Por Máximo Luppino.-

Los términos y conceptos absolutistas son fruto de mentes infantiles o desquiciadas. Lo absoluto es un patrimonio divino, alejado cientos de años luz de los modestos límites mortales de la humanidad.

En términos políticos, la “suma del poder” público se intentaría alcanzar con un gobierno dictatorial y totalitario que se nutre de la fuerza para imponer su voluntad. Ya sabemos lo que sucede con las dictaduras en el mundo, sencillamente no pueden imperar. La vocación de libertad de los pueblos voltea los más rígidos muros de opresión imaginables, como la historia de la humanidad lo demuestra.

En procesos democráticos implicaría que a una fracción política la eligieran en libertad a través del sufragio el 100 X 100 de los ciudadanos: jamás sucedió y sabemos que no va a suceder.

En consecuencia, el “ir por todo” es un despropósito impráctico desde el momento de su propia enunciación. En la mayoría de las democracias del planeta surgen con más frecuencia los gobiernos de coalición frentistas. El florecimiento de la riqueza del pensamiento individual en múltiples puntos de vistas origina este fenómeno actual.

En nuestra querida Argentina apreciamos cómo oficialismo y oposición atomizan criterios al punto de violentar sus discursos descalificadores enfocados a sus propios aliados. Claro, esto es mucho más grave cuando acontece en el frente gobernante.

Cuesta comprender a las huestes de “Cambiemos”, en las que algunos parecen despreciar a un partido centenario como la UCR con representación en todas las provincias y pueblos de la Nación para “canjearlo” electoralmente por Javier Milei, quien hasta ahora es un manojo de expresiones violentas y desmesuradas. Milei pasa de pregonar reducir tributos impositivos a la intención de crear un impuesto por cuadra… Cuando una persona no está de acuerdo ni consigo mismo se torna inestable, por decir lo menos.

Pretender sustituir a la UCR por Javier Milei es como canjear la luz de la historia por la pasajera lumbre de un fósforo humedecido.

En cuanto a las irritantes diferencias entre Alberto y Cristina son difíciles de calificar, un despropósito imperdonable sufriendo el país estos guarismos de inflación peligrosos para la estabilidad social.

Mientras el hambre golpea las puertas de los hogares argentinos, presidente y vice se desautorizan mutuamente, hiriendo de muerte el frente electoral que los condujo al triunfo electoral, llenando de incertidumbre el mañana más próximo.

Es bueno fijarse grande metas, pero en el ámbito racional y práctico. El “ir por todo” además de irreal e infantil es fanatismo insolente e indignante. ¿Tanto cuesta comprender que si hay un frente electoral es seguro que aflorarán diversas miradas ante un mismo punto? Si no se está dispuesto a compartir y generar altruista paciencia es improbable que una alianza tenga éxito en el gobierno de la República.

Es con todos, es mucho más que un lema de campaña, es un mandato del ALMA popular que desea que sus representantes se esfuercen en solucionar los temas urgentes de la Nación más que estar perdiendo tiempo en rencillas novelescas alejadas de la alta política que estos tiempos reclaman.

Nuestro presidente, Alberto Fernández, es bien considerado en Europa, con un Emanuel Macron que obtuvo su reelección en Francia y que Alberto apostó fuertemente por su triunfo. De estas reuniones que pretenden abrir puertas comerciales de exportación de nuestros productos a la vez de seducir a inversores, sería imperdonable perder oportunidades por internas rencillas.

No podemos más que repetir una vez más estos conocidos versos tan difíciles de aplicar por nuestra dirigencia: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos se pelean los devoran los de ajuera».

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