Por Luis Alejandro Rizzi.-

«Sabemos, gracias a los trabajos del psicólogo experimental Endel Tulving y de su colega Alan Baddeley, de la Universidad inglesa de York, que los mecanismos encargados del almacenamiento de información de largo plazo parecen diferenciarse entre sí en cuanto a la naturaleza de la información que guardan (episódica, semántica, procedural y perceptual)…” Psychonomics. Martin Tetaz.

Creo que antes de entrar en tema habría que aclarar que la memoria episódica guarda nuestras experiencias, la memoria semántica guarda los conocimientos trasmitidos, es decir lo que aprendemos durante la vida, la memoria procedural se refiere a los recuerdos que hemos automatizado, como el manejo de un auto o andar con patines y finalmente la memoria perceptual es la que nos hace reconocer un objeto, un producto, e incluso una marca.

Lo interesante de eso son los problemas que nos causa la memoria episódica, porque de algún modo a partir de ella generalizamos y establecemos regularidades que absolutizamos, sin tener en cuenta que nuestro punto de partida es un mundo super reducido, o lo que llamaría “nuestro pequeño mundo de relaciones y vivencias”. Dicho de otro modo, al interactuar detectamos regularidades sobre las que edificamos nuestras teorías, muchas veces prejuicios sobre el funcionamiento del mundo y del universo.

Es el caso del taxista que cree que sus pasajeros son “la gente” y los pasajeros que conversamos con él, creemos que somos “toda la gente”.

En fin…

Traigo a cuento esta breve introducción, debido a muchos comentarios que he recibido, unos escritos y otros telefónicos, sobre diversas notas que escribí acerca de Aerolíneas Argentinas. Para este caso me interesan las ponderaciones negativas.

Mi hipótesis es que hoy Aerolíneas Argentinas es una empresa inviable económicamente, que nos cuesta mucho dinero a todos los contribuyentes, que su gerenciamiento en general nunca superó la calificación de regular, que los salarios que paga son un agravio a la ética y la moral, y que su futuro dependerá de los esfuerzos y sacrificios que su personal esté dispuesto a realizar.

Es un hecho, así la empresa no puede seguir y si aplicáramos la doctrina de los Costos Hundidos, quizás no habría más remedio que liquidarla.

Aclarada mi hipótesis analizaré brevemente las críticas negativas recibidas, en general todas basadas en lo que se llama memoria episódica.

Entre los escritos, un ex funcionario de la empresa durante un lapso de 40 años, me reprochaba que yo solo había estado un año, que la empresa en los años 60 y 70 estuvo muy bien calificada y era un orgullo del país, y más o menos me decía, con cierto respeto, que debía callarme la boca.

Pues bien, como se advertirá no se hacía mención a mis argumentos, Pan American fue un orgullo de la industria del transporte aéreo, como lo fueron Swissair, Braniff, Panagra, Varig y otras tantas que han quebrado, fueron también empresas líderes y símbolo de sus países. Pues bien eso no fue suficiente para evitar su quiebra. Como lo expuso el economista Miguel Boggiano, en EEUU, se concursaron desde 1979, 53 empresas y entre las que quebraron se cuentan las norteamericanas mencionadas.

Admitamos que Aerolíneas Argentinas fue una empresa viable en los 60 y 70, pues bien ya no lo es.

También fui casi un feroz crítico sobre el planteo de crear un sistema diferente de gestión conjunta con su personal, que propuse y mantengo, precisamente teniendo en cuenta su idiosincrasia.

Por último esa persona creía que todos los males de la empresa se deben a que fue invadida por militantes de la Cámpora.

Como vemos, esa crítica se sustentaba exclusivamente en la memoria episódica de una persona que fue empleado y funcionario durante 40 años. Obvio que no pongo en duda sus méritos y su calidad de buen empleado, pero eso poco o nada tiene que ver con que la empresa haya sido y sea inviable económicamente hablando. Hay quienes subordinan la viabilidad económica a propósitos políticos. Aceptando este supuesto, los medios utilizados fueron mal gerenciados.

