Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del 18 de junio, Página/12 publicó un artículo de Horacio Verbitsky titulado “Al PASO de Cristina”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Si hay algo que nadie discute es la centralidad de Cristina en el escenario político. La ausencia del PJ en la Unidad Ciudadana, inscripta al vencer el plazo legal para las alianzas, desconcertó todas las previsiones, tanto del gobierno como de la oposición” (…) “Hay dos lecturas posibles para este giro que sorprendió a propios y ajenos. Una de alcance general sobre la democracia realmente existente y la crisis del sistema de representación partidaria. La Argentina no es una excepción sino parte de la regla general, confirmada esta semana en Francia con la contundente victoria de Emannuel Macron sin un partido propio anclado en las corrientes principales de la Segunda República. Pero también hay razones prácticas que no todos comprenden, entre otras cosas porque hasta ahora nadie se ha tomado el trabajo de explicarlas para quienes no están en la rosca” (…) “Desde el gobierno se lanzan exclamaciones de júbilo, como si la candidatura de Cristina sin pasar por una previa interna con su ex ministro amante de los relojes y los autos fuera la mejor alternativa imaginable. Esto tiene inmediato eco en los mismos medios que desde hace meses vienen reclamando el arresto de la ex presidente en alguna de las causas que el gobierno impulsa en su contra” (…) “En su nota “Se cocina la muerte política de la ex presidente” el columnista de La Nación Fernando Laborda es más explícito en la definición del objetivo: “Aun no llegando al podio reservado para los tres primeros, Randazzo podrá haber realizado, con su sola presentación electoral, una contribución histórica para la muerte política de Cristina”. Nadie expresó con tanta claridad que el propósito de esa candidatura es perjudicar a CFK, lo cual en el subibajas electoral es beneficiar al gobierno” (…) “Una interna con Ishii, algún representante del duhaldismo residual y tal vez un par de seguidores de Mario Moreno (el insigne estadígrafo argentino, no el cómico mexicano) carece de todo glamour y ridiculiza la pretensión del ex ministro de confrontar con Cristina. Desde el momento en que Randazzo anunció ese propósito, menos de diez intendentes peronistas en la provincia lo acompañaron y sólo dos de ellos son del conurbano, Gabriel Katopodis y Juan Zavaleta. Ni siquiera es seguro que cuando Cristina comience a hablar el martes en el estadio de Arsenal en el Viaducto, mantengan su compromiso. Ambos están haciendo ahora el mismo cálculo de varios de los colegas que decidieron seguir a Cristina: si ella presenta su candidatura, enfrentarla no será sólo una declaración de principios o preferencias, sino una apuesta a todo o nada en su propia retaguardia. Su continuidad como intendentes no estaría asegurada si perdieran la mayoría en sus cuerpos legislativos municipales” (…) “Está fuera de dudas que la división del voto peronista favorece al gobierno. Pero aún resta discernir: ¿cuál es la peor ruptura del peronismo, con o sin las PASO? En diciembre pasado se realizó el Congreso de la Unidad en La Matanza, donde se acuñó la definición “Unidos por la Argentina, Unidos por Buenos Aires” (…) “En la última reunión de esa Mesa de 40 integrantes, hace dos semanas, 36 votaron por la lista de unidad, y sólo cuatro por las PASO: Julián Domínguez, Fernando Navarro, Juan Zavaleta y Juan Abal Medina” (…) “Hubiera sido imaginable…que Cristina lo aplastara en la interna sin siquiera nombrarlo. Pero nada fue así: con pivote en el Movimiento Evita, Randazzo mantuvo su apuesta y le fue subiendo el tono a medida que se manifestaban en su apoyo el gobierno, los medios, la CGT y el duhaldismo residual, en un escenario hostil al kirchnerismo, con el juzgado electoral y el Correo en manos del gobierno” (…) “En una reunión con más de 40 intendentes, Cristina planteó diversas posibilidades electorales, siempre que antes se acordara cómo frenar el ajuste que según la ex presidente se profundizará después de octubre, comenzando por el sistema previsional. En ese caso: 1) si pueden prescindir de mí, tanto mejor; 2) si para lograr la unidad no tengo que ser, me corro; 3) si consideran que es necesario, me presento. Estas opciones así planteadas, no coinciden con la imagen de soberbia y sectarismo con que suele ser presentada ni con las evaluaciones peyorativas sobre su