Por Luis Américo Illuminati.-

La palabra planimetría antes que el kirchnerismo se encaramara en el poder, específicamente significaba como la parte de la topografía dedicada al estudio de los procedimientos y los métodos que se ponen en marcha para lograr representar a escala los detalles de un terreno sobre una superficie plana.

Pero con la irrupción del modelo «K», la «planimetría» consiste en la Argentina en conceder subsidios a gente que no trabaja y que a cambio dan su voto, hacen piquetes, protestas, cortes de calle como contraprestación por el goce de «planes» que el gobierno reparte desde hace casi 15 años como estrategia para mantenerse en el poder y captar voluntades y empobrecer el país, sacándole a los que trabajan para darles a los que no producen nada. Una suerte de terraplanismo, es decir, hacer creer que la tierra no es redonda sino plana.

Explican que el planeta -la Argentina en este caso- como un plano que flota en el espacio con una «cúpula» sobre la cual el sol y la luna giran de forma estacionaria e iluminan la Tierra según donde se encuentren, y la tierra no rota ni se mueve sobre sí misma de modo alguno, son los argumentos aporísticos que utilizan como soporte del «modelo».

Pero lo llamativamente curioso de esta perversa estategia es que Cristina y su tenebroso ariete de batalla «La Cámpora» es la organizadora contra la misma «revolución» que ella puso en marcha al colocar a Alberto en la fórmula como marioneta cuyos hilos ella maneja y él se presta a ello en este juego diabólico que comenzó hace tres años.

Este juego macabro conlleva una indisimulable intención autodestituyente con el fin de que renuncie el comodín o guasón y sentarse ella en el sillón rivadaviano. Tal maniobra o zafarrancho político delirante no es otra cosa que una autorevolución o, mejor dicho, una «autocontrarrevolución» que puede terminar muy mal. La estatua derribada de la jefa en Río Gallegos es una señal de mal augurio para la continuidad de la pésima comedia.

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