Por Hernán Andrés Kruse.-

Las PASO provocaron un tsunami de impredecibles consecuencias. Nadie previó una diferencia de semejante magnitud. Ni siquiera Mauricio Macri y Alberto Fernández. Ideadas por el matrimonio Kirchner para democratizar la vida interna de los partidos políticos, se convirtieron en una virtual primera vuelta. En consecuencia, la primera vuelta pasó a ocupar el espacio del ballotage y éste en una quimera electoral.

Fue el propio presidente quien le otorgó a las PASO de agosto una importancia vital al expresar que el 11 de agosto los argentinos decidirían en qué tipo de país querrían vivir en las próximas dos décadas. Fue así como ese día el pueblo argentino ingresó al cuarto oscuro para decidir la continuidad o no de Macri en el poder. Así de simple, así de contundente.

El mensaje de las urnas fue demoledor. La fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner sacó el 47% de los votos mientras que la fórmula Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto fue respaldado por el 32% del electorado. Una diferencia abismal. El presidente acusó el impacto. El día de las PASO Macri ordenó que se dieran a conocer los resultados luego de que hablara en el escenario montado en el bunker de Costa Salguero. Con gesto adusto reconoció que su gobierno había hecho una mala elección y mandó a los argentinos a la cama. Minutos más tarde el ministro del Interior dio a conocer el resultado final del comicio. Al día siguiente, en conferencia de prensa, Macri, en compañía de Pichetto, culpó al kirchnerismo de la feroz devaluación que había tenido lugar horas antes. El dólar había superado la barrera de los 60$ y nadie se animaba a asegurar que al día siguiente se restablecería la paz cambiaria.

El diálogo que mantuvieron horas más tarde el presidente y Alberto Fernández hizo calmar a la fiera verde. Todo hacía suponer que ambos dirigentes habían decidido hacer prevalecer el bienestar de los argentinos sobre sus enconos personales. “Me parece bien que el dólar está a 60$”, enfatizó Fernández. Y el dólar finalmente se mantuvo estable en 57$. La calma cambiaria duró pocos días. Fue apenas un espejismo. El sábado pasado miles de seguidores del oficialismo coparon la Plaza de Mayo para darle ánimo al presidente. Imperaron el odio y el resentimiento. Fue muy triste ver a ciudadanos mayores con el rostro marcado por la ira. Esta manifestación fue presentada por los medios afines al gobierno como una clara señal de relanzamiento de la candidatura del presidente, un contundente mensaje al Frente de Todos. A mi entender y tal como lo afirmó anoche Rosendo Fraga en televisión, lo que buscó el presidente fue evitar que su núcleo duro de votantes se desanime, se disperse, se fragmente.

Días más tarde arribó al país una misión del FMI para hablar con el equipo económico del gobierno y, fundamentalmente, con Alberto Fernández y su equipo económico. Fue entonces cuando la precaria tregua entre Macri y Fernández estalló por los aires. Luego de la reunión el Frente de Todos emitió un duro comunicado en el que culpa tanto al gobierno como al FMI de la crisis. La reacción del dólar no se hizo esperar. Ayer trepó a los 58,66$, lo que significó un incremento de un peso y 66 centavos en cuestión de horas. Para no ser menos el riesgo país superó la barrera de los 2000 puntos básicos, la cifra más alta de los últimos trece años. La reacción del gobierno fue de manual. El gran responsable de la escalada del dólar y del riesgo país es Alberto Fernández, bramó. Para ser más papista que el Papa, Pichetto acusó directamente a Cristina de dinamitar el escenario político y económico.

Resulta por demás evidente que ambos bandos acordaron dejar de lado los buenos modales y retornar a la dialéctica de la confrontación. Es lamentable que ello suceda porque en el medio de esta guerra que acaba de recomenzar estamos los millones de argentinos dominados por la angustia y el desasosiego. Ningún argentino bien nacido es partidario de la grieta porque es consciente de que sólo favorece los intereses de una élite maquiavélica e impúdica. La situación es muy complicada y tanto la dirigencia de Juntos por el Cambio como la del Frente de Todos son responsables de que el país no se asemeje al Titanic. Lamentablemente, hasta ahora parece que no se percataron de que están jugando con fuego.

Share