Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del domingo 17 de septiembre Página 12 publicó un excelente artículo de David Cufré titulado “Conducción”, en el que realiza un sagaz análisis del estilo de conducción política del presidente de la nación. Mauricio Macri trata de convencer a la población de que pese a los contratiempos que están soportando quienes quedaron al margen del sistema, al final sus medidas económicas tendrán el resultado que todos esperan, fogoneadas por esos 1600 CEOS de 62 países que se hicieron presentes en el Centro Cultural Kirchner. El presidente, a quienes les prometió garantías para que puedan disponer libremente de las utilidades que obtengan, cree que al final todos ganan. En consecuencia, es imposible que su plan de gobierno salga mal. En el CCK el presidente de la nación no se cansó de halagar a sus invitados y, para congraciarse con ellos, les habló en inglés y les cortó las calles para que no fueran molestados por algunos “quisquillosos”. Los aplausos de los CEOS significaron para el presidente música de Mozart para sus oídos, al igual que las felicitaciones que le dieron Obama y Merkel en la reunión del G-20 celebrada hace unos días en la lejana China. Macri finalmente logró imponer un estilo de conducción política bien hollywoodense, bien farandulesco, bien PRO. Ese estilo es lo que realmente cuenta, lo que verdaderamente tiene importancia. Lo único que vale es la imagen de un presidente exultante, vitoreado y aplaudido por los representantes del capital transnacional. Lo demás, como el resultado concreto de las decisiones económicas que toma, es secundario. Como bien señala Cufré “las maquetas mandan”. Los hechos, por ende, no cuentan, son irrelevantes. Los efectos deletéreos del plan económico neoliberal de Cambiemos son ignorados por un poder mediático poderoso que encontró en Macri al títere ideal. La oposición peronista, la “seria”, no la “irracional”, pronuncia un discurso “responsable”, apoyando lo que considera que está “bien” y criticando lo que considera que está “mal”. Sergio Massa es el emblema de esta “oposición” que garantiza la “gobernabilidad”, es decir la continuidad del modelo de exclusión social cuando Cambiemos ya no esté en el poder. Por su parte, la presencia del máximo supremo en el CCK garantiza la legitimación jurídica de todas y cada una de las decisiones del gobierno en beneficio del poder económico concentrado.

El 8 de octubre de 2015 el por entonces candidato presidencial de Cambiemos descubría la estatua de Perón en un acto en el que se hicieron presentes Hugo Moyano, Eduardo Duhalde, Gerónimo Venegas, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Un Macri exultante dijo: “unos dicen que son peronistas pero se dedican a manipular las cifras de pobreza. Pero el peronismo no es prepotencia ni soberbia, el peronismo es justicia social, luchar por igualdad de oportunidades, por la pobreza cero en la Argentina. Ese es el peronismo que yo reivindico”. El mayor capital del macrismo tras nueve meses de gobierno es, precisamente, esa construcción de sentido, ese relato, que logró imponer, ese estilo de conducción política a cargo de Macri con el respaldo del establishment político, mediático, económico y judicial. Sin embargo, ese modelo de conducción excluye a muchos argentinos. El elitismo hace, pues, a su genuina naturaleza. Existe una tensión entre el relato Macrista y lo que verdaderamente piensan y sienten los millones de compatriotas que están afuera del sistema, que reclaman saber los verdaderos costos de producción de gas, aquellos manifestantes que participaron en la Marcha Federal que no fueron registrados por el poder mediático concentrado. El país excluido, ese país compuesto por las mayorías populares de trabajadores y pymes, existe, reclama y tiene memoria. Por eso alerta que el rumbo económico del gobierno no deparará nada bueno para la clase trabajadora en el futuro. La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme) está a punto de dar a conocer un documento donde advierte acerca de las consecuencias que tienen y las que traerán las políticas económicas del gobierno nacional. Dice el documento: “En estos días, con la realización del Foro de Negocios e Inversiones queda muy claro para el conjunto de la sociedad que la propuesta del gobierno nacional para el complejo cúmulo de necesidades irresueltas pasa exclusivamente por un horizonte de profundización de las políticas pro-mercado y de “apertura al mundo”. Esto es, transferencia de ingresos hacia sectores concentrados y especulativos, “seguridad jurídica” solo para inversores del poder económico y grupos multinacionales, fuerte endeudamiento externo y apertura a procesos de libre comercio, en condiciones de mayor “competitividad” (menores costos en dólares). De este modo, el gobierno se muestra muy lejos de tomar nota de las reacciones de distintos sectores sociales y productivos ante las consecuencias de estas políticas, y acusa de poner “palos en la rueda” a quienes advierten sobre la necesidad de una diametral modificación del rumbo. Apyme ha venido alertando en todo momento sobre los efectos nocivos de la devaluación, el ajuste y el abandono de políticas industrialistas para el conjunto de las pymes y el entramado productivo nacional. Avanzado el famoso segundo semestre, se pueden evaluar cabalmente los daños económicos, productivos y sociales ocasionados por el empecinamiento oficial. Lejos de constituir “errores”, las marchas y contramarchas del gobierno se deben precisamente al objetivo de instaurar un cambio drástico y traumático en la orientación de las políticas públicas y el papel del Estado. Para alcanzar ese objetivo, como se demuestra día a día, no se duda en violentar la legislación vigente y despreciar los procesos en la Justicia y en el Congreso Nacional, toda vez que no coincidan con las expectativas oficiales en este sentido”.

