Por Hernán Andrés Kruse.-

Friedrich A. Von Hayek comienza su libro “Los fundamentos de la libertad” dando a conocer al lector su concepto de libertad. Como bien señala Abraham Lincoln “el mundo no ha tenido nunca una acertada definición de la palabra libertad, y justamente ahora el pueblo americano necesita mucho una. Todos nos pronunciamos por la libertad, pero cuando usamos la misma palabra no le damos idéntico significado (…) Existen dos cosas, no solamente diferentes, sino incompatibles, y que, sin embargo, con el término libertad son designadas” (The Writings of Abraham Lincoln, N. Y., 1906, VII, pág. 121). Lo mismo pensaba Montesquieu: “(…) no hay palabra que admita más variadas significaciones ni que haya producido más diversas impresiones en la mente humana que la de libertad. Algunos la toman como medio de desplazar a una persona a la que han conferido una autoridad despótica; otros, como poder de elegir un superior a quien están obligados a obedecer; otros, como derecho a llevar armas, del que se deduce el de hacer uso de la violencia; otros, para terminar, como privilegio de ser gobernados por una persona nacida en su propio país o por sus propias leyes” (“Espíritu de las leyes”, XI, 2, vol. I, pág. 149). Hayek define al estado de libertad como “aquella condición de los hombres en cuya virtud la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida, en el ámbito social, al mínimo”. Vale decir que para Hayek la libertad implica fundamentalmente ausencia de coacción.

Cuando un hombre no está sujeto a coacción de otro hombre o un grupo de hombres, goza de “libertad individual” o “libertad personal”. También se utiliza con el mismo significado la expresión “libertad civil”, pero conviene evitarlo, enfatiza Hayek, porque se confunde fácilmente con la “libertad política”. Tal confusión se debe a que lo “civil” y lo “político” son derivados respectivamente de términos latinos y griegos que poseen el mismo significado. El significado de libertad adoptado por Hayek aparenta ser el original del término “libertad”. Hayek tiene en mente la clásica división occidental entre libre y esclavo, cuya significación es por demás concreta. Es cierto que la libertad del hombre libre se modificó radicalmente con el paso del tiempo, pero el hombre libre siempre se movió dentro de un espacio de autonomías que el esclavo jamás conoció. El hombre libre es aquel que siempre tuvo la posibilidad de comportarse en función de sus propias decisiones y planes de vida, mientras que el esclavo estuvo siempre condenado a estar sujeto a la voluntad de su amo quien, de manera arbitraria, podía obligarlo a hacer literalmente cualquier cosa. Fue así como fue consagrándose a través de los siglos el concepto de libertad como “independencia frente a la voluntad arbitraria de un tercero”. En “Las Fuerzas Morales”, José Ingenieros dice algo parecido: “Merece llamarse hombre libre el que tiene capacidad de iniciativa frente a la coerción ajena”.

El concepto de libertad como ausencia de coacción es preciso y describe una sola cosa: “un estado apetecible por razones diferentes de aquellas que nos hacen desear otras cosas también denominadas “libertad”. Las diferentes “libertades”, lejos de constituir diferentes especies del mismo género, presentan diferencias muy profundas, lo que a menudo las conduce a enfrentarse entre sí, remarca Hayek. En definitiva, “la libertad” es una sola, pudiendo variar en grado pero jamás en clase. De ahí que “la libertad se refiere únicamente a la relación de hombres con hombres, y la simple infracción de la misma no es más que coacción por parte de los hombres” (…) “El que una persona sea libre no depende del alcance de la elección, sino de la posibilidad de ordenar sus vías de acción de acuerdo con sus intenciones presentes o de si alguien más tiene el poder de manipular las condiciones hasta hacerla actuar según la voluntad del ordenancista más bien que de acuerdo con la voluntad propia. La libertad, por tanto, presupone que el individuo tenga cierta esfera de actividad privada asegurada; que en su ambiente exista cierto conjunto de circunstancias en las que los otros no pueden interferir”.

Así concebida, la libertad se contrasta con la libertad política, con la libertad interior y con la libertad como poder. ¿Qué se entiende por libertad política? La libertad política es la posibilidad que tienen los hombres de elegir democráticamente a su propio gobierno, de participar en el proceso legislativo y de controlar a la administración. La libertad política deriva de la concepción según la cual los grupos humanos, considerados en conjunto, gozan de una suerte de libertad colectiva. Ahora bien, que un pueblo goce de libertad política no significa necesariamente que sea un pueblo de hombres libres, remarca Hayek. Nadie que pretenda ser libre como individuo necesita sí o sí ser partícipe de tal libertad colectiva. Que un pueblo elija democráticamente a sus gobernantes no significa necesariamente que cada uno de sus miembros sea libre en el sentido hayekiano: “Quizá el hecho de haber visto a millones de seres votar su completa subordinación a un tirano haya hecho comprender a nuestra generación que la elección del propio gobierno no asegura necesariamente la libertad”. El autor alude a la llegada al poder de Adolph Hitler por medios democráticos. Si un pueblo elige en democracia a un tirano, la libertad como ausencia de coacción sufre un severo menoscabo. ¿De qué vale gozar de la libertad política si por su intermedio el pueblo elige a alguien que luego hará añicos la libertad como ausencia de coacción?