capacidad de conducción, ninguna suscripta por una mujer” (…) “Muchos peronistas lamentan haber abandonado el sello del PJ, que el propio Perón caracterizó como un mero instrumento electoral. No había otra forma de hacerlo, responden los kirchneristas. Una vez que el PJ no presentaría candidatos, Randazzo reclamó la sede del PJ en la calle Matheu, pero el presidente del partido provincial, Fernando Espinoza, le recordó que el domicilio legal del PJ bonaerense está en La Plata, tal como consta en el acta por la cual se aceptó la inscripción de Randazzo y de Mario Ishii para la primaria pejotista” (…) “En la última reunión entre ambos sectores se acordó que tanto Cristina cuanto Randazzo podrían llevar en sus boletas a Perón, Evita y Néstor. Randazzo sólo tendrá la exclusividad del escudo” (…) “En los primeros años de su gobierno, Kirchner mencionaba al partido con desprecio e ironía como el pejotismo o el grupo mausoleo. En 2005, le dejó la boleta del PJ a Duhalde. Con el sello del Frente para la Victoria Cristina aplastó a la esposa del ex senador por 46 a 19,7 por ciento. Pero al aproximarse la siguiente elección presidencial, Kirchner dejó de burlarse y consintió presidir el PJ. Cuando le pregunté por qué respondió que se lo había pedido Cristina. En cuanto tuve oportunidad le repetí la pregunta a ella, sin anticiparle lo que me había contestado Kirchner. “Yo se lo pedí. Es muy peligroso dejar ese sello navegando a la deriva para que cualquiera se lo apropie y lo use en contra nuestra” (CFK). Esa hipótesis se reencarna ahora en Randazzo. Pero el kirchnerismo no encontró otra forma de salir de la encerrona que temía del gobierno. Según su lectura, el plan oficial consistía en volcar recursos y también votos en Randazzo, como forma de mellar a CFK. Las consignas diseñadas por los estrategas oficiales para las PASO eran enfrentar al pasado y la corrupción. Y para la general, votar por el futuro. Esta sería una operación de bajo costo ya que las PASO son poco más que una encuesta a escala 1:1. En cambio, sería muy riesgoso intentarlo en octubre porque los votos sustraídos a los candidatos propios implican bancas de diputados y concejales, que a la Alianza Cambiemos no le sobran. Por eso la gobernabilidad en sus primeros dos años fue asegurada mediante la fuga de diputados y senadores del Frente para la Victoria tanto en la provincia como en la Nación, empezando por el pago a los fondos buitre y la participación privada en obras públicas, con todos los beneficios para la primera parte y riesgos para la segunda. Cristina piensa ahora en establecer una Cláusula Pichetto. Consistiría en un compromiso de sostener desde las bancas los puntos programáticos elaborados como condición para la unidad, en previsión de la segunda etapa del ajuste que planea Macri después de octubre” (…) “El gobierno también dispone de otros recursos para condicionar a opositores vulnerables. Uno es el aparato de inteligencia. Randazzo expresó su temor por la posible aparición de un video tomado en el edificio donde vivía Natalio Alberto Nissan, que lo forzaría a explicar qué hacía allí en la madrugada de la aparición del cuerpo del fiscal sin vida. Otro es el dispositivo judicial montado durante el primer kirchnerismo por Antonio Horacio Stiuso y utilizado sin reparos por el macrismo”. En la misma edición Página/12 publicó un artículo de Edgardo Mocca titulado “El experimento neoliberal y el futuro del peronismo”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Desde diciembre de 2015 la pregunta principal a cuyo alrededor gira toda la vida política argentina es si después de su triunfo electoral, los sectores privilegiados podrán construir un orden político sólido para la reestructuración neoliberal del país” (…) “Pero más allá de Macri el problema irresuelto es la erradicación del antagonismo político del centro de la vida política. Dejarlo reducido a escenas marginales de resistencia sin capacidad de incidir en la distribución de los recursos de poder político. En la agenda central del establishment argentino (económico, político, judicial y mediático) está la “normalización política” del país. Si miramos hacia fuera del país vemos que en todo el mundo liberal-democrático se ha instalado durante los últimos treinta años un régimen político basado en la pluralidad, la moderación y la alternancia. De ninguna manera el resultado de una elección alterará el pacto no escrito en las democracias de mercado: