Por Hernán Andrés Kruse.-

La corrupción hace a la esencia del poder. Así lo enseña la historia. Siempre, en todo lugar y en todas las épocas, los gobernantes han salpicado sus manos con lodo, transformando sus gobiernos en verdaderos chiqueros. La Argentina lejos está de ser una excepción. Guste o no guste, poder y corrupción son hermanos siameses. Es una hermandad prácticamente inevitable lo que no significa que provoque repulsión y rechazo. Ahora bien ¿por qué poder y corrupción aparecen indisolublemente ligados? ¿Ello es inevitable? Lamentablemente, creo que la respuesta es afirmativa y ello por una simple y contundente razón: el poder implica dominación, dominio de una élite sobre la mayoría y en esa dominación, en ese dominio está el germen de la corrupción. La columna vertebral del poder, la relación de mando y obediencia, lleva en sí misma dicho germen. Para que alguien detente el poder debe hacer política y para hacer política debe contar con mucho, muchísimo dinero. Dinero y corrupción son sinónimos. El dinero sirve para comprar voluntades, congraciarse con los grandes medios, domesticar a los descontentos. Sin dinero la política es inviable. El origen del dinero que se utiliza en las campañas electorales, por ejemplo, sigue siendo uno de los grandes tabúes de la política. ¿Sabe el pueblo la identidad de quienes aportan esas grandes sumas de dinero que permiten a Mengano llegar a la presidencia? No, no lo sabe. El círculo de la corrupción se completa con el capitalismo de amigos. No es más que un sistema corrupto que permite al gobernante de turno y a sus empresarios amigos saquear las arcas del Estado. La corrupción política es sistémica porque las reglas de juego que impone el ejercicio del poder son corruptas. La política implica, necesariamente, corrupción. ¿Hay, por ende, que resignarse? Por supuesto que no. Pero lo que no hay que hacer es ilusionarse con un mundo de fantasía en el que la política es inmaculada. No existe tal cosa como la república impoluta, como nos quiere hacer creer Elisa Carrió. Lo que hay que comprender es que el verdadero problema no radica en la corrupción sino en la impunidad. Porque corrupción hay en todos los gobiernos del mundo. La gran diferencia radica en que en algunos países los actos de corrupción que se producen al más alto nivel político se investigan, se juzgan y se castigan, mientras que en otros países no pasa absolutamente nada. Quien mejor definió la esencia del poder fue Alfredo Yabrán, emblema del capitalismo de amigos en la Argentina: “tener poder es gozar de impunidad”, sentenció. El gran problema ético de la Argentina no es la corrupción sino la impunidad. Y para que haya impunidad es fundamental la existencia de jueces que “hagan la vista gorda” a la corrupción política que se desenvuelve delante de sus ojos.

Uno de los temas que más preocupa hoy a la sociedad argentina es la corrupción. Y está muy bien que suceda. Está muy bien que la sociedad se indigne cuando lee que fulano o sutano están siendo investigados por corrupción política. Pero lo que está mal es que la sociedad, o al menos importantes sectores de ella, condenen de antemano a ese fulano o a ese sutano sin que previamente haya sido juzgado y condenado por la Justicia. Porque en una democracia desarrollada impera el principio de presunción de inocencia. Por más que aparentemente existan pruebas que demuestren la culpabilidad de fulano o sutano, hasta que un tribunal no dicte la sentencia correspondiente ese fulano o ese sutano son inocentes. Lamentablemente, los argentinos hemos puesto en marcha un peligroso sistema de justicia popular fogoneado por los grandes medios de comunicación y en el que sus más importantes periodistas ya han decidido decretar la culpabilidad de los emblemas del kirchnerismo, incluida por supuesto la ex presidente Cristina Kirchner. Para periodistas de la talla de Jorge Lanata, Nelson Castro, Alfredo Leuco y Luis Majul, entre otros, Cristina es culpable. La juzgaron y la sentenciaron en un set televisivo, lo cual es gravísimo ya que ejercieron un rol que no les corresponde: el de ser jueces de la nación. Nadie se opone a que la ex presidente sea investigada si hay fuertes sospechas de corrupción que recaen sobre sus espaldas, pero lo que resulta inadmisible es que se la condene públicamente sin un debido proceso tal como lo manda la Constitución. Deben ser los jueces quienes determinen la culpabilidad o inocencia de la ex presidente, no los periodistas ni la opinión pública.

