Por Hernán Andrés Kruse.-

Parafraseando a Gabriel García Márquez, puede afirmarse que la decisión del presidente de acordar con el FMI fue la crónica de una claudicación anunciada. Era harto evidente que Alberto Fernández no lograría soportar por mucho más tiempo todas las presiones que cayeron sobre su espalda para obligarlo a aceptar las condiciones impuestas por el histórico prestamista internacional de última instancia. El viernes 28 de enero de 2022 quedará registrado en los libros de historia como una nueva postración de un gobierno que si algo le quedaba de orgullo, lo perdió definitivamente cuando el rostro desencajado de Alberto Fernández anunció lo inevitable.

De esta manera el gobierno del FdT terminó legitimando la infame deuda contraída por el ex presidente Mauricio Macri como reacción desesperada al quedarse sin financiamiento externo. Ello sucedió a comienzos de 2018. Sin dinero fresco proveniente del exterior el entonces presidente Macri se vio obligado a arrodillarse ante Christine Lagarde, jefa del FMI quien, con el explícito apoyo de Donald Trump, aprobó un histórico préstamo destinado a evitar la caída de un importante aliado del megalómano norteamericano. Pues bien, esa deuda contraída por Macri es la que acaba de legitimar Alberto Fernández con su decisión de arrodillarse ante el FMI.

Lo curioso fue que recién ahora el presidente tomó la decisión esperada por el establishment. La pregunta que todos nos estamos formulando en estos momentos es la siguiente: ¿si finalmente decidió acordar con el FMI, por qué no lo hizo al poco tiempo de haber asumido? Emerge en toda su magnitud la existencia dentro del FdT de dos sectores antagónicos que lucharon con fiereza para imponer sus posturas. Por un lado, el albertismo, es decir el presidente y los ministros y legisladores que le responden; por el otro, el cristinismo, es decir la ex presidenta y los funcionarios y legisladores que le responden.

La pulseada entre Alberto y Cristina tuvo su desenlace en las últimas horas. Antes de que el presidente anunciara el acuerdo con el FMI, la vicepresidenta viajó a Honduras para asistir a la asunción de la nueva presidenta, Xiomara Castro. En una universidad de ese país, Cristina afirmó que el FMI era prácticamente una asociación ilícita. Horas más tarde Alberto Fernández arregló con esa supuesta asociación ilícita. Entonces surgen otras preguntas: ¿a partir de ahora, qué?; ¿cómo reaccionará Cristina?; ¿cómo quedará la relación entre ambos? Lo más probable es que nadie saque los pies del plato por una simple y contundente razón: si el FdT se parte, en 2023 Juntos será nuevamente gobierno. Y ni a Alberto y ni a Cristina les conviene ver a Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, asumiendo el 10m de diciembre de ese año.

Al anunciar el presidente el acuerdo con el FMI, afirmó que no había otra salida. La historia se repite. Cada vez que un presidente acordó con el prestamista internacional de última instancia dijo lo mismo. Y cada vez que un presidente acordó con el FMI el nivel de vida de los argentinos se desplomó. ¿Por qué ahora sería diferente? Es por ello que cuesta creer que un funcionario capacitado como el ministro de Economía afirme sin sonrojarse que no habrá ni devaluación ni ajuste. ¿Qué necesidad tenía de mentir de manera tan descarada? Porque los argentinos sabemos muy bien que cada vez que hubo un acuerdo con el FMI las consecuencias fueron, precisamente, la devaluación y el ajuste.

Apenas el presidente anunció el acuerdo el dólar blue pasó a costar 212$, es decir diez pesos menos que el día anterior. Ello pone en evidencia lo fuerte que jugó el establishment para obligar a Alberto Fernández a arrodillarse ante el FMI. Pero lo más notable fue la reacción de la prensa antikirchnerista. Ayer por la tarde, horas después del anuncio presidencial, en LaNación+, A24 y TN, todas eran loas para el presidente. Fue increíble, por ejemplo, escuchar al doctor Claudio Zinn, feroz crítico de la ministra de Salud de la nación, reconocer que los números de la pandemia indicaban un buen manejo de la pandemia por parte de ese ministerio.

