Por Alfredo Nobre Leite.-

En su artículo «El Papa bueno» (Angelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII) en el diario «La Prensa» del 15 de actual, Pablo S. Otero dice que «durante la Segunda Guerra Mundial ayudó a muchos judíos proporcionándoles el visado»; omitiendo que «tras la liberación de Francia en diciembre de 1944, Charles de Gaulle pidió al Papa Pío XII que nombrara un nuevo nuncio (el anterior habría sido «colaboracionista» de los nazis), de modo que en enero de 1945 monseñor Angelo Roncalli, un diplomático de bajo rango, es trasladado de Istanbul a París. Pasa por París, el gran rabino de Palestina Herzog, para tratar de obtener el retorno a las organizaciones hebraicas los chicos salvados que encontraban en los conventos católicos. Roncalli, según su «Agenda», recibe al rabino Herzog en 1946 como amigo y, con una carta del 19 de julio, autoriza a utilizar su autoridad en las instituciones del caso, de modo que esos chicos pudiesen retornar a sus ambientes originales». Recordemos que la disposición en contrario es del 20 de octubre de 1946, cuyo primer punto dice: «Evitar… de responder a la autoridad judía por escrito…»: y habría sido una respuesta al requerimiento de Roncalli -quien habría ocultado su decisión al Santo Oficio-, lo que no consta en su «Agenda».

A este respecto, recordemos una disposición de la Congregación del Santo Oficio del 20 de octubre de 1946, avalada por el Papa Pío XII. Se refiere a los «bambini», huérfanos judíos como consecuencia de persecución nazi, que fueron protegidos por la Iglesia, durante las ordalías de la Segunda Guerra Mundial, en instituciones católicas, siendo esencial el punto 3º que dice: «Los niños que sido bautizados, no podrán ser confiados a instituciones que no puedan asegurar la educación cristiana». Esta disposición se basa en doctrina y la Tradición legada por los Apóstoles, Santos Padres y Santos. como así en el Código Canónico de 1917, en el canon 750, parágrafo 1º, que enseña: «Es lícito bautizar, aún contra la voluntad de sus padres, al párvulo hijo de infieles, cuando se halla su vida en tal peligro que prudentemente se prevé que ha de morir abntes de llegar al uso e la razón».

El hecho es que el nuncio Roncalii desatendió las disposiciones canónicas vigentes al entregar los «bambini» a su amigo, el rabino Herzog, sin la autorización de Pío XII; por escrito -aunque no debió hacerlo-, y ocultado su decisión durante cinco meses al Santo Oficio, no constando en su «Agenda» la visita de Herzog, y llamando la atención que el documento entregado al rabino no se haya encontrado en los archivos de la Nunciatura de París, según los historiadores de la Iglesia Católica Alberto Melloni, Vittorio Messori y Giovani Miccoli, según artículos publicados por «Corriere della Sera» los días 28, 29 y 30 de diciembre de 2004.

Con la presente nota quedaría completada la biografía de Juan XXIII, llamado «Papa bueno» (¿en oposición al Papa Pío XII el Venerable?).

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