Por Hernán Andrés Kruse.-

El martes 23 se presentó muy frío y destemplado en Rosario. Los hospitales públicos, a cargo del gobierno de la provincia, estaban colapsados. Lógica consecuencia de un sistema de salud en bancarrota. El Centenario no es la excepción. Además de ser un hospital público es un hospital universitario. Es la continuidad de la Facultad de Medicina, construida al lado.

A las 14.30 hs., ingresó a la guardia del que supo ser uno de los hospitales universitarios más importantes de Argentina, el señor Juan Carlos Borini, de 64 años, con severos problemas respiratorios. Lo hizo en silla de ruedas ya que no podía caminar porque le amputaron una pierna a raíz de la diabetes que padecía. Minutos antes había ingresado Beatriz para acompañar a su hija adolescente que se quejaba de fuertes dolores en la garganta. Según su testimonio los médicos atendieron entre las 14 hs. y las 17hs. no más de cinco pacientes A esa hora los médicos dijeron a quienes estaban en la sala de espera del derruido nosocomio, que debían realizar un cambio de guardia, motivo por el cual se interrumpió la atención. Lo increíble fue que durante las tres horas siguientes (a partir de las 17 hs. hasta las 20 hs.) no hubo atención médica para nadie. A las 20 hs. se desató el infierno en el Centenario. Fue entonces cuando alguien, al observar a Borini, se acercó y le tomó el pulso, constatando con estupor que era inexistente. La peor pesadilla se había hecho realidad: había fallecido mientras aguardaba en vano ser atendido.

Al rato apareció Adrián Rascón, quien está a cargo de todos los hospitales provinciales. Dijo que es lógico que para esta época del año se produzca una sobrecarga de demanda en los hospitales públicos. De ahí que se disponga lo que los médicos denominan “un refuerzo de alta demanda”, lo que en la práctica significa la presencia de más médicos en las guardias para hacer frente a la gran demanda. Reconoció que debido a la falta de espacio y de camas suficientes en las guardias la atención sufre demoras. A las 21 hs. el Centenario era un pandemónium. Los médicos entraron en crisis y dejaron de atender. La causa quedó en manos de la fiscal Valeria Piazza.

Estos dramáticos hechos tuvieron lugar en el Hospital Universitario del Centenario cuando está por concluir la segunda década del siglo XXI. Un hombre relativamente joven murió en la sala de espera porque ningún médico se dignó a atenderlo. Este espantoso desenlace no hizo más que poner en evidencia el dramático deterioro de la salud pública provocado por un paradigma que puede sintetizarse de la siguiente manera: “si no tenés plata, te morís”. En efecto, hoy sólo están en condiciones de ser atendidos como corresponde quienes pueden pagar directamente una atención privada y quienes pueden pagar una prepaga. Quienes no pueden hacerlo (la inmensa mayoría de los ciudadanos) están condenados a ser atendidos en el hospital público o en un dispensario. Hay, por ende, hijos y entenados. Hoy, tanto en los hospitales como en los sanatorios de Rosario, atenderse en una guardia sin tener un contacto médico importante, puede ser mortal. ¿Por qué? Porque las guardias están a cargo frecuentemente de médicos residentes cuya experiencia es nula. Ante cualquier urgencia llegar a una guardia sin la protección de un médico importante, que imponga respeto frente a los médicos residentes, puede provocar nefastas consecuencias.

Desde hace mucho tiempo que la medicina no es más que un negocio. Hoy sólo son importantes los pacientes que disponen del dinero suficiente para hacer frente a los gastos de la internación. Los que no poseen dinero corren el riesgo de terminar como Juan Carlos Borini. Así de simple. Así de dramático. Hoy sólo son importantes las enfermedades de quienes tienen dinero. Hoy los médicos (un importante porcentaje, al menos) atienden exclusivamente en función de la cuenta corriente de los enfermos. La medicina se ha prostituido de tal manera que a nadie le importa lo que pasó con Juan Carlos Borini. Total, es un don nadie. Y el show debe continuar.

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