Por Máximo Luppino.-

Los multimillonarios que evaden cumplir con sus cargas impositivas fugando cuantiosas fortunas, muchas veces mal habidas, al exterior son verdaderos delincuentes de la Nación. Los evasores de formidables riquezas que no practican su responsabilidad de abonar los impuestos que les corresponden son responsables de producir desequilibrio e injusticia en una sociedad que necesita del esfuerzo mancomunado de todos.

En el senado de la Nación comenzó el largo y arduo camino de la concreción de la ley que busca recaudar lo que los evasores de fortunas no tributaron. Intereses gigantescos operan para neutralizar esta loable iniciativa legislativa que no busca más que se aplique la lógica justicia que nos iguala ante la ley. Si un habitante de la República no abona su servicio eléctrico, el suministro es inhabilitado rápidamente por la empresa. Actitud comprensible. Paradójicamente reina una casta de poderosos que retira ilegalmente enormes masas de caudales magníficos de dinero de la República y nada ni nadie se los impide.

Esto es en verdad el “reino del revés”. Hay garrote para los que protestan y complicidad obscena para los que evaden.

Atención, cabe aclarar que no se trata de “perseguir”, ni siquiera criticar a los habitante que poseen su casa o propiedad de fin de semana, ni de “condenar” a las personas que amasaron un bienestar económico prominente sobre la base de su trabajo y sacrificio. Todo lo contrario, hay que fomentar el sano desarrollo económico de empresas y actividades que con decidida dedicación han podido progresar. Esto es un muy buen ejemplo social.

Empresas, comercios y actividades que brindan servicios y trabajo a la comunidad deben ser apoyadas con toda la fuerza de la multiplicidad de diversos gobiernos que se sucedan más allá de su identidad política o ideológica. En la abundancia legítima la democracia tiende a prosperar.

Cuando nos referimos a evasores estamos hablando de incontables fortunas ocultas que asociadas son capaces de desestabilizar gobiernos. Hablamos de hechos que todos conocemos. Como cuando se produce una injustificada estampida alcista de monedas como el dólar o el euro que desequilibran en una medida las cuentas públicas y la estabilidad institucional de un país. Claro está que no nos referimos al “canuto” de Don José, el almacenero que junta para cambiar la camioneta o ir de vacaciones a un lugar deseado.

Es triste señalar que los “pícaros” evasores cuentan con un buen número de comunicadores sociales. Algunos periodistas parecen prontos a defender lo incorrecto, lo ilegal o lo injusto. Quizás los oídos de estos informadores escucharon el voluptuoso sonido de las “monedas de oro” que a estos corruptos los desequilibra mucho más que el canto de las sirenas que percibió el mismísimo Ulises.

La iniciativa del congreso para hacer frente al pago de la deuda contraída con el FMI con bienes fugados ilícitamente de la Nación es digna y adecuada. Brinda aires frescos a una clase política que mucho lo necesita. Además de tornarse casi como la única oportunidad de pagar efectivamente sin ajustar el cinto de la ya empobrecida mesa de los trabajadores de la República.

Vemos el colmo de las paradojas en las actitudes de ciertos políticos que desean “poner presos” o quitarles planes de ayuda a manifestantes sociales, a la vez que se oponen rabiosamente a la ley que pretende establecer orden y justicia para los que robaron evadiendo dinero que le pertenece al Estado Nacional, por consecuencia bienes que le son propios al pueblo argentino.

Milagro capitalista que logra que por la “plata baile el mono” o, para ser más exactos, se contorsionen mintiendo y difamando los gorilas de siempre.

El mismísimo FMI y hasta el embajador de los Estados Unidos de Norte América en nuestro país apoya la iniciativa peronista de que “los evasores paguen la deuda”. Recordemos que Al Capone fue detenido por evadir impuesto en EEUU. Nuestros evasores hacen ver al mentado mafioso como un párvulo sustrayendo fichas del metegol en el patio del club.

La Argentina necesita que se logre establecer esta ley y que se aplique con la firmeza que la necesidad social establece, sin amiguismo ni excepciones. Nuestro pueblo necesita respirar un poco del fresco oxígeno de verdadera justicia.

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