La libertad como ausencia de coacción no debe confundirse con la libertad interior o metafísica. Una persona goza de libertad interior cuando orienta su conducta por su propia y deliberada voluntad, por su razón y por su convicción. Quien goza de libertad interior no se deja dominar por los impulsos y las circunstancias del momento. Ahora bien, lo que se opone a la libertad interior no es la coacción ajena sino las debilidades moral y/o intelectual. Si una persona, luego de reflexionar largamente, decide tomar una decisión y cuando llega el momento no lo hace, esa persona está a merced de sus pasiones, no es libre. Según Hayek, es muy importante mantener independientes los conceptos de libertad como ausencia de coacción y libertad interior: “Es muy importante mantener los dos conceptos independientes, por la relación que el de “libertad interior” tiene con la confusión filosófica que deriva del término “libre albedrío”. Pocas creencias han hecho más para desacreditar el ideal de libertad como la errónea de que el determinismo científico ha destrozado las bases de la responsabilidad individual”.

La libertad suele ser utilizada como sinónimo de poder, de la facultad física de hacer lo que a uno lo viene en gana. La libertad como poder implica el poder de satisfacer plenamente nuestros deseos, aunque se trate de una misión imposible. Muchas personas están convencidas de que pueden alterar el curso de la historia en función de sus intereses o que pueden violar la ley de gravedad. Hasta hace pocos años no abundaban aquellos que confundían la libertad como poder, la libertad a secas, con la libertad individual garantizada por un orden social liberal. La confusión de la libertad como omnipotencia y la libertad individual fue producto de una acción deliberada del socialismo, acusa Hayek. Al identificar libertad con poder, “no hay límites a los sofismas en cuya virtud el atractivo que ejerce la palabra libertad se utiliza como justificación de medidas que destrozan la libertad individual, como tampoco se les ve fin a los fraudes de quienes exhortan a las gentes en nombre de la libertad a abdicar de la misma”. En nombre de la libertad como poder, acusa Hayek, los totalitarismos han suprimido la libertad individual. La interpretación de la libertad como poder efectivo para hacer cualquier cosa es calificada por Hayek como “ominosa”, porque logró penetrar en la mente de las sociedades de algunos países donde aún está vigente el respeto por la libertad individual. En los Estados Unidos la libertad como poder ha sido incorporada como idea medular de la filosofía política que predomina en los ambientes “liberals”. J. R. Commons y John Dewey, por ejemplo, acuerdan en afirmar que la libertad es sinónimo de poder, que la “exigencia de libertad es exigencia de poder” y que la ausencia de coacción expresa “el lado negativo de la libertad”.

Al confundir libertad como poder con libertad como ausencia de coacción, se termina identificando la libertad con la riqueza con lo cual el término “libertad” es utilizado políticamente para propiciar la redistribución de la riqueza. “Libertad” y “riqueza” no significan lo mismo, remarca Hayek. Una cosa es que una persona sea o no dueña de sí misma, pueda escoger por sí misma su propio camino, y otra diferente es que una persona tenga enfrente suya muchas o pocas posibilidades de elección. Un artesano es más libre que, por ejemplo, un cortesano rodeado de lujos pero que vive subordinado a la voz de orden del príncipe. El cortesano es mucho más rico que el artesano, pero aquél es un esclavo y éste es un hombre que vive en libertad. Aunque no todos puedan obtener ventajas de la libertad, ésta debe ser deseable, debe ser considerada un valor positivo. La libertad no es sinónimo de felicidad completa ni de desgracia absoluta. Se puede ser feliz con una gran carencia de bienes o en un ambiente rico y próspero. Si un hombre es libre puede elegir morirse de hambre, equivocarse groseramente o ir en la búsqueda de aventuras que pueden poner en riesgo su vida. Si se entiende la libertad como ausencia de coacción el lingera goza de más libertad que el soldado que se ve forzado a cumplir con el servicio militar. Hayek se esmera en aclarar que “la libertad en sentido de poder, es decir, la libertad política, y la libertad interior no son de la misma clase que la libertad individual; no podemos ganar elementos comunes de la libertad en el balance final mediante el sacrificio de parte de alguna de ellas con vistas a obtener más de la otra. Únicamente cabe que obtengamos ciertos resultados buenos en lugar de otros mediante un cambio de alguna de tales libertades por la que se prefiere”.

La libertad como ausencia de coacción es negativa ya que define, precisamente, la ausencia de un gran obstáculo para el desarrollo de la libertad individual: la coacción proveniente de terceros. La libertad pasa a ser positiva cuando el hombre decide hacer un uso específico de ella, aunque ello no significa que obtendrá los resultados esperados. Pese a que los usos de la libertad son muchos, la libertad, enfatiza Hayek, es una sola. Las libertades salen a la palestra en el momento en que la libertad se desvanece. La historia ha demostrado que el esfuerzo del hombre por ser libre lo ha conducido a obtener varias libertades. Sin embargo, todo aquello que le posibilita al hombre hacer determinadas cosas no debe confundirse con la libertad individual. En opinión de Hayek, “la diferencia entre libertad y libertades es la que existe entre una condición en virtud de la cual se permite todo lo que no está prohibido por las reglas generales y otra en la que se prohíbe todo lo que no está explícitamente permitido”.

En definitiva, la definición de Hayek de “libertad” depende básicamente del sentido que le otorga al término “coacción”. “Por “coacción” queremos significar presión autoritaria que una persona ejerce en el medio ambiente o circunstancias de otra. La persona sobre la que se ejerce dicha presión, en evitación de males mayores, se ve forzada a actuar en desacuerdo con un plan coherente propio y a hacerlo al servicio de los fines de un tercero” (…) “La coacción es precisamente un mal, porque elimina al individuo como ser pensante que tiene un valor intrínseco y hace de él un instrumento en la consecución de los fines de otro. La libre acción, en virtud de la cual una persona persigue sus propios objetivos utilizando los medios que le indica su personal conocimiento, tiene que basarse en datos que nunca pueden moldearse a voluntad de otro. Presupone la existencia de una esfera conocida, cuyas circunstancias no pueden ser conformadas por otra persona hasta el punto de dejar a uno tan sólo la elección prescrita por aquélla”.

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