Para La Nación, por ejemplo, Cristina es culpable. Ya la juzgó y condenó. En su edición del domingo 28 de agosto publicó una entrevista que Leonardo Fariña le concedió a Luis Majul, conductor de La Cornisa. Desde que este valijero se acogió a la ley del arrepentido y se convirtió en un testigo protegido, ha brindado información sobre la denominada “ruta del dinero K” y especialmente sobre el rol que habría jugado la ex presidente de la nación, hoy procesada. Pues bien, en esta entrevista Fariña exigió que Cristina vaya presa por haber entorpecido el curso de investigaciones judiciales. Manifestó que cuando los fondos buitre se pusieron en acción para encontrar dinero argentino en el exterior para embargarlo y poder cobrarse la deuda contraída durante el conflicto enarbolado por el kirchnerismo como “Patria o buitres”, fueron hallados movimientos de dinero de Lázaro Báez en Nevada (Estados Unidos) y que fueron omitidos por el kirchnerismo. Tampoco se privó de arremeter contra la AFIP respecto a las facturas “truchas” que se derivaban de la obra pública que Báez expedía desde el sur argentino. Fariña afirmó que la ex presidente ocultó información a los organismos de control y la Justicia porque el dinero de Báez es también su dinero. Remarcó que pese a sus diferencias, tienen en común la necesidad de cubrirse mutuamente. Lo que pasa con Báez termina afectando directamente a la ex presidente, remató Fariña. Luego habló de la “mesa chica” que habría estado integrada por Oscar Parrilli y Carlos Zannini, asegurando además que todos, desde De Vido a Kicillof, pasando por López, sabían perfectamente lo que sucedía con las arcas del Estado. Durante la entrevista Fariña dijo: “Cristina dice lo mismo que Báez: “No sé por qué estoy preso, no hay pruebas en el expediente”. “A ver”, enfatizó el valijero, “vos para defenderte de un expediente tenés que ir a lo técnico, lo técnico se plasma en un papel. Después todos podemos salir a decir en una cámara: “no hay pruebas, no hay pruebas, no hay pruebas”, pero los procesamientos están. Yo digo lo siguiente, de todos los imputados en las causas, a excepción mía, ¿quién asumió algún grado de responsabilidad? “Si somos todos iguales ante la ley, ¿por qué Cristina no puede ir presa?”. “Esto es una mafia, esto tiene un comportamiento de mafia, ocultan porque pueden, pero ahora ¿qué pueden ocultar? Te voy a decir una cosa muy personal. Todos hablan de una eventual detención de Cristina. El delito de omisión de denuncia es en el Código Procesal entorpecer una investigación y por eso automáticamente la tienen que detener, porque ella entorpeció la investigación y se vio beneficiada de plata lavada, ¿o tampoco sabía quién era Lázaro Báez? Cristina tiene todos los medios porque hay gente que todavía le responde a ella” (fuente: La Nación, “Leonardo Fariña, sobre la ruta del dinero K: “Cristina entorpeció la investigación y debería ir presa”, 28/8/016). Las acusaciones de Fariña son de una extrema gravedad institucional porque está hablando de quien fue presidente de la nación en los últimos ocho años. Seguramente tendrá las pruebas suficientes como para corroborar estas acusaciones en un juicio oral que ojalá se lleve a cabo lo antes posible para esclarecer definitivamente una cuestión cuya complejidad salta a la vista.

En la misma edición La Nación publicó una entrevista que Ibar Pérez Corradi, acusado de ser el autor intelectual del triple crimen, le concedió también a Luis Majul, conductor de La Cornisa. El matutino hizo la siguiente síntesis de lo más sabroso de lo dicho por Corradi a Majul: “a) el contrabando y la efedrina era el negocio de Echegaray y la protección de Aníbal Fernández”; b) tuve protección del gobierno anterior para estar prófugo: me dieron tres DNI en blanco”; c) Arroyo Salgado es una jueza que en el momento en que estuve detenido me pidió 500 mil dólares para dejarme en libertad”; d) Chipi Mondragón (actual miembro de la Policía Federal) me presentó gente que respondía a Aníbal. Me cobraban la plata para dejarme trabajar con la efedrina para no romperme”; e) la plata para la campaña del 2007 vino de Venezuela”; f) yo no maté a Forza, Bina y Ferrón. Ellos no tenían forma de perjudicarme, de robarme el negocio”; g) “¿por qué cree que desplazaron a Gómez Centurión? Por primera vez tengo una jueza que me escucha y hay gente importante que está detrás de estos negocios de la aduana que no quieren que hable”; h) “Mohamad Khalife fue mi jefe en la Triple Frontera, yo le hice ganar unos cinco millones de dólares”; i) “yo le daba facturas a Forza por mayor valor, pero lavé dinero para mí. Y en ese momento no era delito (ya prescribió). Me hago cargo de eso, de vender efedrina, de vender oxicodin”; j) “yo trabajaba con la Secretaría de Inteligencia (ex SIDE) que subía a los aviones 300 o 400 kilos de efedrina que iban a México” (fuente: La Nación, “Ibar Pérez Corradi: “Tuve protección del gobierno anterior para estar prófugo, me dieron tres DNI en blanco”, 28/8/016). Estas declaraciones son tan o más graves desde el punto de vista institucional que las de Fariña. El caso de la efedrina (triple crimen) debe ser esclarecido cuanto antes porque hay tres familias que demandan justicia. Corradi asegura haber gozado de protección de parte del gobierno de Cristina, lo que en cualquier democracia desarrollada hubiera provocado un cataclismo institucional. Es de esperar que Corradi vaya cuanto antes a juicio oral para que diga todo lo que sabe con las pruebas correspondientes.

