Por Luis Américo Illuminati.-

Pretende el kirchnerismo convencer que una derrota electoral constituye una victoria. Su festejo y falsa euforia parece un sainete de pésimos actores y argumento inverosímil. Es muy posible que hayan leído la obra «Ganar perdiendo» que es una comedia en tres actos sobre un tema de un enredo amoroso que José Zorrilla escribió en el Siglo XIX o tal vez se hayan copiado de una conocida frase de Borges que dijo: «Todo fracaso es una misteriosa victoria». De aquel epígrafe y de este aforismo o máxima ha extraído seguramente el kirchnerismo su lema para festejar el resultado adverso de la reciente contienda electoral. Pero este lema ha sido interpolado incorrectamente de un contexto literario a un contexto completamente diferente, en el cual no se ha luchado o bregado por una causa noble, digna, santa o emancipadora sino antes bien, han realizado una lucha vana y egoísta, un insensato encaprichamiento en querer revertir un veredicto irreversible, un pronunciamiento del grueso de la ciudadanía que dos veces le dijo basta a la impostura, a la mentira, al abuso, a los cantos fatídicos de la sirena electoral regalando heladeras, bicicletas, bonos, viajes estudiantiles y todo tipo de vergonzosas ofertas de gran liquidación por quiebra del «negocio», semejante a los manotazos que da un ahogado antes su irremediable hundimiento. Pues no entienden que es un acto de hidalguía política, un transparente acto de civismo reconocer y admitir sin ambages la derrota infligida por el adversario. Pero, para los necios la derrota no existe, aunque ganen el infierno, lo mismo festejarán. Creo que si el «señor presidente» con un cinismo que supera toda competencia para aspirar al Primer Premio del «último hombre» como llamaba Nietzsche al sujeto despreciable, pequeño y pusilánime que está en las antípodas del hombre moralmente superior, un presidente que insiste payasescamente en no admitir la rotunda «derrota que han ganado» los candidatos de su partido. Y la razón de la derrota no es otra que haber interpretado una burda y torpe comedia que no convenció a nadie y que por eso recibió como respuesta inexorable una andanada interminable de tomatazos. En su camino errático no esperemos que el «señor presidente» levante el aplazo y se reivindique, sino que en los dos años que restan hasta el 2023 su «gestión» será como si un ebrio tratara de cruzar el río colgado de los pies hasta la otra orilla en una tarabita o maroma sobre un abismo de cien metros de altura, visión que Nietzsche describe de un desafortunado saltimbanquis que cae al vacío en el primer capítulo de su libro «Así habló Zaratustra».

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