Por Luis Tonelli.-

El Gobierno asiste al fin de su gradualismo como metodología de Gobierno. Ese que fue posible gracias a la capacidad de endeudamiento que no pudo aprovechar el kirchnerismo, y a la presencia fragmentadora de Cristina Fernández en el peronismo.

Si el FMI puso fin al gradualismo económico, el Juez Claudio Bonadío puso fin al gradualismo político. El FMI imponiendo un durísimo plan de ajuste que recién estamos comenzando a transitar. El Juez Bonadío, iniciando un proceso que si concluye con Cristina Fernández sin poder ser candidata competitiva habrá finalizado con la famosa Grieta.

Quizás la discusión por el aborto, abierta “neutralmente” sea la última imagen de gobernar gradualmente y que ya no le sirve al Gobierno. La discusión generó otra Grieta, transversal, y los que queden en el bando perdedor acusarán como responsable al Presidente que ha quedado en tierra de nadie.

Claro está que la Grieta fue inventada por el kirchnerismo, y después usufrutuada CAMBIEMOS para sostener tanto sus triunfos electorales como su forma peculiar de gobernar. El sistema quedó constituido en modo negativo. Como diría Borges, no los unió el amor si no el espanto. El voto de CAMBIEMOS quedó galvanizado en contra del populismo. El voto de CFK consolidado en contra del “neo liberalismo”.

La polarización le enchufó un Metrobus a la “ancha avenida del medio”. El electo prefirió votar a quien podía ganarle a quien no quería que gane. Y este sistema de negatividades, congeló a la política. El Presidente Macri pudo entonces desplegar un gradualismo político que, sin innovar, sin organizar, y sin generar nuevas jerarquías ni lealtades consiguió la tan mentada gobernabilidad.

El peronismo que quedó en zona de nadie fue la palangana en donde cómodamente el Gobierno pescó su apoyo. Diputados y senadores relacionado con los gobernadores que tenían la responsabilidad de cogobernar y, de ese modo, diferenciarse de la postura anti sistema kirchnerista. Pero sin CFK como candidata, la Grieta política se esfuma. No hay delegado de Ella que pueda resumir su potencia política.

El Gobierno celebra la bocanada de aire fresco que significa el refuerzo de la memoria antikirchnerista. Y se entusiasma con la recreación bastante chamuscada de las circunstancias que sellaron la victoria de CAMBIEMOS: una Cristina Fernández lo suficientemente débil para perder en segunda vuelta con el Presidente pero lo suficientemente fuerte para pasar a la segunda vuelta.

Pero eso implica que la carga de Bonadío queda menguada, se diluye, y finalmente quede todo igual. Realmente si sucede eso, ya no será solamente la política la culpable, si no la sociedad toda demostrará que está enferma. En otras latitudes, con la décima parte de las denuncias, el sistema político hubiera colapsado en su conjunto.

La Argentina está ante una bifurcación histórica. Y de nuevo, el Presidente ya no puede simplemente hacer política diciendo que él no hace política y que solo realiza lo que la sociedad quiere. Un sistema Presidencialista necesita liderazgo.

Y aun dicho en términos completamente utilitario-electorales: si la Grieta se esfuma porque CFK no puede ser candidata, el Gobierno deberá tomar una postura completamente diferente a la que asumió hasta ahora. Sin la polarización, “la ancha avenida del medio” crecerá en relevancia, y con los índices de desaprobación que tiene hoy el Presidente Macri, difícilmente pueda vencer en segunda vuelta, a un candidato que junte toda la bronca.

Seguramente será más difícil para CAMBIEMOS hacer campaña sin CFK, pero será mucho mejor para nuestra democracia. Sin la Grieta, se podrán hacer acuerdos de gobernabilidad más estables con la oposición, y balancear las cargas. También encarar una reforma institucional muy amplia. La Grieta nos ha condenado a la prehistoria de la política. Su potencial fin, nos permite entusiasmarnos a que empecemos a hacer historia. Y el Presidente es el que tiene la responsabilidad de liderarnos en esa aventura común. (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

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