los intereses del gran capital concentrado no se tocan, las políticas de los grandes poderes globales no se impugnan” (…) “En todo el mundo esa fue la forma política de la dominación global del capital concentrado. En todo el mundo esta forma está entrando en un ciclo profundamente crítico. Y la principal víctima política de esa crisis en desarrollo fueron los partidos socialistas y socialdemócratas” (…) “Dejaron de ser fuerzas asentadas en el mundo del trabajo y sus organizaciones, dejaron de formular-siquiera como retórica electoral-el credo de un futuro de igualdad en sus naciones” (…) “Aunque parezca que esto nada tiene que ver con la actual situación del peronismo (que nunca se reconoció como socialdemócrata) es eso lo que se está definiendo en este tramo de la historia política argentina. El yrigoyenismo primero y el peronismo después bloquearon toda posibilidad de que el antagonismo político argentino se exprese en términos de partidos de derecha e izquierda. Lo nacional-popular fue el lenguaje absolutamente dominante utilizado por las clases subalternas para fundar su movilización, que alcanzó intensidades y dramatismos, distintivos de la Argentina en la región. El lugar que los partidos de origen clasista ocuparon dentro del sistema político en la mayor parte de Europa, en nuestro país lo ocupó el movimiento nacional-popular. Por eso la experiencia crítica actual de los partidos socialdemócratas está hablando de un dilema al que no es ajeno el peronismo. Porque de lo que se habla es de que la dilución del partido en la trama de dominación neoliberal amenaza seriamente su perdurabilidad como expresión política de los trabajadores y del pueblo” (…) “En los orígenes de este proceso (presidencia de Alfonsín), la llamada renovación peronista se dio la tarea de adaptar las formas del peronismo a las necesidades de su actuación en el marco de la democracia reconquistada y para contribuir a su consolidación” (…) “La renovación desembocó en el menemismo, fue la época en que la vía de la liberalización política del peronismo llevó a la captura neoliberal del movimiento. Fue el tiempo de la hegemonía interna de una clase política fundida hasta la indiferenciación con las expresiones más típicas del poder y del pensamiento antipopular y gorila. Del derrumbe de esa experiencia neoliberal que terminó con el gobierno de la alianza y puso al país al borde de la destrucción como comunidad política surgió la novedad que hoy ocupa el centro de la escena argentina. La novedad fue el surgimiento de un desafío al orden político neoliberal operado no desde catacumbas ideológicas sino desde el propio seno de la clase política peronista. Una disidencia, una decisión y una coyuntura propicia por el estado terminal del país y las condiciones favorables creadas entones en el mercado internacional: esa es la marca de origen del kirchnerismo” (…) “Nuevamente se impugna al peronismo conflictivo y se reivindica al peronismo constructivo y respetuoso del sistema. Pero el significado de esta “renovación” resulta cada vez más claro e inequívoco. Es la adaptación del peronismo a un orden neoliberal sólido, dentro del cual pueda jugar a una representación popular más eficaz, a un manejo más sensible de los conflictos sociales” (…) “Pero en esa maraña enredada y contradictoria hay algo que es cada vez más evidente: los sectores interesados en terminar con la anormalidad del kirchnerismo para fundar un orden neoliberal estable han tomado una muy clara intervención estratégica en el asunto” (…) “Y el sentido de la estrategia del establishment es transparente: aislar a la fuerza política que puso y pone en cuestión la reducción de la vida de los partidos políticos al rol menor de administrar y negociar los intereses de los sectores más poderosos del país. Es enternecedor observar la inédita preocupación de los comentaristas políticos neoliberales por los partidos políticos en general y por el Partido Justicialista en particular. Se han vuelto abogados de la unidad peronista, preocupados por el futuro del movimiento, abochornados por golpes estratégicos-como el que acaba de dar Cristina-porque dicen que va a perjudicar al peronismo y favorecer a Macri. ¿No llama la atención a quienes creen estar sosteniendo una lucha de ideas leal en el peronismo las insólitas adhesiones que están recogiendo? ¿No ven que algunos de ellos hasta ayer, cuando formaban parte del gobierno anterior, recibían toda la hostilidad