Por Máximo Luppino.-

Permitir a nuestros hijos nacer es el primer ejercicio de AMOR a nosotros mismos y al ser que lucha en indefensión por ver la luz de la esperanza. Sin voz, ni auspicios publicitarios desea nacer para experimentar vida y continuar transitando el sendero del aprendizaje.

La VERDAD pugnará siempre por manifestarse. Nacer es el orden natural del reino creado. Absolutamente todas las especies desean continuar el proceso de evolución cósmica.

Interrumpir la vida significa creer que un personal designio es más importante que las oleadas de vida universal que imploran germinar para plasmar sus deseos de existir en el seno de este amoroso planeta.

Nuestra condición política de peronistas y de apoyar con profunda convicción al gobierno de Alberto Fernández no nos impide que en el tema de la “legalización del aborto” nos encontremos militando por honrar todas las vidas, inclusive las del nonato. Nuestras cristianas convicciones superan el imperio de la FE para abrazar, según nuestros pensamientos, el hemisferio de la más estricta ciencia. Pensamos: “¡hay vida desde la primera hora, hay vida latente en todo!”. Las verdades fundacionales doctrinarias sobrepasan las meras circunstancias de “modernización y moda” de época. El justicialismo en sus fundamentos de movimiento cristiano y humanista contiene y abraza el sentir de “cuidemos las dos vidas”, sabiendo que son miles los compañeros justicialistas que abrazamos la causa de la vida. Esta profunda convicción nuestra NO cultiva de ninguna manera un enfrentamiento ciego con nuestros semejantes y hermanos que poseen sentimientos contrarios. En el respeto sincero, sin fanatismos ni deseos destructivos la verdad florecerá en lo más íntimo de la conciencia de la sociedad.

Un jardín con semillas recién plantadas no se pisotea cruelmente, más bien se cultiva, cuida y riega con cariño para que las plantas de vida puedan nacer en paz y concordia.

El desafío es ser principio de vida y no apóstol de la muerte. La VIDA es maravillosamente buena y digna de ser vivida, incluyendo todos los difíciles momentos por los cuales debemos pasar cuando el almanaque deja caer los años en el inventario de las experiencias adquiridas. Ahí, los que canas peinamos, redescubrimos el infinito y generoso AMOR de DIOS para con la creación. ¡Mamá, permite a tu hijo vivir! Tú vivirás en sus sueños y anhelos, no te castigues a morir con la frustración de no reflejar vida en tu propia maravillosa existencia divina.

Los árboles lanzan al viento amorosamente sus lozanas semillas, las flores nos regalan sus embriagantes perfumes de pura dicha en el cuerpo de sus pimpollos. Los pájaros engendran pichones para que su dulce y celestial trino jamás perezca. Tú también, mamá, permítete trascender en un gesto de AMOR al dar vida.

Respetando TODAS las opiniones trabajaremos en esta gran consigna de vida y amor. No interrumpamos el orden de evolución, sólo viviendo aprendemos a amar y a ser útiles.

Como cristianos, como humanistas, como peronistas, como seres nacidos, imploramos que honremos la vida permitiendo el nacimiento de criaturas deseosas de recibir amor de madres y padres, deseosas de ser queridas y profesar amor.

¡Sí a la vida, siempre!

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