Por Hernán Andrés Kruse.-

El presidente de la nación encabezó en Tucumán el acto por el 206° aniversario de la Declaración de la Independencia. En esta oportunidad Alberto Fernández leyó su discurso, a diferencia de lo sucedido en anteriores oportunidades donde optó por la improvisión. El presidente dividió su discurso en dos partes perfectamente identificables. Al principio centró su atención en el extraordinario suceso que tuvo lugar en la provincia norteña el 9 de julio de 1816, protagonizado por un corajudo grupo de diputados que, desafiando peligros internos y externos, tomaron una decisión que selló el proceso histórico abierto el 25 de mayo de 1810.

Más adelante aludió a la compleja realidad actual. Sus párrafos más salientes fueron, me parece, los siguientes:

1-“La unidad siempre es el fruto de la disposición de los involucrados por consolidarla. La historia nos enseña que la unidad es un valor que debemos preservar en los momentos más difíciles. Es entonces cuando asoman los agoreros que dividen y siembran desánimo solo en procura de sus mezquinos intereses. Con un pueblo dividido unos pocos sinvergüenzas ganan y millones se sumergen en la marginación y pobreza. Los mejores de nosotros, 200 años atrás, fueron capaces de colocar el interés general y nacional por encima de todo. Eso mismo debemos hacer nosotros en nuestra Argentina del Siglo XXI. No hay futuro político si ese primer eslabón que es la unidad que a todos incluye no se edifica y se fortalece todos los días”.

2-“Venimos de distintas biografías, pero nos une un hilo en la historia: fuimos patriotas frente a los realistas. Patria frente a la antipatria. Pueblo frente a la oligarquía. Radicales frente a los conservadores. Peronistas frente a los fusiladores. Y fuimos hombres y mujeres de la democracia frente a las dictaduras y golpes de Estado o de mercado. ¡Bajen las armas! Acá hay un pueblo que quiere comer, tener salud, tener educación, ser feliz. Sé que algunos refriegan sus manos en momentos en que la adversidad se nos cruza. Separan los argentinos y las argentinas, lo hacen con rumores que algunos lanzan a correr en medios de comunicación o las falsas noticias que hacen circular en redes sociales como instrumentos desestabilizadores. Sepan que se van a chocar con nuestra firme decisión de seguir trabajando por la Patria justa, libre y soberana que nuestro pueblo merece”.

3-“Los convoco a generar más espacios para el trabajo en unidad y solidaridad. Somos una sociedad diversa y plural. Pero aún en esa diversidad y en la conciencia y respeto de nuestras diferencias no podemos perder de vista el enorme espacio compartido que nos cobija. Para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino. Nadie sobra en nuestro país. Nadie puede estar por encima de nuestra Patria. Forjemos todos los días la unidad que nos va a sacar adelante”.

El presidente hizo, como puede observarse, un emocionado llamado a la unidad nacional. “Para un argentino”, sentenció, “no puede haber nada mejor que otro argentino”. Sin embargo durante su discurso enfatizó la existencia de dos Argentinas, una liberadora-a la que pertenece el peronismo y sus aliados- y otra fusiladora, en alusión a la Revolución Libertadora que derrocó a Perón en septiembre de 1955 y que fue apoyada por la mitad del pueblo. Vale decir que la unidad defendida por el presidente sólo alude a aquellos argentinos que están a favor de lo que José Luis Romero denominaba “la democracia caudillista” o, si se prefiere, “la democracia de masas”. Los argentinos que pertenecen a la otra Argentina, a “la Argentina doctrinaria” o liberal, quedan afuera de la unidad. Se trata, por ende, de una unidad selectiva. Por un lado, los verdaderos argentinos; por el otro, los contras. Alberto no hizo más que ensalzar el clásico antagonismo amigo-enemigo sistematizado por Carl Schmitt.

Nos esperan momentos sumamente complicados. Con su discurso pronunciado en Tucumán el presidente no hizo más que profundizar la grieta, poner nuevamente en evidencia su intolerancia y autoritarismo, su desprecio por la democracia como filosofía de vida. La “unidad nacional”, proclamada desde hace tanto tiempo por diferentes gobiernos, sigue siendo, por ende, una entelequia.

