Por Paúl Battistón.-

Una radical adulación hacia un radical por parte de un peronista (de ahí la radicalidad del asunto) debería ser descamada con la finalidad de determinar posibles cuestiones solapadas tras lo que se ofreció con la fachada de admiración y respeto.

La enternecida masa tras la enternecedora conjunción (en realidad tampoco eran muchos) sería esa primera capa receptora de ese mensaje simbólico de unidad y reconocimiento.

El acontecimiento en cuestión pleno de todo ese simbolismo fue el aniversario de los 25 años continuos de democracia. Cargados en admiraciones y busto también sobre quién vería validado su título de padre de esa democracia festejada. Todo mediante la imposición y tratamiento del festejado como si hubiere sido abuelo de sangre de la entonces presidente.

Es que definitivamente el título de padre de la democracia necesitaba de la validación de la contraparte. Esa que había ocupado el resto de la democracia a excepción del periodo del agasajado y dos años más extraviados en el calendario.

Una capa más debajo de esta de absoluto valor simbólico se encuentra otra capa de validación pero esta vez a la inversa. Validarle el título de padre era ni más ni menos que necesario para arrancarle al abuelo (justo un año antes de su partida) la validación de que lo evolucionado seguía siendo democracia.

Sin más problemas las palabras del nono refiriéndose a los objetivos inalcanzados de la democracia, a modo de palabra santa, pudieron ser reinterpretados como justificativo de las democratizaciones que la presidente inminentemente encararía.

Para entender la tercera capa es necesario escarbar un poco más profundo (al nivel de una quemadura de 3° grado). Podría exponer las razones directamente y tratar de convencer en tal sentido pero quizás para evitar descreimientos es conveniente encararla desde la queja de la siniestra. El verdadero lazo de esta capa queda expuesto ante la queja de la izquierda de un supuesto incumplimiento (¿incumplimiento de qué?) la respuesta es nuestra búsqueda y se resume en un título varias veces utilizado como muletilla por las publicaciones de la izquierda: Alfonsín el progresismo que no fue… Claramente lo esperaban al punto del casi reconocimiento de un pacto y de una furia final expresada en la visión de la entrega del gobierno de Alfonsín a la burguesía de siempre.

Para no olvidar. Uno de los elementos que en su momento aun ante la incredulidad de muchos, aportó peso a favor del triunfo de Alfonsín (que era absolutamente utópico para quienes veían el retorno del peronismo como inevitable) fue la denuncia de un pacto militar-sindical. Denuncia que parecía desvanecerse entre muchas del mismo estilo. Todos veían pactos furtivos.

Que el pacto haya existido o no. No es necesario discernirlo en este momento pero la denuncia del mismo y su difusión como noticia fue un impacto, especialmente entre los sectores de izquierda, los cuales tenían muchas razones para creerlo. Habían sido echados de la plaza por imberbes. Además el sindicalismo tenía ciertas deudas al haber conseguido el manejo de las obras sociales en una dictadura y reafirmado la pertenencia de las mismas en la dictadura siguiente tras la derogación de la ley de salud pública impulsada por Perón en el 74. Por si faltaba poco el peronismo se presentaba a las elecciones con toda la burocracia sindical en su fachada, muchos de ellos con recientes estrechas relaciones con la triple A.

Y para rematarla, Herminio un matón de la derecha peronista apaleador de zurdos, pretendía la provincia. Armendariz se quedaría con las pretensiones de Herminio. Resultó pintoresco y quizás esclarecedor al final de su mandato ver a Armendariz con los brazo en alto y entrecruzados con los de su sucesor en una pose copiada que rápidamente traía el recuerdo de Allende en Chile.

Alfonsín se llevaría el apoyo de imberbes y ex militantes guerrilleros que sumados pretenderían darle un marco de intelectualidad progre. Esa misma que el peronismo había desestimado obligándolos a hacerse entender a los balazos.

…los subversivos no son delincuentes, sino combatientes integrantes de un ejército revolucionario del pueblo alzados en armas en rebelión abierta. En operaciones.

Tal el texto del alegato en defensa del guerrillero Mario Santucho (fundador del ERP y asesino de Salustro) presentado por su defensor el Dr. en leyes Raúl Ricardo Alfonsín. Por cierto pomposo e inconsistente como sus futuros discursos.

Sin posibilidades de ser demostrado fehacientemente se coincide en indicar también a Alfonsín como apoderado del ERP en su brazo político. Motivos todos estos por lo cual su figura era antagónica a la de Balbín, quien lo tildaba sin tapujos de comunista.

Finalmente la izquierda se sentiría absolutamente traicionada por Alfonsín al interpretar una reorientación del gobierno radical al sostenimiento de la burguesía y un desvanecimiento del progresismo reflejado en el fracaso. Pero la realidad es que el progresismo es en sí mismo fracaso, especialmente si pretende implementarse en condiciones iniciales paupérrimas como las que afrontó Alfonsín. Un progresismo circunstancial heredero de una economía funcional puede sobrevivir hasta unos 30 años destruyendo, y dilapidando (es su naturaleza) las buenas condiciones iniciales. También tendrá tiempo para regalar relatos, visiones de intelectualidad forzada (carta abierta a modo de ejemplo) y conquistas efusivas orientadas a dejar los culos rotos (literalmente).