El audio que el fiscal Marijuán le envió a Luis Majul, en el que afirma que puso a la ex presidente al borde de la detención, mereció de parte de Cristina Kirchner una durísima respuesta (es la “prueba irrefutable de la asociación ilícita entre el Partido Judicial y el Periodismo de Guerra”). En su programa La Cornisa Majul se despachó a gusto contra la ex presidente. “¿Qué le pasa? ¿Qué le pasó, señora ex presidente? ¿En qué se transformó, señora Cristina Fernández? ¿Cómo fue que terminó así, con semejante grado de desesperación, usando audios de conversaciones privadas entre un fiscal y una productora para ver si puede zafar de su futura indagatoria, procesamiento, condena y, quizá, la mismísima prisión? ¿Era necesario, por ejemplo, un engaño a la militancia honesta decir que la marcha de la resistencia es contra el ajuste y a favor del trabajo, cuando la verdad es que fue impulsada para evitar que usted vaya a la cárcel durante los próximos meses?” (…) “¿Cómo fue que pasó del enorme capital político del 54 por ciento de los votos a la jefa de una patrulla perdida, integrada por” (…) “la desquiciada presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini?” (…) “¿No le parece triste que ahora sus gladiadores mediáticos sean los pseudoperiodistas impresentables del canal de Cristóbal López (…)?” “¿Cuándo comenzó la mutación entre la presidenta que iba a elevar la calidad institucional de la Argentina a esta mujer llena de resentimiento, que se dedicó a perseguir jueces, periodistas, sindicalistas, dirigentes de la oposición y empresarios y ahora no se banca siquiera que la justicia la investigue?” (…) “¿Es consciente, señora ex presidente, de que si usted no condena, de manera explícita, las agresiones a su sucesor, las amenazas a María Eugenia Vidal, los hechos de violencia en Mar del Plata, las alertas de bomba y otros episodios de fuerza, lo que está haciendo, de verdad, es enviando una señal a sus militantes para que continúen los ataques?” (…) “Sólo espero que su deshilachamiento político no la termine transformando en la líder de una organización destituyente, como usted calificaba a cualquier intento de no darle la razón en todo” (fuente: La Nación, “Tras la polémica por el audio de Guillermo Marijuán, Luis Majul le respondió a Cristina Kirchner”, 28/8/016). Antes que nada, Guillermo Marijuán forma parte de los cruzados de la Justicia contra la ex presidenta, a quien consideran culpable de la muerte política de Alberto Nisman. Marijuán la tiene en la mira; efectivamente la quiere ver tras las rejas. En su carta, Majul no hace mención alguna del hecho denunciado por la ex presidente: la entrega que le hizo Marijuán del polémico audio. Ya se sabe que no hay mejor defensa que un buen ataque. Para defenderse Majul atacó duramente a Cristina Kirchner. Hay que reconocer que hubiera sido conveniente que la ex presidente hubiera salido a criticar duramente los hechos de violencia que se vienen produciendo desde hace algún tiempo, algunos de ellos muy graves (como el ataque contra el presidente en Mar del Plata). Muestra desprecio por Víctor Hugo Morales y Navarro, dos emblemas del periodismo crítico del presidente Macri. También tilda de insana a Hebe de Bonafini, con lo cual no hace más que profundizar la grieta. También hay que reconocer que hoy por hoy el único apoyo con que cuenta la ex presidente es el kirchnerismo duro y puro que se manifestó este fin de semana en la Plaza de Mayo, salvo que perdure una mayoría silenciosa que aún apoya a Cristina pero que no se atreve a manifestarlo públicamente.

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