Luego de destacar el cambio de enfoque en la conducción del Estado-el tránsito del desarrollo con inclusión a la ley de la selva-el documento expresa: “Las pymes constituyen más del 90 por ciento de las empresas, proveen el 80 por ciento del empleo y representan un 45 por ciento del PIB. Forman parte del entramado productivo nacional junto con los trabajadores, las cooperativas, empresas recuperadas, cuentapropistas y pequeños y medianos productores de las economías regionales. Este amplio sector está siendo agredido por las políticas que implementa desde diciembre de 2015 el gobierno de Cambiemos. Las pymes están en emergencia como resultado de la devaluación, el incremento de precios de los insumos, la reducción del mercado interno, el encarecimiento y la falta de acceso al crédito, la liberalización de importaciones, la limitación en planes de pago de la AFIP y la falta de control a la concentración productiva y comercial, entre otros puntos” (…) “Recientemente para contrarrestar la ley de protección de empleo, se dictó una anodina Ley Mipyme que algunos sectores saludaron pero en verdad está hecha para estimular la oferta en una economía con perspectivas de crecimiento, no para proteger al sector en la situación de crisis que hoy atraviesa. Se dejó de lado toda referencia a la emergencia Mipyme, que fue el planteo inicial, con lo que se termina beneficiando a empresas mediana y subsidiarias de las corporaciones” (fuente: el artículo de Cufré mencionado al comienzo del artículo).

El precio que se paga por el gas a los dueños de la concesión de los yacimientos constituye el meollo, la razón de ser del tarifazo que el gobierno de Macri procura imponer a como dé lugar. ¿Cuál es el origen del cálculo del costo que determina que lo que se pagaba 2,60 dólares hasta 2015, deba aumentarse a 6,80 dólares, diferencia que, obviamente, queda a cargo de los consumidores? Lo interesante es observar que ese valor-6,80 dólares-no se relaciona con lo que tiene que pagar una petrolera para sacar el gas de un yacimiento del país, sino con el que se paga para adquirirlo afuera y regasificarlo en tierra. La Argentina compra, pues, un gas como GNL que suministra sólo un diez por ciento de las necesidades de consumo nacional anualmente. Para Cambiemos el valor de 6,80 dólares representa la “paridad de importación”, o lo que es lo mismo, lo que debería pagarse por el gas si en la Argentina no hubiera producción gasífera con lo cual no habría más remedio que importarlo en su totalidad. Para Macri, entonces, “es lógico” que se le pague el mismo valor a quien lo produce en el interior del país, para de esa manera “incentivarlo a producir más” hasta sustituir totalmente la importación del gas. Si ese precio del gas termina resultando “lógico” para el productor, entonces quien lo consume (todos nosotros) será el encargado de pagar, para de esa forma tener “un sistema razonable y sostenible en el tiempo”. Puede suceder que haya quien, desde la lógica del usuario, considere que si al productor de gas se le paga un precio superior a lo que costó producirlo, en realidad se está subsidiando con nuestro dinero a las empresas que extraen y venden el gas. ¿Cuál es, en definitiva, el costo de producción de gas? ¿Cuánto cuesta realmente producir gas?

