Por Hernán Andrés Kruse.-

Nunca como ahora quedó tan dramáticamente en evidencia la brecha existente entre el relato del Gobierno y la cruda realidad. Desde hace un par de meses voceros gubernamentales y periodistas militantes macristas no se cansan de remarcar una supuesta mejoría en la economía. Para corroborar semejante afirmación se valen de dos indicadores: el dólar y la inflación. El dólar, sentencian, se viene manteniendo estable en 45$, lo que no hace más que confirmar la capacidad del equipo económico para controlar a la divisa norteamericana. Lo que omiten es que, si bien es cierto que el dólar está calmo, hoy vale el doble que hace exactamente un año. La devaluación ha sido lisa y llanamente monstruosa. Hoy, la inmensa mayoría de los argentinos es mucho más pobre que hace 365 días. Con solo comparar lo que se podía comprar con 100$ hace un año y lo que se puede comprar con el mismo billete hoy, se podrá tener cabal conciencia de la pérdida de nuestro poder adquisitivo.

Si bien la inflación es alta, reconocen, se nota una tendencia a la baja. Pero estamos hablando de porcentajes escandalosos. Si se compara la inflación de mayo respecto a la de marzo, la merma es notoria. El problema es que en marzo la inflación fue del 4,7% y la de mayo fue del 3,1%. Chile, por ejemplo, tiene una inflación anual que no llega al 3% y el gobierno está preocupado. En materia inflacionaria el fracaso de Macri ha sido estruendoso. El año pasado rozó el 50% y este año tendrá un piso del 40%. Sin  embargo, según La Nación y Clarín, el gobierno está controlando la inflación.

El gobierno especula con la histórica influencia que siempre ha ejercido el dólar sobre nuestro comportamiento. Cuando el billete verde duerme, los argentinos respiramos tranquilos. Cuando comienza a bailar, nos enloquecemos. Ello explica la importancia que el macrismo le da a la tranquilidad cambiaria de estos días. Que el valor del dólar esté artificialmente bajo, que después de las elecciones seguramente explote, no es relevante. Lo único que importa es que, cuando los argentinos ingresemos al cuarto oscuro en agosto y octubre, el dólar siga costando 45$. Y que la inflación se acerque al 2%. De esa forma el gobierno brindará la imagen de una economía estable, sólida, confiable.

De esa forma el gobierno oculta lo que sucede en la vida real, lo que padecen millones de argentinos que todos los días hacen malabares para llegar a fin de mes. Pero por más que desde las más altas esferas oficiales se intente ocultar la economía real, ésta finalmente emerge de entre las sombras para poner en evidencia todas las falacias gubernamentales. Un indicador clave de la economía real es el nivel de desempleo. En las últimas horas se conoció, a través del Indec, que el desempleo trepó en el primer trimestre del año al 10,1%. Ello significa que hoy en nuestro país dos millones de compatriotas no tienen trabajo. Si a este porcentaje se le agrega el de subocupación (11,8%), se llega a una cifra escandalosa en materia de desocupación: 4 millones de argentinos con serios problemas laborales. Si la mayoría de los desocupados y subocupados tienen familia (esposa y dos hijos) entonces hoy en el país hay unos 12 millones de compatriotas dominados por la angustia y desesperación.

El drama de la desocupación también afecta a quienes tienen trabajo. El miedo a perderlo es de tal magnitud que se acepta cualquier humillación con tal de no quedarse en la calle. La “volatilidad” laboral afecta tanto al empleado bancario como al ejecutivo de una empresa transnacional. Todo trabajador en relación de dependencia está en la cuerda floja. Cada mañana que se dirige a su lugar de trabajo no sabe si ése será su último día. ¿Tiene sentido vivir de esa manera? Es la flexibilización laboral más extrema. A eso apunta el gobierno de Macri cuando se refiere a la reforma laboral. Lo que pretende es la existencia de mano de obra barata, sin protección gremial ni cobertura médica. Pretende un trabajador dócil y sumiso, dominado por el miedo a ser un desempleado más. Para lograrlo es fundamental que el índice de desempleo sea lo más elevado posible. Nada disciplina más a los trabajadores que el despido.

He aquí el cambio que propuso Macri durante la campaña electoral de 2015. Es de esperar que esta pesadilla haga recapacitar a aquellos sectores populares que confiaron en Macri y que hoy están “desencantados”. Es de esperar que de una vez por todas hayamos aprendido la lección: el ajuste permanente sólo conduce a una mayor explotación laboral, a una mayor miseria, a una mayor exclusión. Es por ello que en octubre estará más vigente que nunca aquello de “sepa el pueblo votar”.

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