Por Elena Valero Narváez.-

Gracias, esta vez, a la mayoría de los argentinos, tenemos un gobierno con muy buenas intenciones respecto al futuro del país. El presidente Mauricio Macri está intentando dejar atrás más de diez años de una política reñida con la modernidad. Nos está regresando al mundo civilizado, democrático y capitalista. La visita de mandatarios europeos y la próxima, del presidente de EEUU, son gestos que remarcan su buena disposición hacia un cambio de rumbo.

El problema que hoy preocupa a los argentinos es la marcha de la economía y en particular el grave problema inflacionario. Es cierto que es un poco apresurado exigirle demasiado al nuevo gobierno, el cual hace apenas dos meses asumió la dirección de la República, pero sí, podemos expresar cómo nos gustaría que se encaminara la economía ya que no tenemos dudas en cuanto a la elección de la ruta hacia la libertad política y la normalidad institucional.

Aunque el camino puede ser difícil, el Gobierno debiera terminar con las trabas que afectan a la economía promoviendo el resurgimiento de la economía de mercado evitando dejarse llevar por compromisos de orden político o ideológico.

A poco de andar el Gobierno tendrá que toparse con la realidad y tendrá, so pena de fracasar, que apurar la reducción del exorbitante gasto público y la eliminación del déficit fiscal que lleva al gobierno a solventarlo con la emisión de moneda sin respaldo y con ello a impulsar la inflación. Pero más allá de lograr el necesario equilibrio de las cuentas publicas, tendiente a alcanzar la estabilidad del valor de la moneda, la actividad económica necesita, para desarrollarse, un marco de libertad que deje atrás el intervencionismo estatal sobre los mercados. Liberar al máximo a las fuerzas productivas que el anterior gobierno ha mantenido adormecidas por trabas innecesarias o por exceso proteccionista.

Tantos años de prédica populista han convencido a buena parte de la sociedad de que el Estado debe ser el principal empresario, por lo cual, ha vuelto la prevención por todo lo que huela a actividad privada.

Si el Gobierno macrista, por motivos electoralistas, no puede privatizar o deshacerse de empresas estatales creadas por el kirchnerismo para disimular el robo y el despilfarro, tendría que dejar de beneficiarlas con el otorgamiento de subsidios y otras prebendas, sometiéndolas a la competencia y a un trato igualitario con las empresas privadas que operan en los mismos mercados. Darle a todas, privadas o estatales el mismo trato para que compitan en el mercado sin que se le acople una carga más al contribuyente para mantener empresas ineficientes.

Debiera dejarse atrás la suba masiva y generalizada de salarios, los cuales aumentan los costos empresariales dejando que lo fijen, libremente, las empresas con los trabajadores, de acuerdo al nivel de productividad para que no se beneficie el sector que cuenta con más fuerza para la protesta. Esto permitiría que sectores de la fuerza gremial dejaran de ser usados por quienes los representan para fines que nada tiene que ver con el mejoramiento de la calidad de vida de los empleados.

En cuanto a la atracción de capitales, indispensables para el desarrollo, trabajar para poder cumplir con los compromisos y normas internacionales y disminuir al mínimo la burocracia que impide la instalación de empresas extranjeras en el país además de asegurarle el mismo trato que a las de origen nacional.

Gobernar significa hacer respetar la Constitución y la Ley sin que haya privilegios para nadie. Eso implica la aplicación de la ley sin mirar a quién.

Hace bien el presidente en no dedicarse a explicitar cuánta culpa tiene el gobierno anterior en la situación económica apremiante que sufrimos, pero la ciudadanía necesita saber la verdad del estado en que dejó al país Cristina Kirchner y luego que se nos explique cuál será el plan de recuperación, ya que se nos exigirá sacrificios a todos, para lograr salir del atolladero económico.

Por último el gobierno tendrá que actuar en consonancia con el esfuerzo general, evitando torpezas que disminuyan la fe necesaria para aceptarlo. La gente ha vivido situaciones similares a la actual, por eso sabe de qué se trata. Merece que desde el Gobierno se le hable en serio y que se dé una imagen real de firmeza y honestidad.

Share