Anexo

Discurso del Presidente Alberto Fernández en el acto por el 206° aniversario de la Declaración de la independencia en Tucumán

“Muy buenos días a todos y todas;

Estoy muy feliz de estar de vuelta en nuestra querida Tucumán. Hace 206 años, precisamente en esta misma casa, delegados de distintos pueblos de ese país que estaba naciendo, se reunían y debatían sobre la conveniencia y el mejor modo de emanciparnos como nación. Ya nos habíamos dado un primer gobierno criollo en aquella revolución de mayo de 1810. El tránsito de esos primeros años no fue fácil. Para nada. No solo había un poder extranjero que se resistía, sino que era imprescindible construir consensos locales sobre la estrategia y la política para consolidar la libertad tan ansiada.

Este territorio era y es inmenso y cada ciudad tenía sus autoridades y vecinos. Cada cual agitaba sus ideas. Todos y todas querían intervenir. Nacimos como nación en una época del mundo en el que la política poco a poco dejaba de ser un tema exclusivo de los sectores privilegiados. Nacimos en un momento en el que nuevas naciones peleaban por darse constituciones y ensayaban la división de los poderes del Estado. Nacimos bajo el influjo de la Revolución Francesa y por eso la democracia y las libertades se arraigaron tan fuertemente en nuestra querida Argentina.

Cuando pienso en los orígenes de nuestro país, no puedo dejar de hacer foco en esos tiempos políticos de la historia del mundo. Pienso en las dificultades que enfrentaban nuestros pueblos, en la búsqueda por desarrollarse en la tierra que amaban. Reflexionemos un instante sobre cómo habrá sido en ese tiempo querer dejar de ser colonia y asumir la soberanía. A esta casa convergieron delegados de todas las localidades, incluso de sitios que hoy pertenecen a la hermana República Plurinacional de Bolivia. Hombres y mujeres que recorrieron cientos, miles de kilómetros solo convocados por la búsqueda de la libertad. Debemos valorar esa decisión construida tan trabajosamente. La declaración de la independencia fue un formidable gesto de afirmación de convicción y unidad que los congresales nos han legado. Aquel 9 de julio de 1816 fue la coronación de un largo proceso político. No estuvo exento de discusiones y disputas. La construcción de acuerdos demandó del esfuerzo de cada uno. Semejante lección que nos depara la historia no puede ser soslayada. No fue una emancipación gratuita. Estuvo signada por muchas batallas protagonizadas por hombres y mujeres que han quedado grabadas definitivamente en nuestras almas. Hombres de la talla de San Martín, Belgrano o Güemes. Mujeres enormes como Juana Azurduy, Macacha Güemes o María Remedios del Valle. En estos nombres quiero sintetizar aspectos salientes de una tarea colectiva fenomenal. Nuestra emancipación no fue el resultado de la acción aislada de un ser humano. Sin duda alguna tiene nombres destacados. Pero solo fue posible porque hubo un pueblo encolumnado tras las banderas de la libertad y la independencia.

Todo ese proceso, el liderazgo de nuestros héroes y el compromiso de nuestro pueblo son ejemplos en los que debemos mirarnos y que inexorablemente nos invitan a reflexionar. Siempre debemos destacar la decisión de ese puñado de patriotas. El momento geopolítico en que se declaró nuestra Independencia era especialmente difícil. Una ola reaccionaria se había levantado sobre Europa, y tanto España como muchas de otras naciones europeas eran gobernadas por monarquías conservadoras que hacían retroceder la libertad allá y pretendían hacerlo con más vehemencia en las que eran sus colonias. Enviaron a América para sofocar nuestros reclamos a ejércitos poderosos, profesionales, muy bien pertrechados y con mucha experiencia en campos de batalla. Venían de vencer nada más y nada menos que a las tropas napoleónicas en Europa. Pero aquí nadie se amilanó ante ese cuadro. Nuestros patriotas lucharon. Tomaron decisiones y las sostuvieron. Y hubo un pueblo que los acompañó. Yo sé bien que nada sólido se construye si abandonamos nuestros objetivos ante el primer peligro. La historia nos enseña que debemos pelear incansablemente aun cuando la adversidad se nos pare enfrente. Eso hicieron nuestros patriotas. En el proceso de nuestra independencia se forjó una unidad que requirió de mucho esfuerzo, de paciencia, de respeto en la discrepancia. En aquellos momentos complejos la unidad no surgió mágicamente ni se impuso naturalmente. Solo fue posible porque hubo voluntad de construirla.

