Por Elena Valero Narváez.-

Necesitamos políticos con fines objetivos que no sean descabellados o fantásticos, que no piensen los problemas políticos sentimentalmente sino con la cabeza, y acaben en economía y en política con el término medio. Se deben realizar reformas estructurales, por eso no cualquier gobernante es alguien en quien los argentinos podremos poner nuestras esperanzas, sino en quien tenga valor, prudencia, y un equipo capaz de realizarlas. Hoy cuesta ver a alguien con esas características, que no sólo enarbole una bandera, sino que la despliegue. Argentina no irá por el buen camino hasta que se libere de políticos como los Fernández quienes muestran torpe estrechez de criterio, falta de preparación y sentido crítico.

Friedrich Hayek, un maestro, nos enseña que si bien el poder económico puede ser un elemento de coerción, en manos del sector privado nunca puede alcanzar el poder absoluto sobre una persona, en cambio si es centralizado, como instrumento de poder político, crea un grado de dependencia que apenas se distingue de la esclavitud. Por eso es tan importante descentralizar el poder que los hombres ejercen sobre los hombres, el sistema de la competencia es el único dirigido a hacerlo mínimo. La separación del poder político del económico es fundamental como garantía de la libertad individual, se oponen los colectivistas -como Putin y Cristina Kirchner- para los cuales el poder es, por sí mismo, una meta. Como todos los gobernantes autoritarios pretenden unirlos y hacerlos servir a un único plan, lo cual permite que se lo aumente infinitamente al reunir, en manos del Estado, lo que debería repartirse entre muchos.

El principio del que el fin justifica los medios se considera, en la ética individualista, como la negación de toda moral social, en la ética colectivista, en cambio, se convierte en la norma suprema, no hay nada que no pueda hacerse si sirve al bien del conjunto. El único criterio de lo que debe hacerse es la “raison d’état” que no conoce otro limite que la oportunidad, no puede haber limite ni acto que la conciencia pueda impedir cometer, si es necesario para un fin que la comunidad se ha propuesto, o que los superiores obliguen a cumplir.

Una vez que se admite que el individuo es solo un medio para servir a los designios del Estado se considera -como los comunistas y los nazis- inmoral la búsqueda de la felicidad personal y laudable el cumplimiento de un deber impuesto. Es que, donde hay un fin común que todo lo domina, no hay espacio para normas o preceptos morales generales, se lo advierte en las guerras, donde la intolerancia y la brutal supresión del disentimiento, el completo desprecio por la vida y la felicidad del individuo, son los rasgos que espantan. La prosecución de un objetivo superior de la sociedad, nos explica el autor de “Camino de Servidumbre”, no puede tener limitaciones con respecto a ningún derecho o valor individual. Es lo que quiere la señora Vicepresidente, todos tienen que entregarse a sus designios, por eso es que observamos en la vidriera del poder, gente deleznable, con falta de escrúpulos; los actos perversos se convierten en posibilidades de ascenso y poder, están dispuestos a romper toda regla moral, son capaces de cualquier cosa, todo tiene que dejar paso a sus ambiciones.

Ante los reiterados fracasos, algunos menores y otros, como el actual, de enorme envergadura, los argentinos deberíamos reflexionar. No siempre se tiene razón, para no tener sorpresas y desengaños hay que darse cuenta que todo lo que le achacamos a la mayoría puede hacérsele, también, al político de turno, aún al íntegro y respetado, quien no se ajusta a la ley comete las mismas faltas y los mismos errores. Esto se comprueba si reparamos en cuantos gobernantes han existido y cuan pocos han sido exitosos, todos pueden cometen faltas y el menos aceptado puede tener una idea acertada, es peligroso colocarse en los extremos del bueno y el malo. El pueblo no es más frívolo, desagradecido, o voluble, que los presidentes o funcionarios, a estos les cuesta adaptar su conducta a las circunstancias.

La política consiste en la lucha por el poder, los dirigentes aspiran a obtenerlo como también los privilegios que él otorga. Cristina Kirchner nos muestra, como lo hace la Historia, que la mayoría de los funcionarios terminan corrompidos en su nombre, es por eso que deben ser disciplinados por leyes y una sabia justicia, no se debe permitir a los magistrados y políticos, que se encaramen por encima de la ley. Se necesitan jueces que estén decididos a morigerar la corrupción, a castigarla sin temores.

La libertad se fortalece cuando hay alternancia en el poder, democracia es saber lo que estamos aceptando o rechazando, plataformas, partidos. Por lo general la gente recuerda como buenos gobernantes a quienes son caracterizados como paternales, bondadosos, sacrificados y de buenas intenciones, sin comprender que, a menudo, quienes dicen que traerán el paraíso a la tierra nos acercan al infierno. Los ideales sin ningún vínculo con la tierra, no aseguran éxito alguno, son utopías que centellean sin jamás convertirse en realidad.

La barbarie kirchnerista nos cayó como un alud, sus fines y propósitos carecen de responsabilidad, además de ser dañosos y reaccionarios. Son ajenos a los problemas políticos reales, existe una deformación sistemática de la verdad. El Gobierno no pueden demostrar como alcanzará los objetivos que declama, porque son irreales, es así como toda tentativa resulta vana. El método al que recurre consiste en confundir y ocultar, nada puede enseñarnos respecto a la verdadera situación y, de ninguna manera, conseguirá resolver los problemas políticos y económicos con alto gasto público y fuertes controles sobre el comercio, la inversión, los salarios y los precios. Pero, no obstante, estos hipócritas y demagogos siguen teniendo el apoyo de un sector de la sociedad, aunque se lo esté llevando al sacrificio de sus propios intereses y le hagan poner la dignidad a su servicio, se apoyan en la emoción, el prejuicio y la confusión. Los verdaderos propósitos no están sujetos a ninguna limitación o regulación intelectual. Nos gobierna un grupo amargado e incompetente de mafiosos, de traidores a la Patria; Cristina y sus amigos han fracasado miserablemente, hay que desterrarlos de la política, destruir su poderío, nada tienen que ver sus planes con la paz universal o con el desarrollo más alto de las potencialidades del hombre, solo codician las riquezas y los recursos de nuestro país para robar y hacer negocios.

El Papa ayudó a que no se viera antes la realidad, es peronista, quiso que la sociedad fuera por el camino “progresista”. No acepta que el comercio haya sido el que consiguió alimentar al mundo entero sacando de la pobreza a millones de personas. Se metió de lleno en la intriga política kirchnerista, ayudó a entronizar a un gobierno que en vez de basarse en la ley lo hizo en el privilegio personal. Quiso, como los Kirchner, detener la historia, los fines políticos que abrigaba para la Argentina fueron tan funestos como los de Cristina porque provinieron de alguien que dice amar a Dios pero está equivocado en los asuntos de la Tierra. El crepúsculo de nuestro país también lo cuenta entre sus impulsores. Sus discursos son simplemente la proyección ornamentada de sus deseos, no nos ayudan. No entiende que los fines por más elevados que sean solo expresan nuestros deseos, esperanzas, o temores, no prueban nada en lo que respecta a los hechos del mundo. Eso es otro cantar!

Hasta las próximas elecciones la tarea de los opositores debe consistir sobretodo, en mostrar a la sociedad que el individuo solo puede estar protegido, si no existe una fuerza suprema que gobierne sin restricción alguna., la tiranía es la perdida de la defensa jurídica, esta desaparece cuando un sector de la sociedad consigue absorber y suprimir a todos las demás.

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