Por Enrique Piragini.-

Durante el kirchnerato se degradó el idioma y se distorsionaron hasta las reglas de la matemática.

La Chirusa de Tolosa, resentida por su origen extramatrimonial, ha impuesto la designación de la persona sólo por su nombre de pila, renegando -en su caso- del apellido regalado por un abnegado y generoso ser humano que la reconociera aunque no fuera producto de su simiente, y por eso también destruyó la célula básica de la sociedad, que es la familia, legalizando el engendro de la pareja homosexual y el reconocimiento del travestismo, humano y político.

Hasta las inmutables leyes matemáticas aniquiló el INDEK, manipulando a su antojo las estadísticas.

Pero lo peor es que ha sembrado la semilla de la discordia en una sociedad que hoy aparece tanto o más dividida que en las épocas de unitarios y federales o peronistas y antiperonistas.

El kirchnerismo fue caldo de cultivo del KÁNCER que, en mi caso, me llevará a una gastrectomía (extirpación del estómago) por no haber podido digerir tantas injusticias y atropellos de este desgobierno instalado el 25 de mayo de 2003.

Puede definirse el cáncer como “Tumor maligno que tiende a invadir y destruir los tejidos orgánicos circundantes” y también como un “Mal que destruye o daña gravemente a la sociedad o a una parte de ella y es difícil de combatir o frenar”. El término cáncer engloba un grupo numeroso de enfermedades que se caracterizan por el desarrollo de células anormales, que se dividen y crecen sin control en cualquier parte del cuerpo. Mientras las células normales se dividen y mueren durante un periodo de tiempo programado, la célula cancerosa “olvida” la capacidad para morir y se divide casi sin límite. Tal multiplicación en el número de células llega a formar unas masas, denominadas “tumores” o “neoplasias”, que en su expansión destruyen y sustituyen a los tejidos normales.

En todos los tipos de cáncer, algunas de las células del cuerpo empiezan a dividirse sin detenerse y se diseminan a los tejidos del derredor.

El cáncer puede empezar casi en cualquier lugar del cuerpo humano, el cual está formado de trillones de células. Normalmente, las células humanas crecen y se dividen para formar nuevas células a medida que el cuerpo las necesita. Cuando las células normales envejecen o se dañan, mueren, y células nuevas las remplazan.

Sin embargo, en el cáncer, este proceso ordenado se descontrola. A medida que las células se hacen más y más anormales, las células viejas o dañadas sobreviven cuando deberían morir, y células nuevas se forman cuando no son necesarias. Estas células adicionales pueden dividirse sin interrupción.

Además, las células cancerosas pueden ignorar las señales que normalmente dicen a las células que dejen de dividirse o que empiecen un proceso que se conoce como muerte celular programada, o apoptosis, el cual usa el cuerpo para deshacerse de las células que no son necesarias.

Las células cancerosas pueden tener la capacidad para influir en las células normales, en las moléculas y en los vasos sanguíneos que rodean y alimentan las células de un tumor, una zona que se conoce como el microambiente.

Las células cancerosas, con frecuencia, son también capaces de evadir el sistema inmunitario, una red de órganos, tejidos y células especializadas que protege al cuerpo contra infecciones y otras enfermedades. Aunque ordinariamente el sistema inmunitario elimina del cuerpo las células dañadas o anormales, algunas células cancerosas son capaces de «esconderse» del sistema inmunitario.

El cuerpo social ha sido invadido por una gravísima enfermedad, por eso debemos, entre todos, tratar de recuperar la salud restableciendo el juego democrático y recomponiendo las instituciones, acompañando los aires de cambio que curarán estas heridas, exigiendo a nuestros funcionarios que estén a la altura de las circunstancias y que cada uno se haga cargo de su responsabilidad, en particular el Poder Judicial que investigue y condene a los autores, cómplices y encubridores de tantos hechos de corrupción cometidos durante esta nefasta etapa.

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