La unidad siempre es el fruto de la disposición de los involucrados por consolidarla. La historia nos enseña que la unidad es un valor que debemos preservar en los momentos más difíciles. Es entonces cuando asoman los agoreros que dividen y siembran desánimo solo en procura de sus mezquinos intereses. Con un pueblo dividido unos pocos sinvergüenzas ganan y millones se sumergen en la marginación y pobreza. Los mejores de nosotros, 200 años atrás, fueron capaces de colocar el interés general y nacional por encima de todo. Eso mismo debemos hacer nosotros en nuestra Argentina del Siglo XXI. No hay futuro político si ese primer eslabón que es la unidad que a todos incluye no se edifica y se fortalece todos los días.

Permítanme compartir un dato curioso sobre aquella jornada del 9 de julio de 1816 en esta ciudad. Cuando Francisca Bazán puso a disposición esta casa para las sesiones del Congreso de Tucumán, no había espacio para todos allí adentro. Entonces se tomó la decisión de derribar paredes, para ampliar el espacio y permitir el acceso de todos y todas. De esta casa, partió la primera gran lección de la Nación: para que podamos entrar todos y todas, para construir un país juntos y juntas, y para llegar a acuerdos que nos unan, hace falta derribar muros.

A veces los muros se levantan silenciosos. Pero otras veces los muros se levantan con voces altisonantes o simplemente con mentiras. En cualquier caso, los muros se levantan para dividirnos. La historia grande de nuestro país me ha enseñado que para poder avanzar como comunidad que somos, debemos derribar muros y comenzar a construir puentes. Tal vez hoy, desde la casa del Gran Acuerdo que dio inicio a la Argentina, podamos convocar a los grandes consensos que hacen falta para desarrollarnos de una vez y para siempre ante los enormes desafíos que enfrentamos en este Siglo XXI. Argentina tiene por delante una oportunidad enorme para afianzar su desarrollo con criterios de justicia social. ¿Cuánto trabajo, cuánta creatividad permanece amarrada aún en tantos pueblos y ciudades y no encuentra el cauce para hacerse realidad? En este norte argentino tenemos fabulosas reservas del litio tan demandado por el mundo en su búsqueda de energía. En nuestro sur tenemos la segunda reserva más importante de gas no convencional y la cuarta de petróleo de ese tipo en el mundo.

En nuestra zona central contamos con los suelos más fértiles del planeta para producir alimentos. El territorio argentino es pródigo. Su pueblo es sencillamente maravilloso.

Sueño, como lo hicieron nuestros patriotas, con una Argentina sin centros ni periferias.

Sueño con que cada habitante de la Argentina pueda encontrar en su ciudad o su pueblo el lugar para sus realizaciones familiares, laborales o profesionales. Sueño con una Argentina integrada que no se divida. Sueño con una Argentina plenamente federal y trabajo todos los días por eso. Hace un año, en este mismo sitio celebrábamos nuestra fecha patria en un contexto muy diferente. Festejábamos que el proceso de vacunación contra el COVID-19 estaba avanzando a un muy buen ritmo y augurábamos que las fiestas de fin de año y el verano nos iban a encontrar inmunizados. Hace solo un año atrás los profetas del odio discutían la calidad de las vacunas y acusaban al gobierno de envenenarlos. Parece que fue hace mucho tiempo, pero apenas pasó un año. En su vocación por dividirnos, preanunciaban las peores calamidades. Pero la historia fue otra.

El segundo semestre de 2021 fue récord en producción, exportaciones y obra pública. Descendió notablemente el desempleo. Tuvimos la más importante temporada de vacaciones de los últimos años. Al concluir el 2021 logramos crecer el 10,3%. Este año seguimos creciendo a un ritmo que supera el 5%. Estamos exportando más trabajo argentino. Tenemos superávit comercial y récord de exportaciones e importaciones. Hoy hay 120 obras estructurales y más de 5.000 obras públicas en ejecución en todo el país. Más de 1.200.000 personas encontraron trabajo. Registramos la mayor inversión histórica en ciencia y tecnología. Hoy vamos a entregar aquí, en Tucumán la vivienda número 50.000 construida en nuestra gestión y otras 120.000 viviendas más están en proceso de construcción.

La Argentina está de pie y camina aun cuando muchos quieran negarlo. Me alegran estos resultados. Eso no significa que desconozca los problemas que tenemos. Debemos transitar el camino hacia el equilibrio fiscal y debemos estabilizar la moneda. El crecimiento demanda divisas que hoy son escasas y hace más difícil la acumulación de reservas. La inflación que se despliega en todo el mundo, daña más seriamente a nuestra economía caracterizada por convivir con persistentes procesos inflacionarios. Todo ello hace más complicada la distribución justa del ingreso.

