Por Osvaldo José Capasso.-

Es un hecho indiscutible que la presión tributaria en la argentina es realmente excesiva. A través de 85 impuestos que gravan la actividad económica se fueron creando exacciones legales que impiden el desarrollo normal del país. ¿Es responsabilidad del actual gobierno? De ninguna manera. Pero a fuer de ser sincero resulta casi imposible eliminar o atenuar el efecto de esa carga fiscal.

Actualmente existen 25 millones de planes de diferentes características y una cantidad de pobres injustificados, si tenemos en cuenta los años de bonanza de un modelo que recaudó como pocos y solamente distribuyó miseria. Los únicos ganadores han sido muchos funcionarios públicos y/o sus testaferros desde el 2003 al 2015.

El asistencialismo “sine die” y mal implementado no resuelve los problemas sino que los multiplica. Macri lo sabe, pero no es un mago. El aumento de tarifas, que tienen una carga impositiva del 50%, se llevó a cabo para terminar con los subsidios a las empresas pero sosteniendo y hasta aumentando la llamada “ayuda social”. El malestar de la población se exteriorizó en razón de que “aquel que no paga o paga poco cualquier monto le resulta excesivo”. Mal acostumbrado o mal enseñado el individuo se acomoda al sacrificio menor. Por regla general lo gratuito tiene demanda infinita.

Un sector de la oposición (y del periodismo) sigue agitando la bandera de “los que menos tienen” sin advertir que pretender seguir acrecentando la asistencia lo único que terminará provocando es que la pobreza ascienda al 40% hacia 2019. Y no se trata de la “política económica del oficialismo” sino del crecimiento desmesurado de planes que fomentan el desinterés por el trabajo y paralelamente pauperiza la capacidad de los recursos humanos alcanzados por aquellos beneficios. Aunque se crearan millones de puestos de trabajo de calidad casi el 80% de los que reciben planes no podrían acceder a ellos, porque su nivel profesional es de muy bajo nivel.

Ese ha sido el objetivo del modelo que nos gobernó hasta el 2015: generar empleo público o privado (cooperativas y pymes subsidiadas por el propio gobierno) de muy baja calidad o sencillamente improductivos. Esas cargas se trasladaron proporcionalmente a los que aportan y pagan cada vez más impuestos.

Muy probablemente si llegasen inversiones las empresas involucradas traerán sus propios trabajadores especializados, porque el mercado nacional carece de ellos.

Aquellos que han encarnado el decálogo “peronista” se quedaron atados a un discurso y a los métodos que su líder aplicó en un mundo que ya no existía en el 2003 y olvidaron, por ignorancia o conveniencia, la máxima que Perón repetía cuando retornó al país en los 70: “cada argentino debe producir, por lo menos, lo que consume”. A ese Perón lo denostaron muchos kirchneristas que habían complotado contra aquel gobierno democrático, generando inestabilidad, lucha armada y muertes desde la clandestinidad. Tanto Néstor como Cristina utilizaron al peronismo como una “franquicia” y hasta crearon héroes con pies de barro como lo fue Héctor J. Cámpora a quien el propio Perón denostó públicamente. Eso es parte de la historia, solamente hay que leerla y no contarla “aggiornada” para beneficio propio.

Mauricio Macri no ha venido a servirse del estado. Está tratando de enderezar un barco que navegaba a la deriva y escorado. Se suele escuchar la pregunta facilista por parte de “los hacedores del caos y el vaciamiento” respecto a si la población “se siente mejor o peor que el año pasado”. Nada más absurdo, porque equivale a preguntarle a un consumidor de estupefacientes en tratamiento y que sufre “síndrome de abstinencia” si sentía mejor antes o después, ya que el paciente probablemente crea que “antes” se sentía mejor, aunque no advirtiese que aquello lo llevaba directamente a la catástrofe.

Otras voces “iluminadas” suelen señalar que la caída del consumo se relaciona directamente con el aumento de tarifas. Si así fuese, resulta claro -entonces- que la mayoría de la población percibía un salario muy pobre, ya que su rendimiento dependía del no pago de servicios esenciales y caros, inclusive para nuestros vecinos en la región. Los buenos salarios y jubilaciones ni siquiera fueron un relato, eran un cuento.

Desgraciadamente, parte de la oposición pretende imponer debates sobre problemáticas generadas por las políticas implementadas por el gobierno del que ellos formaron parte y proponiendo soluciones inviables con el único objetivo de entorpecer el accionar del oficialismo.

También se escuchan voces de economistas que reclaman al mismo tiempo bajar la presión impositiva y mantener y hasta aumentar el nivel de asistencialismo a través de nuevos impuestos distorsivos destinados a sectores de la economía a los que acusan de no invertir. Realmente un dislate.

Considero que ya es hora de que el gobierno nacional vaya abandonando la actual ley de coparticipación implementando un proyecto de federalismo fiscal, delegando primero en las comunas el cobro de la mayoría los impuestos y en segundo lugar derivando el cobro de otros en los gobiernos provinciales, con el objetivo de que cada región genere su presupuesto de ingresos y egresos sin depender de las transferencias de fondos desde la nación. A su vez el gobierno nacional recaudará unos pocos impuestos para generar un estado federal chico y muy eficiente, como Alberdi lo plasmó en la Constitución Nacional de 1853.

Share