Por Italo Pallotti.-
Acabamos de salir de un infierno, cuyas consecuencias no es posible todavía medir. Al margen de las tropelías de las que fuimos víctimas por años, donde los conceptos de República -Estado, Democracia- fueron pisoteados sin ningún miramiento. Cada día que pasa parece encerrarnos en una máquina del tiempo donde la palabra “futuro” resulta tan lejana de alcanzar y disfrutar que solo un soñador puede llegar a imaginarlo, con algún grado de evidencia. Porque lo cierto es que los argentinos no podemos alejarnos de la posibilidad de tener asuntos desde los más serios a los más estrambóticos y hasta ridículos para estar siempre en la cresta de la ola en la atención popular. Tampoco nos es ajena la posibilidad de tenernos ocupados en hechos que por su grave trascendencia alteran la tranquilidad de una ciudadanía casi siempre, al borde de la angustia. Los gobiernos pasan y pasan, y en su poco menos que huidas dejan clavados en la población esa especie de espada qué, vía los enfrentamientos en el cuerpo social, hacen que hechos de poca relevancia pasen a tener una importancia casi excluyente. Hay como un quiebre permanente del sentido común. Premisas simples de resolver se transforman en lejanas utopías. Desde los proyectos faraónicos a la resolución burda de ideas tan torpes, como inútiles.
Sin duda que entre los desafíos imperiosos a los que nos enfrentamos está la tarea que parece simple, pero de difícil logro, como lo es recobrar la memoria, la comunión de principios, la aceptación que la idea del otro, no siempre busca la confrontación, sino todo lo contrario. Siempre se entremezclan sentimientos de todo tipo en los que las emociones humanas pasan de un lugar a otro de la brecha con la velocidad de un rayo. Entonces el odio, siempre emboscado en las entrañas del otro, en una trágica relación de amigo-enemigo, se constituye en la referencia para justificar agravios simultáneos, casi patológicos, entre supuestos buenos frente a supuestos malos. Una sociedad rota, en definitiva, por un desamor palpable, como a flor de piel, donde cada uno buscar encontrar el chivo expiatorio que lo margine, al menos en la intención, de la responsabilidad que le cabe por sus propias acciones. Se resucitan viejas antinomias, como sacadas de un sarcófago de asuntos sepultados desde larga data.
Los últimos acontecimientos que vive la nación, entre los que se cuentan la aprobación de leyes que por su importancia tocan asuntos cuya sensibilidad es ya crónica; y las consecuentes reacciones de los referidos grupos a los que se aluden más arriba no hacen otra cosa que reavivar pasiones y broncas, tan antiguas como desdichadas, que vía las protestas tratan de obturar supuestas soluciones sobre asuntos tan viejos como la misma vida de la República. El tema de los Jubilados, de quien es difícil encuadrar, por el carácter sumiso de sus miembros, como revoltosos, se los involucra mediante el accionar de nefastos agitadores y golpistas de siempre en una trampa en la que estos últimos son expertos en armar. Después, el episodio de la presencia de la nena en la marcha, aunque severamente grave, consecuencia de una madre irresponsable, es sólo una anécdota más de aquella costumbre nuestra de activar al momento las dos verdades; que como siempre hay que ser un experto en ritos mediáticos para saber quién mintió peor, para conocer la única certeza. ¿De hipócritas y cínicos, tenemos el muestrario lleno. ¿Romperemos el statu quo algún día?
15/09/2024 a las 8:48 PM
le hablo a un leguleyito cartulario trapisondista de Córdoba:
¿Te acordás cuando te sentías orgulloso a reventar de que (después de pasar 30 años pasando hambre) podías pedir todos los días comida de lomitería ?’
Jajajaj qué tipejo ridículo y sucio, pobre malparido , pobre R.A.T.(o)N. sucio!