Pese a los logros y dificultades señaladas, somos conscientes del escenario que nos toca, resultado en gran medida del endeudamiento irresponsable al que nos condenó quien me precedió en la presidencia, a una pandemia que asoló al mundo entero y a una guerra que genera nocivos efectos globales. A esta realidad tan compleja estamos aquí para hacerle frente. Vamos a transformarla en favor de nuestra gente. Hemos asumido un compromiso ante el pueblo argentino que vamos a honrar con nuestras convicciones y nuestro esfuerzo. Venimos soportando en los últimos meses, pero sobre todo de manera pública y feroz en la última semana, una embestida de los grupos concentrados poderosos que quieren quedarse con toda la renta, que quieren provocar una devaluación y maximizar sus ganancias con la codicia de siempre. Se aprovecharon de la pandemia y se quieren aprovechar ahora de la guerra. Son los mismos de siempre que siembran desánimo, temor, rumores. Que buscan vernos desunidos, que generan enfrentamientos. Porque es en ese clima de desánimo, de violencia, de incertidumbre, donde ellos ganan millones. Con nuestra miseria ellos construyen imperios. Con nuestra tristeza ellos amasan fortunas en paraísos fiscales. Vienen desde el fondo de la historia.

Desde aquellos días que hoy recordamos, cuando un grupo de patriotas debió enfrentarse no solo a los realistas, y no solo en el campo de batalla, sino también a los usureros, a los contrabandistas, a los que decían querer la libertad ocultando su propósito de saquear las riquezas de nuestro territorio. Los patriotas que soñaron la patria, no la soñaron solo libre: la soñaron justa, soberana, igualitaria, fraterna. Y ese es el sueño inconcluso que venimos a cumplir. Desde entonces, la lucha ha sido siempre la misma. La que vimos en estos días. Cuando un gobierno popular puja con los intereses económicos de adentro y de afuera para defender la distribución de la riqueza y la alegría del pueblo, se desatan todas las fuerzas políticas, mediáticas, empresarias, para torcernos el brazo, para desunirnos, para hacernos desconfiar entre nosotros. No lo van a lograr, como no lo lograron cada vez que se lo propusieron desde 1816 hasta nuestros días. Porque con golpes, y muertos, y dolor, y batallas perdidas, el pueblo siempre volvió, y retomó el camino, y juntó fuerzas para seguir adelante.

Nos inspiramos en la valentía de los patriotas de julio. Sé que somos igual de persistentes. Y, sobre todo, igual de soñadores. Porque levantamos en nosotros la fuerza y la convicción de los próceres de mayo y de julio, pero también de los gauchos de Güemes, y los primeros chacareros y trabajadores de las orillas. De los inmigrantes anarquistas, republicanos o socialistas que huyeron de la guerra en Europa para construir su hogar y su futuro en nuestra tierra. De esas mareas que vinieron a cambiarlo todo y metieron a millones en la historia como fueron el radicalismo y el peronismo. Y tenemos también la fuerza de las luchas recientes, las abuelas y madres contra la dictadura, las mujeres por la igualdad y la diversidad.

Venimos de distintas biografías, pero nos une un hilo en la historia: fuimos patriotas frente a los realistas. Patria frente a la antipatria. Pueblo frente a la oligarquía. Radicales frente a los conservadores. Peronistas frente a los fusiladores. Y fuimos hombres y mujeres de la democracia frente a las dictaduras y golpes de Estado o de mercado. ¡Bajen las armas! Acá hay un pueblo que quiere comer, tener salud, tener educación, ser feliz. Sé que algunos refriegan sus manos en momentos en que la adversidad se nos cruza. Separan los argentinos y las argentinas, lo hacen con rumores que algunos lanzan a correr en medios de comunicación o las falsas noticias que hacen circular en redes sociales como instrumentos desestabilizadores. Sepan que se van a chocar con nuestra firme decisión de seguir trabajando por la Patria justa, libre y soberana que nuestro pueblo merece.

