Por Jacinto Chiclana.-

Si Riverito hubiese ampliado su labor esencialmente tombolera, para relatar las vicisitudes inherentes al manejo de grandes y meteóricas fortunas, amasadas en el tiempo en que un gallo canta su do de pecho matinal, hubiese tenido, a esta altura de la soirée, más Martín Fierros que Lanata y la Legrand juntos.

País paradójico el nuestro, en el que es absolutamente posible leer las noticias que anuncian las intenciones de otorgarles a los jubilados hasta $ 300 (Oh…!!) de descuento del IVA y al ladito nomás te encontrás la nota que dice que Kristina, la tía putativa del tal Kruse, cobra dos pensiones de 130 luquitas cada una. Una por ella y otra por el tuerto fundador del luciferiano engendro oprobioso autotitulado kirchnerismo.

Un poco más atrás, en cualquier diario que se precie, podrías llegar a leer que Arturo Illia murió en la absoluta pobreza y desempeñándose como ayudante de panadería como para no morir de inanición, o que Favaloro hubo de quitarse la vida atormentado por la indiferencia de los mismos funcionarios y/o gobernantes que pagaban jugosas cometas a los legisladores para que les votaran tal o cual ley.

Hoy, presente inefable y complicado de definir hasta en los largos discursos del sobrino putativo, hablar de sumas miserables, junto a inmensas fortunas fraguadas en noches de contubernios y negociados espurios, es tan común como el múltiple uso de Pi, explicado poco menos que para lelos por Adrían Paenza, el que no quiere laburar pero labura.

Siguiendo los preceptos cuasi bíblicos de don Armando Discepolo, te desayunás que te dan $ 20 de sobregiro en la tarjeta SUBE, que te van a pagar el juicio que ganaste hace cinco años y estás esperando cobrar para morirte al otro día, que en lugar del 1400% de aumento en la luz y el gas sólo deberás pagar un mísero 400% más y pegadito nomás, que la fortuna de la ex sacerdotisa Zulú (la que se conoce, claro) alcanza los 77 millones de morlacos, la del bueno para nada del hijo unos 50 de la misma especie y la de la cineasta clonada otro tanto.

Te anoticiás, con la mandíbula inferior caída en un rictus de asombro que nunca podrás borrar, que lo de los frecuentes viajes de la flota aérea presidencial para llevar plasmas, muebles, ornamentos y hasta los diarios, desde Buenos Aires hasta El Calafate, era tan cierto como que mañana el sol volverá a salir.

Y como si todo esto fuera poco, para que se te terminen de cristalizar in aeternum las hemorroides, hasta parecer una estalactita gigante, abrís el diario a la mañana y te cuentan que Francisco, nuestro “Francisco”, el nunca tan bien ponderado ex Padre Jorge, el que recibe al Presidente que votaron la mitad más uno de los argentinos con cara de haberse apretado el dedo contra la puerta de salida de Santa Marta, pero le abre los brazos a la vieja deslenguada y de boca podrida como zanja de albañal, con una sonrisa que abarca hasta los lóbulos de las orejas.

Sí, no te desmayes, es la misma vieja que hizo y mandó a hacer popó detrás del mausoleo del Gran Capitán.

Ya con palpitaciones y a un tris de entrar en convulsiones imparables, te informan que también mantuvo un encuentro de más de una hora con el juez que ya debería haber procesado hace rato a la sacerdotisa Zulú y toda su familia. Y entonces, termine como termine el juicio a los Báez, nunca estarás seguro de que se hizo justicia y una vez más, junto con la posibilidad de cruzarte en una esquina con Yabrán, parecido por imperio de las cirugías a Muhamad Alí, dejarás de creer en todo lo que te rodea, por los siglos de los siglos, Amén.

Todo el mundo te habla de millones y al lado de eso te enterás de que en el Chaco de Capitanich se siguen muriendo los chicos desnutridos, tuberculosos y envenenados con arsénico.

Das vuelta la página, o cambiás de canal y te muestran sin anestesia el bulo secreto del que fuera intendente de Malvinas Argentinas, con poderosa caja fuerte ad hoc y prolija bodeguita, que seguramente habrá albergado vinos algo más finos que el inolvidable Talacasto.

Y entonces, nuestra singular vida se transforma en una explicación constante del cuento de aquel lorito al que bañaron y lo pusieron en el microondas para secarlo y como humeaba un poco el pobre loro, lo metieron primero bajo la canilla de agua fría y después un poquito en el freezer… y el lorito no entendía nada de nada.

Para completar nuestro eterno vía crucis, ahora aparecen los expertos defensores de la reina Zulú, inaugurando un macabro estilo erudito y pretendidamente “cientifizoide” (Kruse) y al lado la contracara, con el payasesco Brancatelli, intentando desempeñar el perimido papel de mosqueteros de la reina, pero después del escorbuto.

Dirán lo que dirán, tendremos seguramente menos pobres que Alemania y Boudou podrá alojarse en una concha vacía, al lado del domicilio de Bob Esponja, pero el que diga que este ispa es aburrido, no tiene el menor sentido del humor.

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