Por Alberto Buela.-

La Unión Europea viene de producir dos medias espeluznantes. Inconcebibles para cualquier cabeza en su sano juicio: 1) acaba de aprobar el informe Matric que sostiene que el aborto es un derecho humano y que como tal no puede haber objetores de conciencia, ya sea médicos, jueces o padres. 2) La presión económica sobre el gobierno de Hungría para detener la ley de antipederastía, sobre el abuso sexual de menores, y el proselitismo homosexual.

¿Hacia dónde pretende ir Europa? Rusia se opone a que semejante barbaridad se realice dentro de su territorio. Los chinos aprueban dichas medidas para otros países pero las rechazan en China. Israel actúa de la misma forma. ¿Cuánto falta para que la Argentina se sume a los desatinos europeos y diga que “el aborto es un derecho humano que no se puede objetar y que permita el abuso sexual de menores”. No falta nada, ayer nomás nuestro presidente afirmó muy suelto de cuerpo, ante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer basada en la Declaración de Pekín de hace 26 años, que: “estoy orgulloso de la legalización del aborto en nuestro país.”

Un país casi vacío, de cuarenta y pico de millones que ya tendría que tener ochenta y que puede acoger a trescientos millones, en lugar de multiplicar sus hijos los mata. Y los mata, a pesar que su código penal no prevé la pena de muerte, sino que los mata por ley ad hoc.

El aborto se transformó así en un crimen políticamente correcto porque protege a los asesinos y los exime de todo castigo, culpa o pena.

Una sociedad como la argentina que elimina de raíz la culpa, pues la vida es la raíz última de toda sociedad no merece vivir.

Reiteramos una vez más que la ley que rige a toda decadencia es que siempre se puede ser un poco más decadente.

Se pueden aducir mil razones para explicar la decadencia argentina, y nosotros la reducimos a una: es una sociedad donde desapareció la culpa, y entonces, todo vale.

Ya Platón en la República decía: cuando en una sociedad se puede obrar y actuar sin temor al castigo, esa sociedad, tarde o temprano, desaparece.

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