Por Luis Orea Campos.-

Con toda franqueza, los analistas, académicos y dirigentes políticos que acusan al gobierno de querer “conservar el poder” a cualquier precio dan tirria. Se está perpetrando ante sus narices un golpe de estado en cámara lenta y se pasan haciendo comentarios de peluquería.

Mientras discurren sobre la desmitificación del síndrome del pato rengo, el fenómeno de la popularidad de Scioli o la constitucionalidad de la expulsión del juez Cabral, el plan de control total sigue a paso redoblado llevándose por delante todas las instituciones que resguardan la libertad y los bienes de los ciudadanos.

Renombrados periodistas y dirigentes de diversas extracciones se horrorizan como primorosas señoritas en un burdel citadino de la procacidad del elenco gobernante, cuando no cierran con prudencia el pico para no ahuyentar votantes.

Suponer que con estos atropellos el kirchnerismo “sólo” quiere conservar una importante cuota del poder o “blindar a la dama” y a sus cortesanos ante previsibles indagaciones judiciales futuras es muy propio de la miopía y la estulticia que padece la gran mayoría de quienes aspiran a suplantar a los actuales detentadores del poder. Y el error es grave, porque lo que quiere el kirchnerismo no es conservar el poder sino el dominio total y absoluto de la sociedad, ponerla en un virtual estado de sitio permanente como colofón de las “modificaciones” que están en marcha a golpe de furca.

A eso apuntan todas las medidas adoptadas y las que se van a adoptar en los pocos meses que faltan para las elecciones generales. Por eso el consigiliere de la presidente no se anda con remilgos a la hora de aplicar el conocido (¿O no tanto?) apotegma de su idolatrado Mao: “el poder nace de la boca del fusil”

Claro que lo hace en versión siglo XXI y ordena a los 140 y pico de fusileros que tiene en ese aguantadero que llaman Congreso disparar fuego graneado en clave de ley sobre la justicia o sobre quien sea para derribar la última valla que separa al país de un régimen totalitario disfrazado de democrático.

Alguien puede pensar que esta prospección es exagerada como lo pensaron muchos cuando en mayo 2011 aquí, en el Informador Público y en otra hoja, se anticipó todo lo que iba a pasar si el kirchnerismo ganaba las elecciones en las cuatro notas tituladas “El huevo de la serpiente”. Y todo lo que se anunció luego pasó mientras la sociedad gemía plañideramente sus inútiles lamentos a pesar de haber visto a través de la delgada tela del huevo el retoño de la feroz serpiente que aún destila acciones envenenadas.

¿Qué es el estado de sitio sino la suspensión “transitoria” de toda garantía constitucional?¿Y qué es lo que están haciendo de facto y virtualmente el gobierno y su escribanía parlamentaria? ¿Videla no tenía acaso la “Comisión de Asesoramiento Legislativo”(CAL) que dictaba a su orden todas las normas necesarias para legitimar las atrocidades de la dictadura?¿Cuál es la diferencia con el presente?¿Los aburridos, mediocres y estériles discursos de los opositores?

Si la Corte Suprema no frena de inmediato esta ordalía de abusos, fiscales y jueces permeables al poder político por miedo o complicidad instalarán un virtual estado de sitio en el que todos los ciudadanos vivirán una ilusión de democracia, en el que su libertad, sus derechos y sus bienes también serán una ilusión transitoria, expuesta a la arbitrariedad de los miembros de la nomenklatura y sus sicarios fiscales, legislativos y judiciales.

Como sea, no es una tarea fácil para el Alto Tribunal detener el golpe, porque debajo de la superficie de aparente normalidad hay miedo, y fundado, ya que razonablemente nadie quiere ser “inducido” al suicidio o convertirse en el blanco móvil de los fusileros mediáticos del gobierno en el marco de una sociedad acomodaticia que no considera necesario reaccionar, y que como ya hizo en otros momentos aciagos de la historia del país no sabe, no contesta.

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