranquila vida en otras latitudes usufructuando los dineros que recibieron por matar a otros argentinos o por lo menos por haber justificados esos crímenes deberíamos aceptar que la frase, hoy dejada en el desván de las mentiras: “se va a acabar el curro de los derechos humanos” era, simplemente, “fulbito pa’ la gilada”

El presidente ha bajado el telón a otro sainete de circo criollo. No le conviene que se menee mucho este tema porque tampoco él escapa al estigma de los políticos y periodistas argentinos que aún hoy se les untan de mala manera sus calzones cuando una “madre” o “abuela” los malmira. Además está también la tan cacareada apertura global; negarles a los políticos del mundo la pintoresca costumbre de venir a tirar flores al río para homenajear a la misma estirpe de mierda que sume a sus países en el terror les quitaría a estos la posibilidad de mostrarse “progres”, total a quien les importa, al norte del ecuador, cuantos tipos mató el terrorismo en estas latitudes.

La demanda de transparencia con la que el presidente nos aburre desde diciembre pasado no ha creado, ni siquiera, un clima diáfano en la República, como mucho ésta transita por una neblina sin luces de posición ni GPS, quizás porque ha quedado sentado que su banda, ni bien pisó las alfombras del poder, se dio cuenta que en este país es provechoso no escarbar mucho en cierto tipo de corrupción santificada por la izquierda.

Ya no quedan dudas que, más por pavor que por convencimiento, el presidente se ha adscripto al mágico axioma que formuló el maestro Néstor Kirchner: “la izquierda te da fueros”.

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