Por Hernán Andrés Kruse.-

Estoy leyendo un libro fascinante. Se trata de “El peronismo armado” escrito por Alejandro Guerrero, escritor, periodista y militante político de izquierda. El tema es la dramática biografía de Mario Eduardo Firmenich, jefe de la organización terrorista más importante que asoló la Argentina en los setenta: Montoneros. Pero el autor no se ocupó sólo de Firmenich. Su tortuosa vida fue, me parece, el pretexto de que se valió para retratar una sangrienta y espantosa etapa de nuestra historia que arranca con el ascenso al poder de Perón en junio de 1946 y finaliza con la contraofensiva montonera en 1979.

Estoy por la mitad del libro. Apenas termine esta reflexión comenzaré a leer el capítulo XXXIII “Después del 1 de mayo”, en alusión al histórico 1 de mayo de 1974 cuando Perón insulta a los montoneros. En esa primera mitad Guerrero describe con lujo de detalles el choque de dos egos gigantescos, el de Perón y el de Firmenich. Un choque que provocaría un feroz derramamiento de sangre durante la tercera presidencia del General. Perón y Firmenich tuvieron en común su megalomanía, su cinismo y su perversidad. Tuvieron en común la ausencia de una cualidad esencial de todo ser humano que se tilde de demócrata: la tolerancia. Para Perón y Firmenich su palabra no podía ni debía ser cuestionada, su voluntad era omnímoda, sus órdenes debían ser obedecidas sin chistar.

Perón y Firmenich (no fueron los únicos, obviamente) simbolizaron la antítesis de la democracia liberal, de sus valores fundamentales, como el respeto mutuo, la vigencia de las libertades y garantías individuales, y la tolerancia. Esta última palabra es fundamental para captar la esencia de la democracia liberal. Porque para que este régimen político esté vigente es imprescindible que reine ese valor que garantiza una convivencia en paz, a pesar de las diferencias ideológicas reinantes. Por eso me causa gracia cuando algunos tildan de gobierno constitucional al que estuvo vigente entre el 25 de mayo de 1973 y el 24 de marzo de 1976. ¡Cómo puede hablarse de gobierno constitucional cuando a diario aparecían cadáveres por doquier fruto de la despiadada lucha por el poder entre la AAA y Montoneros!

Mientras me sumergía en las fascinantes páginas del libro de Guerrero, me vino a la memoria un lúcido ensayo del notable jurista Hans Kelsen titulado “Qué es la Justicia”. En la parte final se pregunta si tiene moral la filosofía relativista de la justicia. Estas páginas son un canto a la tolerancia, a ese valor pisoteado sin piedad durante la trágica década del setenta. Escribió el padre del positivismo jurídico: “El principio ético fundamental subyacente a una teoría relativista de los valores lo configura el principio de tolerancia, vale decir, el imperativo de buena voluntad para comprender las concepciones religiosas o políticas de los demás, aunque no se las comparta o, mejor dicho, precisamente por no compartirlas, no impidiendo, además, su exteriorización pacífica (…) En el supuesto que la democracia constituya una forma de gobierno justa, lo es en cuanto significa libertad y libertad quiere decir tolerancia (…) Dado que la democracia es por naturaleza profunda libertad y libertad significa tolerancia, no existe forma alguna de gobierno más favorecedora de la ciencia que la democracia. La ciencia sólo puede desarrollarse cuando es libre. Ser libre quiere decir no sólo no estar sometida a influencias externas, esto es, políticas, sino ser libre interiormente: que impere una total libertad en su juego de argumentos y objeciones. No existe doctrina que pueda ser eliminada en nombre de la ciencia, pues el alma de la ciencia es la tolerancia (…) Puesto que la ciencia es mi profesión y, por lo tanto, lo más importante de mi vida, la justicia es para mí aquello bajo cuya protección puede florecer la ciencia y, junto con la ciencia, la verdad y la sinceridad. Es la justicia de la libertad, la justicia de la paz, la justicia de la democracia, la justicia de la tolerancia”.

En mi opinión, el notable libro de Guerrero debería titularse, a tenor de las palabras kelsenianas y en honor a la verdad histórica, “El peronismo armado y la destrucción de la justicia de la tolerancia”.

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