En la época de esplendor, según el funcionario que ocupa mi atención, la empresa incorporó los 727, el avión más inapropiado para las rutas a las que fue destinado y un 747 SP que nunca tuvo destino. El costo de esas inversiones jamás fue amortizado porque su explotación generaba pérdidas.

Esa persona ha generalizado a través de su pequeño mundo, y cree que las críticas a la empresa únicamente las podrían hacer personas que hayan tenido antigüedad en ella.

En Aerolíneas Argentinas imperó una suerte de nepotismo y generaciones de abuelos, hijos y nietos conformaron su dotación de personal, siendo el parentesco el mejor antecedente para justificar su ingreso y parecería que solo ellos tendrían derecho para opinar sobre la empresa.

Otra crítica negativa que recibí, esta vía mail, se fundaba en el hecho que mi propuesta generaría miles de despidos.

Si bien admito que la consecuencia de una gestión diferente llevará a buscar el modo para, entre otras tantas cosas, disminuir la excesiva dotación de personal, hecho reconocido por su actual conducción, no es menos cierto que toda empresa debe tener una justa dimensión ya que en caso contrario se pone en riesgo la propia existencia de la fuente de trabajo.

También me criticaba mi opinión sobre al alto nivel salarial de su personal, diciéndome que eso era “justicia social y además participación del personal en los beneficios de la empresa» (sic).

Personalmente insisto que los salarios que paga Aerolíneas Argentinas merced a los impuestos de los contribuyentes, no respetan principios de ética ni de moral, en una sociedad que tiene el 27% de pobreza, donde el 70% de las jubilaciones que paga el estado están por debajo no solo del salario mínimo sino de la canasta básica alimentaria, ni mencionamos a la canasta básica total.

El ajuste salarial que propongo, no es un fin en sí mismo. Tiene dos finalidades, una ajustar la política salarial a los resultados de la empresa hasta tanto alcance su viabilidad, y la otra es para financiar en un lapso determinado el ajuste de la dotación.

La empresa tendría una baja vegetativa de personal de una tasa de un 7% anual, lo que significa una baja de 500/600 personas /año. Ese sería un punto de partida.

También se debe tener en cuenta, que pese a que en general hay exceso de personal, también paradójicamente hay falta en algunos sectores.

Por último estimo que todas estas cuestiones deben ser materia de negociación gremial, reconociendo como punto de partida la actual inviabilidad de la empresa.

Otras personas lisa y llanamente criticaban la supuesta liviandad de mi propuesta y opinaban que la empresa debía ser liquidada sin más trámite, con los respectivos reproches a la Cámpora y a su administración.

Finalmente, otras críticas negativas se sustentaban en el hecho de que las empresas estatales, como lo es Aerolíneas Argentinas, no se deben ponderar por sus resultados económicos sino por sus beneficios sociales, ya que la empresa posibilitaba una alta conectividad.

En todo caso otro debería ser el debate. Deberíamos analizar si realmente el país tiene problemas de conectividad y en su caso cuales serian los medios de transporte más idóneos y económicos para resolverlos.

En este caso probablemente lleguemos a la conclusión que la empresa ya no es necesaria y que la solución a los problemas de conectividad que se detecten haría necesario empresas de tercer nivel, bajo el modelo del “low cost” y quizá una racional política de subsidios dirigidos a la demanda.

Como reflexión final, si se pretende resolver la cuestión “Aerolíneas Argentinas” con los elementos que nos trae la memoria episódica, lo más probable será que nada cambie para que todo siga igual… o peor.

En todo caso, deberíamos recurrir a la memoria semántica y una idónea implementación gerencial.

Los recuerdos y las emociones pueden ayudar a aprender y a mejorar, no olvidemos que el cerebro humano aprende por motivación (emociones y quizás recuerdos), ejemplo e inspiración, según lo explicó Facundo Manes, pero solo con la motivación no basta y la inspiración pasa a ser esencial, ya que ayuda para hacer cosas distintas a las que nos llevaron al fracaso (lo cual no quiere decir que nos garanticen el éxito, nadie puede garantizarlo).

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