y el desprecio de los escribas orgánicos del establishment y hoy bruscamente se han convertido en rubios y de ojos celestes?” (…) “Impedir que el proyecto neoliberal se consolide no significa cuestionar a la democracia. Por el contrario parece la condición necesaria para su defensa y fortalecimiento. Ya vivimos cómo el último experimento anterior al macrismo terminó en la peor de las crisis. No hay cuestión política más importante que evitar y evitarnos esa ominosa repetición de la historia”. En la edición del 18 de junio La Nación publicó un artículo de Morales Solá titulado “Macri y Cristina, acuerdos y desacuerdos”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “Una vez, en los años 90, a Antonio Cafiero se le ocurrió que el bloque de senadores nacionales peronistas, que él integraba, debía promover un proyecto para que el estado le construyera un monumento a Perón. Vio a senador por senador hasta que cayó en el despacho de la entonces senadora Cristina Kirchner. “No me importa ese viejo traidor”, lo despachó Cristina. Algunos años después, en enero de 2002, el mismo bloque de senadores le pidió a Cristina que votara por la designación de Eduardo Duhalde como presidente provisional. Le reclamaron que tuviera en cuenta la figura de Duhalde y el futuro del peronismo, que en medio de la crisis ya había puesto tres presidentes, fugaces unos, fugitivo otro. “Ese negro y el peronismo no me importan nada”, contestó Cristina. En los últimos 20 años, el peronismo fue para Cristina sólo un oportunista instrumento electoral. Acaba de romper definitivamente con el movimiento que fundó Perón. La ex presidenta venía señalando desde hace tiempo que el peronismo necesitaba una instancia superadora, que la corporizaría ella, desde ya. La instancia superadora reconvirtió en un emprendimiento familiar…pero también en un conglomerado de agrupaciones de izquierda influido en gran medida por viejos referentes del Partido Comunista. Existe también en esa coalición (y en ella) un fuerte ascendiente intelectual de parte de Carlos Zannini, un político que viene del maoísmo. El resultado es una alianza con un discurso de izquierda antisistema y antidemocrático, que llegó al extremo de negarle legitimidad y legalidad al gobierno de Mauricio Macri. Es el discurso de los años 70, que denunciaba la “democracia formal” y que terminó con estragos de sangre y muerte. Cristina cree que los viejos partidos ya no dicen nada. Macri, también. Hay ahí una coincidencia básica de dos enemigos que se aborrecen. ¿Tienen razón? Sí, en parte al menos” (…) “Cristina está segura de que lo único que importa es su propio liderazgo. Un trumpismo tardío. Macri camina, con más prudencia, por el mismo camino. Los dos se han encumbrado en una realidad objetiva: la enorme crisis que desmantela la organización y la identidad de los dos partidos históricos, el peronismo y el radicalismo. La decisión de Cristina alivia, al mismo tiempo, al peronismo y al macrismo. Despoja al justicialismo de la responsabilidad que tiene de descristinizar al peronismo; ella ya se fue” (…) “Cristina es desde ahora la líder de cualquier cosa, menos del peronismo. ¿Significa eso el fin de su vida política? Moderación, ante todo. Es ella, no el PJ, la que tiene los votos del más multitudinario conurbano bonaerense” (…) “Esa realidad social explica la adhesión de muchos intendentes a Cristina” (…) “Cualquier perspectiva es posible siempre que se les asegure la mayoría en los Concejos Deliberantes; éstos tienen la facultad de destituirlos” (…) “El gobierno halló por fin el escenario que anhelaba. Serán tres los candidatos peronistas (Cristina, Sergio Massa y Florencio Randazzo) y esa fragmentación del voto peronista coloca al macrismo en las puertas de una victoria bonaerense. Debe, claro está, prohibirse errores como el que cometió con las pensiones a los discapacitados” (…) “El otro desahogo del Gobierno es que verá a Massa y Randazzo entretenidos también, aunque no exclusivamente, en ganar pergaminos anticristinistas. ¿Cuál de los dos es el que mejor expresa el anticristinismo ante los votantes peronistas?” (…) “Macri golpea personalmente sobre las heridas del cristinismo. Empezó la polarización. La denuncia sobre Héctor Recalde fue un tiroteo al campamento de Cristina” (…) “El peronismo ya imagina un futuro sin Cristina. Podría ser senadora, por la mayoría o por la minoría, pero en el Senado lideraría un raquítico bloque de 7 u 8 