Un directivo de YPF respondió a tales interrogantes ante la Audiencia Pública. Hoy, en la Argentina, lo que cuesta producir de manera convencional gas se sitúa por debajo de los 2 dólares por millón de BTU (unidad calórica tomada como referencia). Ahora bien, según datos brindados por el propio Aranguren en 2015 los argentinos pagamos un precio promedio del orden de los 2,50 dólares. Según Marcos Rebasa (especialista del Instituto de Energía Scalabrini Ortiz) el precio informado por YPF “incluye impuestos y regalías, según nuestra investigación; con ese costo y con el precio que recibían, las petroleras tuvieron un desarrollo normal de sus negocios, que incluyeron importantes ganancias durante los últimos años”. El gas de origen local se encarga de abastecer el 70 por ciento de la demanda interna. De ese 70 por ciento cuatro quintas partes son de yacimientos convencionales y el quinto restante (gas no convencional) es extraído de la formación Vaca Muerta. El gobierno K había decidido pagar por este gas no convencional un precio diferencial a tenor de sus mayores costos de producción y la aplicación de técnicas que el país no dispone. Ese valor adicional no era un subsidio a la tarifa sino una forma de estimular la inversión de la política energética. El gobierno de Macri, en cambio, pretende que esa diferencia se pague en la tarifa, con lo cual reemplaza una política de estímulo por un “cargo” a ser abonado por el consumidor (todos nosotros). Del restante 30 por ciento de la demanda de gas nacional, un diez por ciento es atendido por combustibles líquidos (gas oil y fuel) y el restante 20 por ciento es el gas proveniente de afuera.

¿De dónde viene ese gas y cuál es el precio que se paga por introducirlo en el país? Según un trabajo elaborado por IESO, durante el primer semestre de 2016 el valor promedio que se abonó por el gas importado en función de su lugar de origen es el siguiente: a) comprado a Bolivia, 3,23 dólares; b) GNL ingresado por barco a través de Chile, 7,09 dólares; c) GNL vía el Atlántico, 5,20 dólares. El valor que toma el ministro de energía como “paridad de importación” es el valor que se aproxima a una única operación que, oh casualidad, es la más cara realizada en 2016: se trata del GNL que, también oh casualidad, proveyó una filial de la empresa de la que Aranguren era accionista hasta hace unos días, la Royal Dutch Shell. Según la investigación de IESO, si a lo que vale el gas producido localmente-2,60 dólares-se le agrega lo que vale el gas importado, se arriba a un precio de 3,01 dólares por millón de BTU. Los autores de la investigación (Rebasa, Andrés Repar y Bruno Capra) “estamos de acuerdo con que el usuario afronte, gradualmente y con previsibilidad, los costos del gas importado, pero no en que los usuarios paguen por el gas de origen argentino más allá de lo que cuesta”. Vale decir que el incremento del gas que se traslada a la tarifa podría ser de 2,60 a 3,01 dólares pero jamás a 6,80 dólares. Esa diferencia-de 3,01 a 6,80 dólares-implica una ganancia exorbitante para las empresas gasíferas proveniente del dinero de los argentinos. Como bien expresa Raúl Dellatorre, “algo huele mal en el tarifazo del gas” (fuente: Raúl Dellatorre, “La seguimos en el próximo tarifazo”, Página 12, 18/9/016).

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