Por Roberto Fernández Blanco.-

El Gobierno necesita imprimir moneda para poder pagar el descontrolado gasto público que dejó instalada la corrupción kirchnerista.

Igual cantidad de producción con mayor cantidad de moneda conduce a “mayor cantidad de moneda por cada unidad de producción”, esto es “precios crecientes de bienes y salarios” y en consecuencia un aumento sostenido del gasto público que -a su vez- obliga al gobierno a seguir imprimiendo creciente cantidad de moneda, un círculo vicioso de inflación realimentada, perpetuada y con final descontrolado.

Para tener estabilidad de precios se debe suprimir la impresión de moneda para lo cual -sí o sí- hay que bajar el gasto público hasta balancearlo igualándolo con el monto de la recaudación impositiva.

Recuperar los dineros robados por la corrupción kirchnerista, la sindical y otras mafias existentes, dado el enorme volumen del latrocinio consumado durante los doce años del anterior gobierno, ayudaría a aliviar el imprescindible reacomodamiento de la economía, pero la recuperación de lo hurtado será lenta (si es que hay voluntad de las instituciones gubernamentales en lograrlo) y la economía no puede esperar. No resistirá.

Salir del infierno instalado por el desorden, la corrupción y los errores de los ineptos socialistas-keynesianos del anterior gobierno impone actuar de un saque con un plan bien coordinado en la reducción del gasto público ya que la asfixiante exacción impositiva agravada por la exacción inflacionaria le está siendo insoportable e insostenible al pueblo productor, por lo que, sumado a los riesgos económicos y al descontrolado crecimiento delictivo no permitirá el ansiado crecimiento productivo vía inversiones y hará que los actuales productores de riqueza empiecen a cerrar y huir generando una caída catastrófica de ingresos al erario público con un quiebre definitivo del equilibrio económico, esto es, el conocido, clásico e inevitable final keynesiano: hiperinflación, fuerte desempleo y desabastecimiento.

Apena y decepciona la patológica e ignorante actitud destructiva de la mayoría de los voraces e improductivos partidos políticos, de las corruptas oligarquías sindicales y de los insanos movimientos piqueteros, algunos de ellos invocando el supuesto aval del Papa.

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