Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«¿Qué hacer con el público que no lee, que no le importa la cosa pública?» Oscar Muiño.

Más allá de la ya patética Cristina enseñándonos por cadena nacional como capar perros o normando sobre la identificación de las mascotas, finalmente el kirchnerismo ha comenzado a confesar la magnitud del saqueo al que ha sometido al país, y a sus habitantes, desde que don Néstor (q.e.p.d.) se hizo cargo del Ejecutivo nacional; y ni hablar de su gestión como Gobernador, durante la cual desaparecieron para siempre, en cuentas a su nombre y en bancos alrededor del mundo, los famosos fondos de Santa Cruz. Me refiero, obviamente, al reconocimiento de Ricardo Jaime de las dádivas recibidas y su oferta de devolver dos millones de pesos, algo si se quiere menor en relación a este ladrón, pero que seguramente es un buen principio.

Mientras el finado alquilaba la Casa Rosada, era sabido que se trataba del único funcionario que no necesitaba golpear la puerta del despacho presidencial, porque siempre llegaba con las manos ocupadas con bolsones de dinero que partían hacia las bóvedas del sur, que custodiaba otro empleado del pingüino, Lázaro Báez. Esos fondos provenían de las «devoluciones» que los concesionarios del transporte debían efectuar por cada cheque de subsidios que recibían.

Pesa sobre Jaimito nada menos que el asesinato de cincuenta y dos argentinos en el crimen de Once, producto de permitir que los dineros destinados al mantenimiento de los trenes terminara en los bolsillos de otros cómplices de ese magnicidio, como los ya famosos hermanos Cirigliano, dueños de TBA, precisamente quienes pagaban sus viajes al exterior y colaboraron para que pudiera comprarse su propio avión, de cuatro millones de dólares.

Tal como publicó el bisemanario Perfil, la Presidente y su gabinete se encuentran imputados en nada menos que ¡745 denuncias penales! La cerrada defensa que todavía algunos hacen de este Gobierno y de su gestión debería ser ahora al menos revisada, a la luz de la confesión de este delincuente, que convierte en indiscutible la matriz del despojo y del saqueo al que ella y su marido muerto, y muchos testaferros y cómplices de todo tipo, han sometido al país durante los últimos doce años y medio.

Todos ellos integran el tren fantasma que, hoy, tiene como futuro conductor a Daniel Scioli, él mismo un caradura que oculta el patrimonio extrañamente obtenido por su mujer y ha movido los hilos para que un indigno Juez platense, Raele (un apellido para recordar), con la complicidad del Fiscal Paolini (otro) cerrara sin investigar la causa por su inexplicable enriquecimiento; aprendió de los Kirchner, que hicieron lo mismo usando a otro inmoral colega federal, Oyarbide, que tampoco puede explicar de dónde saca el dinero que gasta a manos llenas. Que el matrimonio y su pupilo, que sólo han sido funcionarios públicos desde hace muchísimos años, hayan multiplicado de esta forma sus respectivas fortunas, los hace dignos de figurar al tope del cuadro de des-honor argentino.

En este momento, cuando faltan escasas tres semanas para la primera vuelta de las elecciones presidenciales, los elevados índices de intención de voto que Lancha aún mantiene según las cuestionables encuestas que circulan, debiera llamarnos a la reflexión como sociedad ya que, además, hace ocho años que ejerce la peor administración que puede recordar la Provincia. ¿Por qué lo votarían quienes, después de tanto tiempo, siguen sin agua y sin cloacas, carecen de escuelas y de hospitales, son víctimas de la violencia y el narcotráfico, ignoran cuántos muertos hubo en La Plata o ven sus casas y campos inundados por la distracción de los fondos destinados a las obras hidráulicas? ¿Somos tan masoquistas?

Pasemos revista a sus principales acompañantes: su candidato a Vicepresidente es el Chino Zannini, autor intelectual de todos los inmundos desaguisados intentados por Néstor (q.e.p.d.) y Cristina contra el Poder Judicial; su candidato a Gobernador de Buenos Aires, Anímal Fernández, acusado de ser el jefe del narcotráfico e inspirador de varios asesinatos; éste va seguido por Sanatella, que ha encarnado los mayores ataques contra la libertad de prensa; y, por supuesto, lo secundan y rodean los ladrones feudales del norte, como Insfrán, Fellner, Alperovich, Manzur, Closs, Zamora y su mujer, Capitanich, Urribarri, un montón de barones del Conurbano, los ilustrados rapiñadores de La Cámpora S.A., como De Pedro, Ottavis, Larroque, Recalde, Cabandié y compañía.

Pero el convoy sciolista también tiene como pasajeros de primera clase a encantadores personajes como Caló, el titular de la CGT oficialista, que robó el dinero de los afiliados a la UOM durante décadas; la revolucionaria Milagro Sala, que amenaza con desatar una guerra si el Frente para la des-Vergüenza perdiera; la recién llegada Mónica Garrocha López, que tampoco puede explicar su fortuna; el groucho-marxista Kicillof y su equipo de improvisados, gigantesco destructor de la economía nacional; y un montón de otros genios que heredará de la actual gestión, como Alicia Kirchner, Vanoli, Reposo, Berni, Echegaray, Katia Doura, Heller, Tomada, Ibarra, Carlotto, Bonafini o ¡Giles! Carbó y su tropa de fiscales militantes.

¿Son ellos quienes queremos que administren a nuestro país en el futuro inmediato? Lo han hecho durante la década que mejores oportunidades brindó a nuestra economía en casi un siglo y hoy, dejan un país postrado, con mayor cantidad de pobres, plagado de villas miseria, con chicos que mueren por desnutrición, con desempleo, con cientos de miles de ñoquis, sin educación ni salud, sin infraestructura vial ni portuaria, sin gas ni energía, sin reservas monetarias, con déficit comercial, con una inflación que está en el podio mundial, con las economías regionales devastadas, con conflictos abiertos con casi todos los países y alianzas internacionales inexplicables y contra-natura, con las cárceles repletas de presos políticos, con los derechos humanos pisoteados aquí y no exigidos a los nuevos «amigos» (Rusia, China, Venezuela, Irán), con niveles de violencia desconocidos, con la sociedad fracturada, con fraudes electorales, sin estadísticas, con proliferación del narcotráfico, con lavado de dinero, sin fuerzas armadas, con impunidad, con corrupción, con jueces comprados, con fiscales asesinados (vea el anticipo de la película «Abandonados»: http://tinyurl.com/ohq284o).

Si la respuesta a esa pregunta es positiva, evidentemente no tenemos destino alguno, nuestra decadencia e insignificancia habrá completado su ciclo y a la Argentina sí le habrá salido el tiro del final.

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