Por Hernán Andrés Kruse.-

Si hay algo que tipifica al peronismo es su incapacidad para aceptar la derrota electoral. El movimiento creado por Perón sólo concibe la victoria y cuando ello no sucede entra en ebullición, se desorienta y luego de un período de convulsiones, dedica todas sus energías a reconquistar aquello que considera de su propiedad: el poder.

El 30 de octubre de 1983 el peronismo recibió el primer golpe electoral de su historia. Fue el más duro porque hasta ese momento nadie cuestionaba el mito de su invulnerabilidad en las elecciones. Raúl Alfonsín le ganó a Ítalo Luder por 12 puntos y obligó al peronismo a ser oposición, un rol para el que no estaba preparado. El primer gran efecto de aquella histórica derrota fue la división del peronismo en dos sectores: por un lado, el peronismo histórico, cuyo emblema en aquel entonces era Herminio Iglesias, hombre fuerte del conurbano bonaerense y del sindicalismo; por el otro, lo que se dio en llamar la “renovación” peronista, encabezada por Antonio Cafiero, un histórico dirigente cuyas diferencias ideológicas con Iglesias no eran tantas. También formó parte de la “renovación” Carlos Menem, gobernador de La Rioja. Cafiero tejió una relación bastante profunda con Alfonsín, a tal punto que al fallecer el líder radical en 2009 muy compungido lo despidió en nombre suyo y del peronismo. Sin embargo, el peronismo sindical, de la mano de Ubaldini, no se cansó de acosar a Alfonsín con paros generales (fueron 13 en total). En septiembre de 1987 don Antonio ganó la gobernación bonaerense y se preparó para suceder a Alfonsín dos años más tarde. Esa victoria fue el principio del fin para el alfonsinismo. Incapaz de controlar la inflación, Alfonsín terminó atrapado en un laberinto. Acosado por el propio peronismo (los saqueos de mayo de 1989 no fueron espontáneos), Alfonsín negoció con su sucesor, Carlos Menem (vencedor de Cafiero en la histórica interna de 1988), la entrega anticipada del poder. El riojano asumió el 8 de julio con una inflación cercana al 200% mensual.

La segunda gran derrota del peronismo se produjo una década más tarde. En octubre de 1999 el radical Fernando de la Rúa le ganó por 10 puntos de diferencia al histórico dirigente peronista Eduardo Duhalde. Una vez más, el peronismo se vio obligado a ser oposición. En diciembre de 2001 el presidente huyó de la Rosada en helicóptero mientras la dirigencia peronista aguardaba agazapada en San Luis el inevitable desenlace. A raíz de la hecatombe que se produjo tras la renuncia de De la Rúa, el alfonsinismo y el peronismo acordaron que Duhalde se hiciera cargo de la presidencia. Al no poder terminar el mandato de De la Rúa por los trágicos sucesos acaecidos en la estación de Avellaneda, Duhalde convocó a elecciones presidenciales para abril de 2003. A diferencia de las elecciones presidenciales de 1983 y 1999, en 2003 el peronismo presentó tres fórmulas presidenciales encabezadas por Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá. Era la primera vez que el peronismo se presentaba fragmentado en elecciones a Presidente de la Nación.

La tercera gran derrota del peronismo se produjo hace muy poco tiempo, el 22 de noviembre del año pasado. Mauricio Macri, candidato de Cambiemos, le ganó al candidato del FPV, Daniel Scioli, por 2 puntos y medio de diferencia. A partir de entonces el peronismo comenzó a sufrir una fragmentación que amenaza con ser más profunda que las anteriores. Ya en las PASO el peronismo se presentó dividido: el FPV por un lado y el Frente Renovador por el otro. Esa división repercutió profundamente en el ballotage ya que gran parte de los votantes de Massa se inclinaron por Macri el 22 de noviembre. Consumada la derrota, el peronismo comenzó a partirse de manera vertiginosa. El gobernador Urtubey está cada vez más cerca de Macri, en sintonía con Massa y De la Sota. Otros gobernadores peronistas, hasta el 22 de noviembre muy cercanos al kirchnerismo, hoy no dudan en aparecer sonrientes junto a Macri, como el gobernador tucumano Manzur. Como si ello no fuera suficiente, en las últimas horas Diego Bossio, ex titular de la ANSES y hombre cercano a Cristina, lideró a un grupo de poco más de diez diputados nacionales que decidieron abandonar el bloque kirchnerista en la Cámara de Diputados. Además se rumorea que 6 diputados que responden a Gerardo Zamora, ex gobernador de Santiago del Estero y muy ligado a Cristina, también se irían del bloque kirchnerista. Esta diáspora es fruto de la derrota en el ballotage y de las apetencias políticas de ciertos dirigentes que seguramente tienen hoy la cabeza puesta en las presidenciales de 2019.

Lo que está aconteciendo en estos momentos en el peronismo lejos está de ser una sorpresa. Como alguien dijo alguna vez, los peronistas toleran todo salvo la derrota. Cuando pierde, el peronismo presenta tal vez su peor cara ya que pone al descubierto las miserias humanas de sus dirigentes, sin importarles traicionar a millones de argentinos y argentinas que confiaron en ellos. Para el peronismo todo vale con tal de reconquistar el poder. Basta con rememorar las experiencias de Alfonsín y De la Rúa.

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