Por Roberto Fernández Blanco.-

VALOR: El valor de un Bien, Producto o Servicio surge de su Utilidad, del interés, importancia y/o beneficio que produce, de la necesidad o deseo que satisface y motiva a adquirirlo para lo cual el adquirente entregará a cambio (Trueque) determinada cantidad de moneda u otro tipo de voucher, Producto o Servicio, material, artístico, científico, etc., que sea aceptado por el oferente.

PRECIO: Es el “Monto de trueque” pretendido que incluye la cantidad de esfuerzo y costos por el uso de componentes y otras prestaciones a la cual el proveedor suma el beneficio o ganancia que justifica su oferta y propone para realizar el intercambio.

Esta sutil diferencia de conceptos esenciales es lo que Karl Marx no supo ver en sus juveniles 30 años cuando escribió en 1848 -con Friedrich Engels- el Manifiesto Comunista, entonces poseído por su agresivo mesianismo y su propuesta de la Teoría del Valor Trabajo, convencido de haber descubierto la Ley Natural que regía los procesos económicos.

Tuvieron que pasar adicionales 25 años en la vida de Marx para que fuera sacudido por una irrefutable evidencia que lo paralizó en la pretendida ampliación de su propuesta (El Capital) de 1867.

El autor de esta evidencia y shock paralizante del pensamiento de Karl Marx, a principios de la década de 1870, fue un muy geográficamente cercano economista, filósofo y lógico inglés de la UCL University College de Londres (donde Marx habitaba desde 1849) de nombre William Stanley Jevons (conocido como el de la Paradoja de Jevons), quien -contemporáneamente con Carl Menger y Leon Walras- puso en evidencia lo que ya se decantaba con lógica cierta como la Ley Natural de la Utilidad (Teoría Subjetiva del Valor) que dio lugar a la vigencia de la Economía Marginalista.

Lamentablemente la particular modestia de Jevons y su temprana y sufrida muerte a punto de cumplir los 47 años (en 1882, un año antes del fallecimiento de Karl Marx) no permitió que fuera reconocido como quién enmudeció a Karl Marx, ni alcanzó a tener seguidores ni escuela de pensamiento, pese a ser quien estableció -con los arriba mencionados- las bases de la Revolución Marginalista que nutre a la Escuela Austríaca de Economía.

Pero es sabido que le toma tiempo a la verdad científica el doblegar un error sustentado por una fuerte carga emocional.

La concepción de Karl Marx es obsoleta desde el siglo XIX, pero sus sectarios y emocionales seguidores siguen motorizados por las arengas destructivas del marxismo, resentimientos, frustraciones, impotencias, incapacidades, fracasos, rencores, envidias, pretensiones y violencia, sembrando involución y pobreza, despotismo y corrupción, en todo ámbito donde se imponen las ideas socialistas, tal como lo evidencian absolutamente todos los ejemplos sin excepción, ex-URSS, China de Mao, Corea del Norte, CUBA, Venezuela, Nicaragua, y muchos etc., incluida nuestra Argentina que sigue orillando su posible caída merced a la penosa adhesión de masas manipuladas por verdaderos psicópatas politicastros de nuestro ruinoso espectro político.

Actuemos para que, sin demasiada demora, asumamos la vigencia de la Economía Marginalista y podamos usufructuar los beneficios de la Economía (y Concepción de Vida) de Libre Interacción y Libre Intercambio (Liberal Capitalismo).

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