senadores. El resto de los senadores peronistas seguiría con su vida y sus cosas. Gobernadores y senadores peronistas podrían iniciar un proceso de renovación interna ligeros de carga cristinista. Es el escenario que necesita Macri para intentar luego de las elecciones un acuerdo con la oposición, que él no descarta. ¿Cómo, si no, concretaría las tres reformas que se propone, la judicial, la impositiva y la educativa? Ahí, cuando se trata de diseñar el futuro, Macri vuelve a tomar distancia de Cristina. Los partidos están en crisis, es cierto, pero nada los ha reemplazado por ahora en el control de la política y las instituciones. Iconoclasta y nihilista puede ser Cristina. Macri no puede darse ese lujo, propio de políticos desocupados”. En la misma edición La Nación publicó un artículo de Jorge Fernández Díaz titulado “El gran negocio de la Pasionaria del Calafate”. Sus párrafos salientes son los siguientes: “(…) Algunos de los más presentables intendentes peronistas le ofrecieron la rendición a Cambiemos el año pasado, cuando consideraban a Cristina Kirchner un “cadáver político”. Y la oferta fue rechazada con argumentos de Durán Barba: no debemos mezclarnos con ellos, son lo viejo y nosotros somos lo nuevo, los aparatos no pesan y la territorialidad ya no es relevante. Muchos de esos alcaldes son los que ahora le prestan volumen a la nueva aventura cristinista. En la Argentina, los cadáveres insepultos vuelven a la vida, sobre todo cuando los médiums los convocan para comprar el perdón y la paciencia: sigan tomando esta sopa amarga porque si no viene el Cuco. La Pasionaria del Calafate conserva una intención de voto de 40 puntos en la tercera seccional electoral: allí van a las urnas 4 millones de personas, y abunda la clase media baja, ese vasto segmento que con la “gloriosa revolución nacional y popular” llegaba boqueando a fin de mes, pero que con la reforma macrista se le terminan los morlacos el día veinte. La diferencia, como puede apreciarse, no es entre el progreso y la miseria, sino más módicamente entre la pauperización y la emergencia. Pero para alguien que galguea, el asunto no es menor: el inevitable aumento de tarifas les pega de manera directa a ellos y a sus empleadores, no se recupera el trabajo en negro, los salarios pierden contra los precios, y las causalidades nunca penetran la desesperación” (…) “El encuestador Hugo Haime lo dice en estos términos: “Hasta marzo, la mayoría hablaba de bronca; ahora medimos que subió la desesperanza y bajó la bronca”. También bajó la inflación, pero no alcanza. Se gesta en esos barrios del dolor un lógico voto castigo, y el gobierno necesitará empeñarse mucho y ganar con contundencia en otros lares para atenuar el revés. Su euforia de estos días, al enterarse de que la adoratriz de Venezuela podría ser candidata, resulta por lo tanto imprudente. Es cierto que la atomización del peronismo objetivamente lo ayuda y que articula de repente todo el discurso oficial” (…) Pero no es menos cierto que el día después puede encontrarse con la inquietante sorpresa de que la madre de La Cámpora se ha convertido en senadora hiperactiva, aspirante a transformar el peronismo (la carne es débil) en una fuerza decididamente bolivariana y, por efecto dominó, jefa de una oposición que no sería constructiva sino destituyente. La idea de que la arquitecta egipcia se encamina hacia su ocaso parece hoy un poco atolondrada” (…) “Cristina ha sido la más gorila de todos los presidentes justicialistas y, a la vez, quien por paradoja mejor ha llevado al terreno las acciones autoritarias y las ficciones del Perón primitivo. Que sin comerla ni beberla se convirtió en el ideólogo de los desastrosos mandarines de Caracas. Es falaz, no obstante, que romper con el PJ signifique necesariamente apartarse del peronismo, puesto que a esta altura esa corporación vive su diáspora más espectacular y se volvió un elemento sumamente portátil: cualquiera se lleva un pedazo en el bolsillo, como cuando cayó el Muro de Berlín” (…) “El oficialismo está obligado a ganar en octubre y a pactar una especie de oxímoron fiscal: bajar a un mismo tiempo el déficit y los impuestos, que es como adelgazar con una dieta de ravioles. Dependerá para ello de la comprensión de los opositores, y no tendrá más de seis meses para obtener las leyes adecuadas, puesto que después inevitablemente comenzarán los reacomodamientos para 2019”.

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