La traición de Alfonsín a la izquierda no fue intencional, fue forzada por la realidad.

La verdadera traición de Alfonsín fue hacia la clase media (gran aportante de sus votos) que esperaba un gobierno capaz de brindar las soluciones a la cronicidad de los problemas que a diario los maltrataba. La discontinuidad institucional y los últimos 6 largos años de la dictadura habían hecho en cierta forma que la clase media perdiera la visión acertada de lo que era un correcto camino de salida de la crisis institucional y económica que se vivía. Además de no haber verdaderas alternativas a elegir teniendo en cuenta la absoluta polaridad de ese momento.

Edificar una moneda estable a base de un equilibrio fiscal no es precisamente la especialidad de un progresismo.

Increíblemente contra todo pronóstico sí pudo con el rumbo institucional seguramente gracias al intrincado cruces de influencias y presiones que el aparato radical desarrollo presionando sin presionar estrictamente a fiscalías y juzgados mediante la típica parafernalia lingüística leguleya de especímenes radicales de pasillo ante el desentendimiento de una justicia acostumbrada a las discontinuidades del poder político como ajenas a su alcance (todo muy detalladamente contado por Oscar Muiño en: Alfonsín, mitos y verdades del padre de la democracia).

Así y todo no alcanzó y partieron instrucciones a los fiscales en un verdadero cruce de poderes que desembocarían en los juicios a las Juntas pero la contraparte saldría ilesa como si la cosa hubiera comenzado a partir del ´76 y peor aun como si desde el ´76 en adelante todo hubiera sido solamente terrorismo de estado o quizás analizándolo desde una óptica progre posiblemente estimaron que la usurpación del poder por la juntas creaba un estado de derecho particular con el derecho de poner bombas o asesinar por ejemplo.

Enlazado a esta parcialidad manifiesta fue inevitable el proceso de desmalvinizacion. Otra paternidad, (pero está especialmente no reconocida) de San Alfonsín.

Por si quedó alguna duda de las afirmaciones de Balbín con respecto a Alfonsín solo queda recordar que Argentina fue el país no comunista de mayor estatismo. La iniciativa privada fue castigada con una burocracia descomunal. Eduardo Salari recibía un último rechazo (antes de lograrlo) a sus pretensiones de instalar una fábrica de Citroens bajo licencia en Santiago del Estero solo porque los expedientes habían sido colgados con un alfiler desde sus extremos y el pequeño orificio era inaceptable para la perfección burócrata.

Se aumentó la planta estatal en 288 mil empleados (una postura ideal para combatir el déficit).

No pudo o quizás no quiso privatizar ninguno de los monstruos que atormentaban la vida cotidiana de los argentinos.

Y por si faltaba algo hubo censura, periodistas encarcelados como Daniel Lupa y listas negras.

El planeta Mirtha era oligárquicamente inaceptable y las negociaciones contractuales y discusiones por el caché que se extenderían largamente en el tiempo fueron la mejor forma de disimular una censura que no tenía la más mínima intención de permitir que Legrand almorzará en ningún canal estatal por no querer adular al régimen.

Durante dos meses mientras el país seguía en el lodo, hasta el mismo presidente se involucró en el cruce de frivolidades para finalmente blanquear la censura tras un derecho de elección de contratación.

El padre nos legó también las primeras migajas de asistencialismo progresista, las cajas PAN. Migas para sembrar hambre.

Padeceríamos durante más de 25 años su legado garantista, el 2 x 1.

Dejó un poder adquisitivo pulverizado y en la década que nacía Internet (para el público) Argentina tenía TV a partir de las 17 hs por que el suministro eléctrico no daba para más.

Llamaba a su equipo económico “de lujo” y en eso coincido. Juan Vital Sourrouille se dio un lujo que ningún economista había podido darse en Argentina, engañar la confianza o sembrarla de la nada.

Miguel Bein suele explicarlo de una forma graciosa pero certera poniendo de manifiesto a su vez la verdadera función del economista.

Suele repetir: ningún economista puede hacer llover de abajo hacia arriba, con suerte puede hacer llover de costado pero no por más de 15’ y esto aunque se haga con cierto objetivo específico de corrección. Lo mismo traerá consecuencias (colateralidades). Es que la economía (mercados) a la vuelta de la esquina te la devuelve.

El economista no hace magia, solo timonea. La economía sola sabe lo que hace y por qué.

Sourrouille hizo llover de abajo hacia arriba y por casi ½ hora. Con su plan Austral y su tabla de desagio abrió una muy buena ventana de confianza. Absolutamente inútil en las manos de un progresista (o quizás debamos decir un comunista). Fue como poner una botella de champaña en las manos de un borracho de tetrabreak.

Pero bueno… está claro que todo fue culpa del peronismo que no lo dejó gobernar.

A su muerte Cristina lo beatificó como correspondía hacerlo a una heredera de sus milagros haciéndose cargo además de uno de sus más compenetrados hijos huérfanos, Leopoldito Moreau.

Con Cris sus migajas primigenias, su garantismo, su inflación y su obsolescencia estarían bien cuidadas.

Llevar la economía y la moneda al borde de su colapso es cosa de progresistas.

Ver también:

Juegos de la memoria II (La tortura)

Juegos de la memoria III (El mal libro)

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