Finalmente, el presidente hizo los deberes. Hace un tiempo dijo que cada vez que le decían que estaba claudicando, se acordaba del general San Martín. ¿Se acordará ahora del gran militar?

A continuación transcribo las palabras del claudicante presidente en Olivos anunciando su decisión de postrarse ante el FMI:

Buenos días.

Quiero anunciarles que el Gobierno de la Argentina ha llegado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

Gobernar es un ejercicio de responsabilidad.

Sufríamos un problema, y ahora tenemos una solución.

Teníamos una soga al cuello, una espada de Damocles, y ahora tenemos un camino que podemos recorrer.

Sin acuerdo, no teníamos un horizonte de futuro.

Con este acuerdo, podemos ordenar el presente y construir un futuro.

En comparación con otros anteriores que la Argentina firmó -y es bueno recordarlo- este acuerdo no contempla restricciones que posterguen nuestro desarrollo.

No restringe, no limita ni condiciona, los derechos de nuestros jubilados que recuperamos en el año 2020.

No nos obliga a una reforma laboral.

Promueve nuestra inversión en obra pública.

No nos impone llegar a un déficit cero.

No impacta en los servicios públicos, no relega nuestro gasto social y respeta nuestros planes de inversión en ciencia y tecnología.

Además, vamos a poder acceder a nuevos financiamientos, precisamente, porque este acuerdo existe.

Este entendimiento prevé sostener la recuperación económica ya iniciada.

Prevé que no habrá caída del gasto real y sí un aumento en la inversión de obra pública del Gobierno Nacional.

Tampoco dispone saltos devaluatorios.

Sin el acuerdo, las posibilidades comerciales económicas y de financiación que nuestra Nación necesita estarían seriamente limitadas.

Este acuerdo no nos condiciona. Podremos actuar ejerciendo nuestra soberanía y llevar adelante nuestras políticas de crecimiento, desarrollo y justicia social.

Es un acuerdo basado en la confianza del mundo en nuestras capacidades.

Tenemos que crecer para poder pagar. De otro modo no era posible, y tampoco lo será.

Teníamos una deuda impagable que nos dejaba sin presente ni futuro y ahora tenemos un acuerdo razonable que nos va a permitir crecer y cumplir con nuestras obligaciones a través de nuestro crecimiento.

Tengo fe en la Argentina.

Sé que somos capaces de levantarnos y salir adelante.

Confío en el dinamismo de nuestras empresas, la fortaleza de nuestra industria, el compromiso de quienes trabajan, la valía de nuestras científicas y científicos, el talento de nuestros emprendedores, la enorme capacidad de nuestras pymes y en los sueños de nuestros jóvenes.

Creo en la Argentina.

Debemos crecer y debemos honrar nuestras obligaciones al mismo tiempo que hacemos una Argentina más justa, con más desarrollo, con mejor infraestructura. Seguiremos, también, la senda de ordenar las cuentas públicas sin condicionar nuestras políticas de justicia social.

Tengo confianza en la Argentina y en las líneas generales de este acuerdo que elevaré al Congreso de la Nación para su consideración. Necesitamos que apoyen este convenio y apelo así al compromiso nacional de todos y todas.

Hay futuro porque estamos afianzando este presente.

La historia juzgará quien hizo qué.

Quién creo un problema y quién lo resolvió.

Los invito a mirar hacia adelante sin olvidar el pasado.

Había un problema gravísimo y urgente y ahora tenemos una solución posible y razonable. Es tiempo de unirnos en las soluciones y no de dividirnos en los problemas.

Confío en la Argentina, confío en los argentinos y argentinas.

Gracias por su atención, buenos días.

(*) Página/12, 28/1/022.

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