Por Juan Manuel Otero.-

Hoy, 2 de abril, como todos los argentinos sabemos, es el día del Veterano y de los caídos en Malvinas. Es una fecha de recordación, de respeto hacia quienes lucharon y quienes dieron su vida cumpliendo órdenes y portando la celeste y blanca en las lejanas islas. Podrá discutirse la legitimidad o el oportunismo de aquella decisión de los altos mandos, pero lo que no podemos discutir es el sincero homenaje que merecen los hombres que por tierra, mar y aire lucharon por nuestra soberanía hasta entregar por ella la vida.

Sin embargo, no todos se suman al recordatorio. Por ejemplo, nuestra Canciller Susana Malcorra ha dado luz verde para que -en la misma fecha!!!- el embajador argentino en Francia, don Jorge Faurie, organice un solemne acto recordatorio hacia las víctimas del terrorismo de estado a partir del 24 de marzo de 1976, contando como invitada especial con la presencia de la infaltable Estela B. de Carlotto.

No dudamos en calificar de miserable esta decisión.

La historia tuerta sigue vigente y el Estado Francés -no podía ser otro- adhiere a la ofensa hacia nuestros héroes de Malvinas. Pero no se queda ahí el cinismo de los organizadores. Es que pese a ser una evidente mentira, se sigue con la fábula de que “todo comenzó aquél 24 de marzo…”, como si desde una década atrás los argentinos no hubiéramos soportado miles de atentados con más de dos mil inocentes asesinados por las bombas y las balas de los terroristas que hoy se homenajean con perverso olvido de sus víctimas.

Y si digo que no podía ser otro que el estado francés quien haya cobijado en su seno esta recordación es porque la historia lo demuestra. Hablo de la historia completa, no de la historia tuerta que tanto Francia como nuestras organizaciones pretenden mostrar. Hablo de Derechos Humanos para todos, no sólo para los verdugos.

Y Francia por más que intente borrar con el codo sus pecados, los resultados y las consecuencias están a la vista. Las ha sufrido toda la humanidad.

Durante la segunda mitad del siglo XX, sus pruebas nucleares en diversos puntos de la tierra detonando bombas atómicas han ocasionado miles de muertes silenciosas que no entran en las estadísticas de quien se jacta de ser un Estado defensor de los Derechos Humanos.

Resulta muy simple investigar cada una de las cientos de pruebas desarrolladas y sus nefastas consecuencias.

Claro que las pruebas nucleares no las hizo en el territorio continental francés, la radiación afectaría a millones de sus propios “enfants de la Patrie”. Le resultaba mucho más fácil hacerlas en sus lejanas posesiones, la Polinesia Francesa, los desiertos de Argelia… bien lejos, por ejemplo, del nostálgico Montmartre.

Y por su asesina política nuclear es que tanto chilenos como argentinos hemos sufrido silenciadas pero brutales consecuencias.

Un informe del Congreso de la hermana República de Chile nos aclara al respecto: “Las explosiones nucleares francesas en el Pacífico Sur comenzaron en julio de 1966 y, con excepción del año 69, han continuado hasta la fecha, en que han llegado a completar el número de 24… Las mediciones hechas por la Comisión Chilena de Energía Nuclear a través de todo Chile, daban como radiactividad basal para Santiago en el año 1972, antes de las explosiones, 0,02 pico curies por mt.3 (el pico curie es la millonésima parte de la millonésima parte de la actividad de un gramo de radio 226). En julio de 1972, es decir, después de serie de tres explosiones de Mururoa la radiactividad había subido a valores superiores a los 7 ú 8 pico curies, cifra que en un efecto acumulativo, llegó hasta 40 pico curies después de las dos explosiones sucesivas de fines de junio. Es decir, ochocientas veces el valor basal…”

“Por otro lado, al medir la radiación fijada en los tejidos del organismo especialmente de la médula ósea, en forma de estroncio 99, se observó un aumento notorio después de las explosiones… Según estos datos, la radiación biológicamente activa se ha triplicado desde 1966 hasta 1972 en la médula ósea de los individuos examinados a través del país… Es una antigua verdad la clara relación causa-efecto de la exposición a la radioactividad y los cánceres sanguíneos y las aplasias o destrucciones medulares…”

“El contraargumento francés de que a esa dosis no hay peligro de daños, está respondido en mi análisis anterior, pero tal vez requiere una reafirmación en forma de pregunta: ¿Expondría el señor Presidente de Francia a sus familiares más cercanos, a esas dosis que él estima tan mínimas durante 8 años y escúchese bien, porque este es el fondo del asunto sin necesidad, sin ninguna razón útil o sólo porque a esta Cámara se le ocurre que eso conviene a Chile? Estoy seguro de que no, y esa es la mejor respuesta a nuestra posición…”

“Por eso, nuestra obligación, y escúchelo de una vez por todas el Gobierno francés, es velar por el destino de Chile y no por el destino de Francia en el mundo actual…”

Y volviendo a nuestra Patria, recuerdo perfectamente el matutino programa radial “Cordialmente” conducido por Juan Carlos Mareco, dentro del cual tenía un espacio dedicado a la salud el mundialmente reconocido pediatra don Florencio Escardó quien a raíz de las explosiones nucleares francesas en la Polinesia a finales de 1972 alertó apesadumbrado sobre el próximo e inevitable aumento de casos de leucemia infantil en Chile y Argentina. La causa era la radiación estancada en la atmósfera que por la rotación de la tierra sería en poco tiempo depositada en el continente.

Pocos meses después, en Febrero de 1973 nuestro hijo Juan Manuel, de 3 años, contrajo leucemia linfoide aguda…

Cuatro años de valiente lucha hasta que un triste 5 de diciembre de 1977 en mis brazos entregó su alma a Dios.

Señora Canciller, Señor Embajador, son ustedes unos perversos mentirosos.

Los Derechos Humanos deben ser gozados por todos… ¡absolutamente todos!

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