Por Jorge Augusto Cardoso.-

Resumen de Antecedentes

En el año 1954, Krushev entregó la península de Crimea a Ucrania. La decisión no era tan descabellada como puede aparentar en la actualidad, pues Ucrania formaba parte de la U.R.S.S. presidida por Nikita. En la práctica, la transferencia se correspondía más bien con un presente sin importancia hacia una de las tierras amadas del líder y que, de paso, le ahorraría unas cuantas monedas debido a que no se encontraría bajo su responsabilidad directa.

El día en que Ucrania recibió su ansiado regalo, los principales diarios soviéticos no dedicaron más que un párrafo al suceso. «El Presídium soviético ha aprobado una petición conjunta de las regiones interesadas para transferir la región de Crimea a la República de Ucrania. Se anuncia en Moscú que la decisión se tomó “por la similitud de economías, la proximidad del territorio y los íntimos lazos económicos y culturales entre la región de Crimea y la República Socialista Soviética de Ucrania».

En ese entonces, nadie imaginaba que años después, la U.R.S.S. se fraccionaría y que Ucrania sería un país independiente de la actual Federación Rusa, la actual agresora.

En 1994, en buenas relaciones con Rusia, Ucrania fue uno de los países que renunciaron a su arsenal nuclear mediante el acuerdo conocido como “El Memorándum de Budapest”. Ucrania renunció a sus bombas a cambio de que Rusia respetara su integridad territorial, que incluía la península de Crimea y la región del Donbás en el este del país.

A principios de 2014, Crimea se convirtió en el foco de una de las peores crisis entre Rusia y Occidente desde la Guerra Fría, después de que el hasta entonces presidente de Ucrania, el prorruso Viktor Yanukóvich, fuera derrocado tras una serie de protestas de índole europeísta.

El pueblo ucraniano estaba dividido entre aquellos que querían una mayor integración con Rusia y los que apoyaban una mayor alianza con la Unión Europea (UE), y Moscú decidió intervenir.

Según el Kremlin, Yanukóvich había enviado una carta al presidente de Rusia, Vladimir Putin, solicitando una intervención para restaurar el orden en Ucrania.

Pero Putin ya había tomado una decisión que muy pocos esperaban. Durante gran parte de febrero de 2014, el presidente ruso había ido enviando silenciosamente a miles de soldados adicionales a las bases que Rusia tenía en Crimea gracias al Tratado de Partición de 1997.

En el Memorando de Budapest de 1994, Rusia acordó con Reino Unido y EE.UU. respetar las fronteras de Ucrania y no amenazarlas con la fuerza, a cambio de que Kiev transfiera sus armas nucleares de la era soviética a Moscú. Un acuerdo que violó en 2014 y que acaba de volver a violar con la invasión lanzada la madrugada del jueves 24 de febrero.

La primera señal obvia de que Crimea estaba siendo arrebatada a Ucrania apareció el viernes 28 de febrero, cuando Rusia instaló puestos de control en Armyansk y Chongar, los dos principales cruces de carreteras entre Ucrania continental y la península de Crimea.

Estos puntos estaban controlados por hombres que llevaban uniformes muy variados: algunos vestidos como el ejército ucraniano, otros como la policía ucraniana, algunos con camuflaje sin insignia nacional. Varios lucían ropa civil.

Tras el derrocamiento de Yanukóvich, el Parlamento de Crimea eligió a un primer ministro pro ruso y votó a favor de separarse de Ucrania.

Los líderes pro rusos aseguraban que necesitaban proteger a los habitantes de Crimea de los «extremistas» que habían tomado el poder en Kiev y amenazaban el derecho a hablar ruso en la región.

El 16 de marzo organizaron un referéndum en el que se le preguntó a las personas si querían que la república autónoma se uniera a Rusia.

Ucrania y Occidente juzgaron que el referéndum era ilegal, mientras que Rusia lo apoyó firmemente.

Según funcionarios locales, el 95,5% de los votantes en Crimea apoyaron la opción de unirse a Rusia en el controvertido referéndum que se llevó a cabo sin ningún observador internacional con credibilidad.

El 18 de marzo, dos días después de la publicación de los resultados, Putin oficializó la invasión firmando un proyecto de ley en el que Crimea se incorporaba a la Federación Rusa.

En el discurso pronunciado en la Sala de San Jorge del Kremlin antes de la firma, Putin había asegurado que Crimea es «tierra santa rusa» y opinado que, en Ucrania, Estados Unidos y sus socios occidentales se pasaron de la raya. «Todo tiene un límite» y Washington «lo traspasó» en el país vecino, señaló, acusándolo de estar acostumbrado a actuar según la ley del más fuerte.

La noticia de la anexión recibió condena internacional y tanto Estados Unidos -«viola la soberanía de Ucrania y el derecho internacional», advirtió el entonces presidente Barack Obama-, como la UE impusieron una serie de sanciones a personas y empresas rusas en respuesta a la anexión de la península.

Apreciaciones

Putin realizó con Crimea en el año 2014, lo que EEUU hizo con Texas en 1845 sin tener en cuenta que los tiempos han cambiado, sobre todo luego de la segunda guerra mundial. Sólo recibió críticas y tibias sanciones por ello. Como he expresado en otras ocasiones similares, “La Impunidad Impulsa al Criminal”; nada le pasó a Rusia entonces, ahora va por más.

Ucrania estaba y está desarmada; Putin lo sabía y por eso invadió. Si la Comunidad Internacional no le pone freno ahora; en unos años volverá a darnos sorpresas.

El nuevo Zar de la Federación Rusa no está contento con este título que le parece modesto. Pretende ser el Zar de TODAS LAS RUSIAS, y no cejará en su intento de reconstruir la ex Unión de las repúblicas Socialistas Soviéticas.

Tal vez, si EEUU sigue “arrugando”, en unos años más Putin podrá reclamar la soberanía de Alaska y la invada, con el argumento de que fue mal vendida en 1867 por el Zar Alexander II, y además, “sin su consentimiento”.

Están enviando armamento a Ucrania; pero tal vez no alcance el tiempo para que las tropas ucranianas alcancen niveles de eficiencia en su uso. Sólo pueden parar militarmente a Rusia, las fuerzas de la OTAN.

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