En esta nueva celebración de nuestra independencia quiero convocar a los argentinos y argentinas a que no abandonemos los sueños, el compromiso y la entrega que aprendimos de quienes construyeron nuestra patria. Con la inspiración en las vidas y acciones de nuestros patriotas, con las lecciones que nos deja esa gloriosa historia de nuestra independencia que fue protagonizada por un pueblo plural quiero convocar a todos los argentinos y a todas las argentinas:

  1. En primer lugar, los convoco a no sucumbir en el desánimo. Sabemos que es simple sembrarlo en un tiempo de desdicha como fue el de la pandemia y como lo es el de la guerra. Sabemos que los que siembran el desánimo son los mismos que nos endeudaron condicionando nuestro futuro. Seamos fuertes e inteligentes para que su egoísmo y sus falacias no prevalezcan. La Argentina no lo merece. Tenemos un país con un pueblo maravilloso. No estamos aquí para negar los problemas; estamos aquí para enfrentarlos con el ánimo bien alto.
  2. Los convoco a generar más espacios para el trabajo en unidad y solidaridad. Somos una sociedad diversa y plural. Pero aún en esa diversidad y en la conciencia y respeto de nuestras diferencias no podemos perder de vista el enorme espacio compartido que nos cobija. Para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino. Nadie sobra en nuestro país. Nadie puede estar por encima de nuestra Patria. Forjemos todos los días la unidad que nos va a sacar adelante.
  3. Los convoco a redoblar nuestro compromiso y nuestro esfuerzo para erradicar la pobreza extrema que atrapa a tantas familias argentinas.
  4. Los convoco a reconstruir ese país más igualitario que tuvimos, que se distinguía por el movimiento social ascendente con un Estado presente que lo garantizaba. Ese país que nos hacía estar orgullosos de nuestra escuela pública, de nuestro sistema de salud, de nuestro régimen universitario. Peleemos juntos por la promoción de la ciencia. Hagamos del conocimiento, de la tecnología, de la capacitación y de la formación continua instrumentos para mejorar nuestras vidas.
  5. Los convoco a reducir todo tipo de desigualdades, pero fundamentalmente, los convoco a mejorar la distribución de los ingresos. Hemos avanzado con la generación de trabajo, se expande la producción, pero aún los beneficios son injustamente distribuidos. Los trabajadores y trabajadoras han sufrido la pérdida del 20% de su capacidad adquisitiva durante la administración que precedió la nuestra, y la pandemia y la inflación no nos permitió lograr las mejoras que nos propusimos. Sabiendo que es así, reafirmamos nuestro compromiso por seguir recuperando los salarios. Entendamos. El mundo atraviesa notables cambios geopolíticos. La guerra en Europa alteró dramáticamente el tiempo que sucedía a la pandemia global e introdujo y agravó distintos problemas que repercuten en el conjunto de la humanidad. He sostenido en todos los foros e instancias internacionales en los que me ha tocado participar la necesidad de que de una vez y para siempre, los países ricos se hagan cargo de un sistema mundial que cada vez genera más pobreza y más hambre entre los países del hemisferio sur. No podemos perder de vista estas transformaciones y los desafíos que implican para nuestro país.

En 1816, como ahora, también existían incertidumbres y agoreros que sembraban dudas, pero se apostó colectivamente por un horizonte. 206 años después, en la Argentina y en el mundo, también hay dudas. Pero está claro qué si no apostamos por un horizonte común, dialogado y consensuado, que a todos y a todas nos incluya, no resolveremos esas dudas. Si releemos el acta de nuestra independencia, un documento histórico maravilloso por lo que significa, pero también por lo que dice, nos damos cuenta que fue la unidad la que hizo posible recuperar los derechos y la soberanía sobre nuestro territorio. Nunca más gobiernos de espalda al pueblo que perpetúan el hambre y la pobreza. Ese debe ser nuestro deber. Nosotros gobernamos para afirmar y expandir la independencia, para mantener vivo el legado de los varones y mujeres que hicieron grande a esta patria, que dieron su vida para que nunca más tuviéramos que depender de nada ni de nadie. Nosotros, cada uno de los integrantes de este gobierno, se la juega por la gente. Los convoco, de corazón, a todos los compatriotas a construir la argentina que deseamos, a defender cada día la emancipación que logramos, a hacernos cargo de los sueños y deseos de aquellos hombres y mujeres que un día, cuando la comodidad, los poderosos del mundo o el “sentido común” señalaban hacia un lado, decidieron nadar contra la corriente y parieron esta Patria y este continente de paz, de grandeza y de prosperidad para todos y todas”.

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